¿Cómo? ¿Una reseña de un libro? ¿Sin viñetas ni bocadillos? ¿Pero esto no era una web de cómics? Lo es, pero la ocasión lo merece porque, aunque no tengamos aquello de la narrativa gráfica, en La mejor historia de Zinco jamás contada tenemos montones de cómics y sobre todo de amor por los cómics y por una época crucial en la historia de los tebeos en nuestro país.
La editorial Zinco fue pionera en muchos aspectos, marcó un tiempo y, sobre todo, a una generación de lectores que aún la recuerdan e incluso la añoran, cerca de treinta años después de su cierre. Y es que la visión de ese lector nostálgico y ya talludito, que veía aquellos años con ojos de niño o jovenzuelo, es fundamental a la hora de afrontar la lectura de La mejor historia de Zinco jamás contada. Da igual que seas hijo del nuevo milenio y todo esto terminara antes de que nacieras, ponerse en contexto es fundamental para abordar la tonelada de información que trae este libro y, sobre todo, lo que esta significa.
No es casual que ese perfil de lector cuarentón de vieja guardia sea el de sus autores, Gustavo Higuero, Carlos Giménez y Enrique Doblas, lectores añejos y habituales de las sendas comiqueras internáuticas. A Higuero y Doblas podemos leerlos con asiduidad en Zona Negativa, mientras que, aunque ahora es más caro de ver, a Carlos Giménez, más conocido como Carlos Playbook, en su día podía vérsele en Zona Zhero o el podcast Ansia Viva.
Tal como cuentan en el libro, casi por accidente coinciden los tres, casi como predestinados, con una idea común en la cabeza y Miguel G. Saavedra, histórico de la Ediciones Zinco y autor de prólogo y epílogo, como aglutinador prácticamente fortuito.
Es innegable el componente nostálgico de La mejor historia de Zinco jamás contada, pero más allá de esto, lo que nos encontramos es información rigurosa y expuesta con claridad y cariño; la obra idónea de consulta para la posteridad de nuestras bibliotecas.
Tampoco es que trate de reinventar la rueda, La mejor historia de Zinco jamás contada tiene una estructura muy elemental en cinco capítulos, cuyos epígrafes casi podríamos adelantar sin leerlos, pero no olvidemos que, más allá de cierto componente romántico, es, como decíamos, una obra de consulta, con lo que ser hasta cierto punto predecible y ajustado a los cánones de la lógica más evidente no es una rémora, sino un plus. Alterna además equilibradamente la dosis de información primordial con la de anécdotas y curiosidades, resultando completa a la par que entretenida.
Básicamente, los capítulos troncales comenzarían por una introducción a la publicación de DC en España anterior al nacimiento de Ediciones Zinco. Abarcaran aquí desde 1940 y esa especie de remedo llamado Ciclón, el superhombre, hasta los caldos de cultivo del origen de Zinco, pasando por Novaro, Vértice, Ediciones Valencianas, Bruguera e incluso Toutain.
Saltamos a los orígenes de Zinco previos a DC con los fumetti y revistas para adultos, hasta llegar a 1984, momento en que aparecen las cabeceras de Superman y Batman. No faltará un inserto sobre la propia DC de la Bronze Age en los USA, vital para entender estas primeras publicaciones españolas y, ya a partir de aquí, comenzaremos la categorización por series que será una constante en el resto del libro. Al hombre de acero y el cabello oscuro le seguirán Flash, Los Nuevos Titanes, La Cosa del Pantano y toda una serie de títulos que hoy resultan mucho más insólitos, como Atari Force, Arion, Omega men o Camelot 3000.
Y llega entonces 1986 y la más recordada y gloriosa era dorada de la editorial: las innovaciones en formatos, los cambios en el cuerpo editorial, la diversificación de la oferta, la apabullante mejora en la comunicación con los lectores y también las polémicas. Son los años, por supuesto, de Crisis en Tierras infinitas, de Watchmen, El regreso del señor de la noche, la batmanía, los crossovers con Marvel o la apertura a títulos de corte más adulto y/o experimental. Bien es cierto que coincide con el mejor momento de DC y, como dice el refrán, con buena [censurado] bien se [censurado], pero también es cierto que arriesgaron y revolucionaron la manera de editar tebeos, si bien eso incluye que no todo fueran éxitos y hubiera algún que otro batacazo.
Nos movemos ya a los aledaños de la década de los noventa en lo que en el libro denominan «La meseta DC/Zinco», con el nacimiento de las series contenedor, los relanzamientos de viejos conceptos en nuevos tonos, la antesala de Vertigo, el formato prestigio y proliferación de revistas temáticas y, con esto, nos plantamos en los últimos años de crisis tanto en el mercado como en el terreno artístico, que darían también lugar a los formatos recopilatorios baratos que pasarían a la posteridad como «otoñales». No estuvo exenta esta última etapa de sus highlights, como La muerte de Superman, La caída del murciélago, el Flash de Mark Waid o la creación de Vertigo, pero para 1997, los cómics de DC abandonarían Zinco para siempre. Comenzaría en ese momento un periodo de travesía en el desierto, pero eso ya sería otra historia.
Pese a que La mejor historia de Zinco jamás contada trata de relatársenos de la manera más lineal y secuencial posible, bien es cierto que los cambios históricos, culturales y económicos, rara vez se muestran así y será inevitable que, de vez en cuando, se caiga en cierta transversalidad, llegando a pasar en ocasiones varias veces por el mismo punto pero partiendo de lugares diferentes. Sin embargo, de nuevo estamos con esto ante un plus que nos da una mayor visión de conjunto. Además, si nos quedamos con ganas de datos concretos, La mejor historia de Zinco jamás contada incluye un QR que nos lleva a un PDF gratuito de 218 páginas, que bien podría ser un segundo libro de consulta independiente, con el listado completo de todas las publicaciones de DC/Zinco junto con sus autores, correspondencias en numeración USA, precios y formatos, al que sin duda recurriremos más de una vez para solventar dudas.
Si acaso la única pequeña pega que podría ponerle La mejor historia de Zinco jamás contada es que, en un libro de este tamaño y con esta cantidad de información, una maquetación a dos columnas habría hecho más cómoda la experiencia lectora, pero bien es cierto que la división por epígrafes y el abundante material gráfico nos dan una lectura llana, organizada y muy sencilla de consultar.
Y es que no se trata de llegar a retruécanos ensayísticos complejos, sino de reunir en un solo libro toda la información primordial sobre una época y una manera de editar y vivir los cómics, a la que sin duda más de uno y más de una vez acudirá en el futuro.