Se acabó lo que se daba. Con las tres entregas de La era de Hombre X de este mes, cerramos las seis series limitadas en las que se ha desarrollado la historia, quedando ya sólo el tradicional especial de cierre para acabar con esta historia, para empalmar con lo visto en Patrulla X nº8 y para quedarnos a la espera de la llegada de Jonathan Hickman. Vamos a ello.
Arrancamos con X-Tremistas, la serie en la que más se explora la prohibición del amor en este mundo distópico. Cada número de la serie ha estado protagonizado por un miembro distinto del grupo, y a cada uno le ha afectado de una forma distinta. Quizás sea la serie menos dinámica de las seis, pero también es cierto que es la que más se profundiza en las personalidades de sus protagonistas. Hacia el final, tenemos una emotiva historia centrada en Estrella del Norte (y Rictor y el Hombre de Hielo) como metáfora de cómo muchos homosexuales en el mundo real no son capaces de expresar públicamente su amor por imposiciones sociales. Lo dicho, posiblemente sea la serie menos adrenalínica pero la más intimista.
La historia de Lucas Bishop, el Prisionero X, en el Guantánamo mutante que nos presentaron hace un par de meses ha tenido más importancia de la que parecía, y eso que ya en el primer número pudimos apreciar que era la serie más global del evento, la que más relacionada estaba con todas las demás. A lo largo de las otras cinco miniseries, hemos podido ir viendo como no sólo Bishop, varios otros personajes han ido teniendo flashes de la realidad en la que existían antes de la creada por Nate Grey. Y aquí nos encontramos con un personaje sorpresa que, haciendo cuentas, nos imaginábamos que tenía que aparecer antes o después: era el único personaje con un cierto peso en Patrulla X Desunida que no había aparecido en la serie de los héroes que se quedaron en 616 ni había aparecido en ninguna de las de esta realidad.
Como único pero -por decir algo- tenemos que señalar que Prisionero X arranca partiendo de los sucesos de Alfa y termina con un continuará que nos dirige directos a Omega. Pero bueno, teniendo en cuenta que esta serie es lo más parecido que tenemos a una columna central de este evento, tampoco supone un problema.
Tomar a Apocalipsis y convertirlo en un heraldo del amor ha sido una decisión extraña, pero que, extrañamente también, funciona. Que el antagonista de la historia sea el bueno en un mundo frío y desprovisto de emoción es un giro interesante, pero tampoco novedoso. En La era de Apocalipsis ya tuvimos a los hermanos Summers en el bando de los malos, sin ir más lejos. Pero que no sea original no quiere decir que sea una mala historia. El principal problema que tiene Apocalipsis y los X-Tractos es que por el camino nos hemos encontrado con alguna pista más obvia de la cuenta y la gran sorpresa final con uns potentes ecos teológicos resultaba un tanto predecible. Aún así, esta pequeña decepción cuenta con un Salva Espín a los lápices que puede ser el artista más inspirado de todo el evento, espectacular -y apropiadamente- coloreado por Israel Silva.
Y hasta aquí hemos llegado, señores. Toca esperar un mes para ver en qué queda todo, aunque el pequeño fallo de coordinación que mencionamos en Patrulla X ya nos haya desvelado cómo va a terminar la historia, aunque nos falte por saber cómo llegaremos a ese punto. En general, y a falta de ese último puñado de páginas, podemos decir que ha sido uno de los eventos más interesantes en los que han participado los mutantes en los últimos años.