Aunque vio la luz a finales de 2019, el primer integral de La Mazmorra fue, sin la más mínima duda, uno de los mejores cómics que leí a lo largo del pasado 2020. La mezcla de fantasía heroica con humor embellecida por los aparentemente simples pero brutalmente eficaces dibujos de Lewis Trondheim funcionaba de una forma espectacular, y, pese a ser un volumen de más de trescientas páginas, fue una lectura de una sentada. Larga, pero de una sentada. Y conseguir que una lectura te atrape y no levantes la vista durante varias horas dice mucho y muy bueno de ella. Pero claro, Zenit cuenta a priori con una ventaja sobre el resto de arcos argumentales: el factor sorpresa. El lector recién llegado, habiendo oído algo de esta serie o no, no llega a imaginarse lo fascinante que es el mundo hasta que no se ha puesto a leer. Quizás por ello, me esperaba que este segundo volumen fuera a ser una lectura de una altísima calidad, igual que su predecesor, pero que no me iba a impactar tanto, habiendo leído ya los primeros seis álbumes de la serie.
Qué equivocado estaba. Me han vuelto a dejar con la boca abierta.
Con el gráfico que contextualizaba las distintas sagas de La Mazmorra que aparecía en el primer tomo, ya sabía que en este segundo me iba a encontrar la saga Amanecer completa, una historia ambientada en un pasado más o menos cercano en el que veríamos los orígenes de este peculiar mundo. Y, efectivamente, así ha sido. Pero también me esperaba una historia de fantasía heroica a medio camino entre la parodia y el homenaje al género… y lo que nos encontramos aquí no tiene mucho que ver con ello.
Amanecer nos cuenta el pasado de Jacinto de Cavallère, el Guardián de la Mazmorra en la época Zenit, desde su llegada a Antípolis, capital del Reino, para estudiar en la Universidad mientras vive con su tío. Jacinto es el hijo de un noble menor de campo, y llega a la gran ciudad con unos fuertes principios morales, una inocencia y un idealismo que le sitúan bastante alejado del personaje que vimos en el volumen anterior. Este personaje que acaba de llegar a la vida adulta y dedica sus noches a combatir el crimen como el justiciero enmascarado conocido como El Camisón tiene aún por delante toda una vida de golpes y decepciones que le acabarían convirtiendo en el personaje amargado que terminaba el primer volumen de la serie diciendo:
Soy el rey de un ejército de monstruos, y sin embargo me siento solo. Muy solo desde que te moriste, Alexandra.
No sólo la juventud de Jacinto conoceremos aquí. También encontraremos a jóvenes versiones de Alcibíades el adivino y del Taumaturgo, y veremos el origen de la relación de estos personajes con el Guardián. Sí, conocemos a la misteriosa y voluptuosa asesina Alexandra, y sabremos -y entenderemos- por qué marcó la vida de nuestro protagonista. Alexandra es un personaje que brilla con luz propia en este volumen. También veremos, por supuesto, el origen de la mismísima Mazmorra, aunque la historia de Jacinto es tan potente que casi pasa desapercibido.
Amanecer, a diferencia de Zenit, no es una historia humorística, y no es de fantasía heroica. Es cierto que mantenemos el estilo de animales antropomórficos, pero se mueve más en el género de la capa y espada, pero con un tono mucho más dramático. Vemos a lo largo de los ocho volúmenes incluidos en este tomo cómo a ese joven idealista que llega a la ciudad se le va agriando el carácter, y como una vida de sufrimiento y desengaños le convertirá en la versión del Tío Gilito que conocimos en su madurez.
Se complementa la historia de Amanecer con tres tomos de Monstruos, la serie secundaria sin ubicación cronológica definida protagonizada por personajes secundarios de la serie: La noche del seductor, sobre Horus el taumaturgo, Mi hijo el asesino, en el que veremos a un Marvin de niño, y El desengaño, donde comprenderemos un poco mejor a Alexandra. Estos tres tomos tienen una doble numeración, con el número de Monsters y otro en el que se indica el punto en el que deben ser leídos. Aunque desvíen levemente la atención de la trama general que nos está contando, son historias que dan más profundidad y color al entorno en el que se desarrolla la historia.
En el plano gráfico tenemos a Christophe Blain (Isaac el Pirata) como artista principal, dibujando cuatro de los ocho álbumes incluidos. El contraste visual que encontramos respecto a los álbumes previos dibujados por Trondheim es brutal: frente a la limpieza de línea clara de Zenit, Blain tiene un estilo sucio y oscuro. Pero no nos engañemos: es brutalmente dinámico y expresivo. Los rostros de sus personajes, aunque sean caricaturescos y estén hechos con cuatro trazos, transmiten emociones de una forma absolutamente eficaz. Y la ciudad en la que se desarrollan la mayoría de los acontecimientos es tan fascinante que llega casi a ser un personaje más.
Del resto de dibujantes, habría que destacar el trabajo del argentino Carlos Nine en el álbum dedicado a Alexandra, con un estilo aparentemente abocetado, quizás hasta onírico, que choca con lo visto en las páginas anteriores del tomo pero que rápidamente nos tiene cautivados por completo. Una lástima no haber podido disfrutar de más álbumes de este autor en esta serie.
Aunque el punto de entrada en el mundo de La Mazmorra debe ser Zenit, este segundo integral funciona a la perfección de forma individual. El tono más dramático se ve acentuado por la sensación de fatalismo que tenemos sabiendo que Jacinto va a acabar convirtiéndose en el viejo solitario y amargado que conocimos en el tomo anterior, lo cual ayuda a darle mucha más potencia a la historia. El resultado final ha sido totalmente redondo, estando incluso por encima del espectacular arranque de la serie en el primer integral. Ya vamos entendiendo por qué La Mazmorra es una de las series más exitosas del cómic europeo en los últimos años, ¿no?