El año pasado la novela gráfica “Hierba”, de Keum Suk Gendry-Kim, me sacudió poderosamente. Mientras leía la obra tenía claro que iba a convertirse en el mejor cómic que me había encontrado en el pasado 2022. Publicada casi un lustro antes, y avalada por una colección tremenda de galardones internacionales, fue el mayor bombazo editado por Reservoir Books en el anterior ejercicio. Por ese motivo, la siguiente obra de la autora, “La espera”, no ha tardado en ver la luz en España (originalmente lo hizo en 2020).
Como viene siendo habitual en Keum Suk Gendry-Kim, “La espera” es una novela gráfica devastadora, basada en hechos reales que forma parte de su particular trilogía junto a la mencionada “Hierba”.
La espera que nunca acaba
Keum Suk Gendry-Kim nos conduce en esta obra nuevamente hasta los acontecimientos y consecuencias de La Guerra de Corea. Al igual que en “Hierba”, en “La espera” el foco vuelve a ponerse sobre las mujeres, el sector más desfavorecido en el conflicto. No obstante, en las páginas que nos ocupan la historia es bastante menos dura o cruda que en su predecesora, que estuvo centrada en las llamadas “mujeres de consuelo” que no era más que un eufemismo para describir a las mujeres que eran violadas una y otra vez por los soldados en los barracones.
En “La espera” conoceremos a Gwiya, una mujer de 92 años que sueña con reencontrarse con su hijo mayor, del que se separó hace más de seis décadas debido al conflicto bélico. Es importante aclarar que la historia que nos cuenta Keum Suk Gendry-Kim es un relato ficcionado a partir de entrevistas, testimonios y declaraciones de mujeres afectadas (incluía la propia madre de la autora) por esta separación forzosa que dividió a cientos de miles de familias, las cuales, la inmensa mayoría, jamás se han podido reencontrar.
La narradora de la historia es la hija de Gwiya, una novelista que irá poniendo de relieve algunos aspectos de esta separación, el éxodo de las ciudades y, en definitiva, tratará de perpetuar unos actos que no deben ser olvidados y cuyas consecuencias todavía son reales y palpables para muchísima gente.
“La espera” sigue así esa línea realista, triste y melancólica pero a la vez absolutamente cautivadora que te obliga a coger el tebeo para no soltarlo hasta que lo has terminado. La forma en la que la autora desnuda el alma y los sentimientos de sus personajes calan profundamente en el lector dejando un poso reflexivo.
Esta historia de supervivencia, esperanza y superación no edulcora en modo alguno los acontecimientos relatados, y tampoco los romantiza. Keum Suk Gendry-Kim ha conseguido emocionarme en más de un fragmento de la obra, me ha quitado el aliento y me ha provocado un nudo en el estómago. Y, aunque no es el propósito de “La espera”, también logra que te sientas afortunado por tener lo que tienes por miserable o anodina que pueda parecer tu vida.
Otro detalle destacable en “La espera”, que además sospecho que tiene bastante de autobiográfico, es la manera en que la autora afronta otros temas como el sentimiento de culpa de la narradora por “abandonar” a su madre al continuar con su vida mudándose a otra ciudad. Del mismo modo, se habla del miedo e impotencia que sufren los hijos cuando ven avanzar la decadencia provocada por el envejecimiento en sus mayores. Ambos son temas tratados con una sensibilidad exquisita, algo que ya es su propia marca personal.
El dibujo de Keum Suk Gendry-Kim se mueve entre el realismo y la exageración, con ese trazo de apariencia sencilla que otorga a sus personajes una gran expresividad. También me ha gustado mucho el uso de masas de negro y sombreado para dar ambientación a sus viñetas, cambiando la iluminación de la historia según lo va requiriendo el guion.
Igual de recomendable resulta el epílogo donde la autora ofrece fríos datos sobre la dura realidad de las familias que hoy en día todavía están separadas.
En resumidas cuentas, “La espera” es una pequeña obra maestra cuya lectura debería ser obligatoria.
Una novela gráfica complementaria a varios tótems en viñetas como Maus, Persépolis o Fax from Sarajevo.