Ya pensaba que me iba a llevar el trofeo Grinch del año al comenzar a leer La cena de Navidad. Tal como empieza y con los personajes que nos presenta Giuseppe Manunta, la verdad es que el final de cada arco de personaje y el milagro navideño se anticipa a la legua, pero incluso así, al terminar el tomo esa sensación que solo dejan las historias navideñas estaba ahí, así que algo tiene que estar bien hecho.

A Giuseppe Manunta en España apenas lo conocemos por Los nuevos casos de Sherlock Holmes y, acaso, por algunos relatos eróticos a mediados de los 90, de lo que nos llegaba de las revistas italianas Blue y Selene. Ha sido a partir del presente siglo cuando ha comenzado a diversificar a otro tipo de géneros como el fantástico en Noir sur Blanc, Le seigneur d’Arkham o Zombie Walk o la aventura en Maxime Valmont. En cualquier caso estamos ante un autor que por más que en España no suene demasiado, tiene avales de sobra en cuanto a oficio.

Y con esto Manunta arranca La Cena de Navidad con una serie de personajes individuales, que rápidamente iremos viendo que confluyen a una historia común. Un escritor descreído con el amor, una anciana viuda enérgica y cabezota, un matrimonio con dos niños que no parece funcionar, un trabajador del tren algo hosco… todas estas figuras se darán cita en un mismo edificio los días 24 y 25 de diciembre y descubrirán cada uno a su manera el milagro navideño.

Tal como adelantaba, prácticamente en el momento en que se nos muestra cada personaje y su conflicto, somos capaces de ver en qué y cómo les va a cambiar la Navidad. La verdad es que Manunta no se ha roto demasiado la cabeza ni se ha esforzado en exceso por ser original. Los personajes más gruñones descubrirán la bondad en el corazón de las personas, aquellos a los que les falta algo, lo encontrarán, e incluso los malos recibirán su castigo… el sota, caballo y rey de las historias navideñas y, sin embargo, no sabría explicar muy bien por qué, funciona.

Llamémosle milagro navideño o achaquémoslo a la habilidad de Manunta para mover a los personajes por la historia y vestirlo con sus encantadoras acuarelas, pero por más que lo convencional de la historia nos dispare una cierta barrera de cinismo, La cena de Navidad en lo gráfico consigue ese pequeño milagro navideño que nos llena un poco el corazón en la reserva de esperanza y calor humano.

La cena de Navidad se convierte así en un posible regalo navideño, que probablemente funcione entre aquellos lectores no habituales en el cómic, por su sencillez, claridad y vistosidad, con lo que aún estáis a tiempo para Reyes.