01010011 01100001 01101100 01110101 01100100 01101111 01110011 00101100 00100000 01110001 01110101 01100101 01110010 01101001 01100100 01101111 01110011 00100000 01101100 01100101 01100011 01110100 01101111 01110010 01100101 01110011 Estoooo, perdón, que sois humanos. Saludos, queridos lectores, queríamos decir Max y yo. Si, Max ha vuelto. En este segundo volumen de La Décimotercera Planta tendremos nuevas aventuras de nuestro ordenador asesino por accidente preferido.
Han pasado solamente siete meses desde que reseñamos el primer volumen. Ah, cómo pasa el tiempo cuando haces una reseña semanal y se te acumulan los tebeos… Antes de nada una cosita, queridos lectores llenos de paciencia. El tercer y último volumen de esta serie saldrá, según Dolmen, en diciembre. Intentaremos reseñarlo antes de Navidad, pero no os prometo nada de nada…
John Wagner y Alan Grant nos ofrecen nuevas aventuras de Max y nuevas desventuras de quienes lo rodean. Desde el anterior tomo hemos tenido (en elipsis) un apagado, una reparación y un cambio de casa-trabajo para el bueno de Max. No es que os esté destripando mucho más de lo que pone la propia sipnosis del tomo, así que no me tiréis ratones de ordenador.
Estos cambios coinciden con el cambio de Max a otra revista en su edición original. ¿Y notaremos cambios? Pues sí y no, queridos y ansiosos lectores.
La personalidad de Max, a veces parecido a un niño grande y a veces más coherente que muchos humanos adultos, continúa balanceándose entre el cuidado de sus mascot… clientes de unos grandes almacenes y el castigo de quienes rompen las normas.
Pero hay sutiles cambios a mejor. Las historias son más variadas, incluyendo algunas que nos harán preguntarnos qué le echaban los guionistas a su té. Me he reído más que con las historias del tomo anterior.
Hemos hablado antes de cambios y de un nuevo principio para el protagonista. ¿Necesita un nuevo lector haberse leído el tomo anterior para disfrutar este? No, en absoluto. La propia naturaleza episódica de historias cortas y autoconclusivas (ay, que yuyu me doy cuando escribo así, jiji 🙂 ) hacen que con leernos el primer párrafo de la primera historia estemos al día.
Que casualmente es la razón por la que se escribían esos párrafos. Los autores no tienen la culpa de que nos leamos de golpe historias publicadas a lo largo de meses.
José Ortiz sigue ofreciéndonos un dibujo maravillosamente realista y a la vez exagerado. Un poco al estilo del arte helenístico, si me permitís la comparación. Quizás solamente podamos quejarnos de algo que no es culpa suya, y que es la representación física de una inteligencia artificial portatil de los años 80 vista desde los ojos de un usuario de móviles de 2022 (lo entenderéis cuando lo leáis, no os quiero fastidiar nada 🙂 ).
Y por cierto, hablando de inteligencias artificiales…¿sabéis que nos comen las máquinas?
Pasemos a la edición. ¿Qué extras nos ha traido nuestro querido Max? Podríamos empezar destacando que toma un protagonismo mucho mayor en la portada del tomo. Tanto que casi no nos fijamos en las escenas que sutilmente nos adelantan las historias contenidas en el interior.
Tendremos un texto del editor original, David Hunt. Tendremos un poster a color (aunque usarlo como poster en la pared arruinará el tomo… y quizás eso enfade a Max…). Tendremos tres portadas a color de la revista donde salían las historias.
Y tendremos un muy interesante artículo de Diógenes Pantarújez sobre la evolución (e involución) del cómic de terror británico.
La traducción se la debemos a Cristina Macía.
¿Por qué leer La decimotercera planta. Volumen 2?
Mayor variedad de historias que el el primer volumen, pero el mismo humor negro. Un precioso dibujo de terror clásico.
¿Por qué no leer La decimotercera planta. Volumen 2?
Los finales son más bien previsibles.