En EE.UU. la mansión Winchester es toda una atracción turística. La viuda del hijo del fundador de la casa de rifles más famosas del mundo compró una granja en San Francisco y construyó una enorme mansión durante 38 años de su vida. La muerte de su marido y su pequeña hija recién nacida por enfermedad le hizo creer que una maldición había caído sobre la familia. Tras consultar con una médium, dedicó gran parte de su vida y su fortuna a la continua reforma de la mansión, pensando que era la única manera de alentar a los malos espíritus. Con numerosos acercamientos por parte de la cultura popular a dicha historia (la más reciente la tenemos en cine, Winchester) Peter J. Tomasi, con la ayuda de Ian Bertram y Dave Stewart nos traen su propia versión de la historia: La casa de la penitencia.
Estamos ante una versión muy particular de la historia. Tomasi aporta los elementos necesarios para dirigir la historia al terreno del terror psicológico. Son muchas las referencias que se vienen a la cabeza a lo largo de la lectura, tanto de guión como de dibujo. Si bien el trabajo de Tomasi resulta sorprendente, por alejarse radicalmente de los trabajos a los que nos tiene acostumbrados en los últimos años, para mí la gran sorpresa es Ian Bertram, con un estilo rompedor y que absorbe por completo al lector.
No voy a profundizar demasiado más en la trama, si queréis saber más de la historia de la Oliver y William Wirt Winchester solo tenéis que tirar de Wikipedia. Tomasi no profundiza en la historia de la familia tampoco y se centra en la construcción de la mansión por parte de Sarah. Tampoco explica demasiado sobre ella, es un tema de conocimiento popular para el público americano y supongo que asume que fuera de su país también conocemos la historia. No obstante, lejos de caer en un relato incomprensible, contribuye a crear una atmósfera misteriosa que supone uno de los grandes fuertes de la obra. Y es que Tomasi se apoya en el punto de vista de la protagonista, cómo ve ella la casa, sus supersticiones y sus comportamientos obsesivos, y lo confronta con el de las personas que la rodean, personas que han cometido crímenes con armas de fuego que trabajan en la construcción de la casa a cambio de comida y cama.
En el fondo, el planteamiento de Tomasi es muy similar al de esa joya reciente, la exitosa serie de Netflix La maldición de Hill House. Nos cuenta una historia de fantasmas como metáfora de la losa de la culpa y los remordimientos. Y para eso está el otro co-protagonista de la historia, Warren Peck, un tipo que va huyendo de sus propios demonios y acaba en la mansión Winchester. Será uno de los elementos que traigan el cambio a la casa y le den interés a la historia. El peso de la culpa propicia esa sensación continua para el lector de estar leyendo una historia en la frontera entre el sueño y la vigilia, con esa percepción de estar justo en la transición entre ambos estados.
Pero como decía al principio, lo que más me ha sorprendido de esta obra es el trabajo de Ian Bertram, autor que desconocía por completo, que había realizado algún fill-in en Detective Comics o Batman Eterno, y el web cómic Bowery Boys. Con un estilo que, de entrada, nos trae a la mente a Frank Quitely por esos rostros de contornos redondeados, o a David Rubín por ese uso de pequeñas líneas intermitentes a modo de sombreado o líneas de expresión, Bertram se marca un dibujazo sensacional. La atmósfera de la historia da pie a que pueda experimentar con algunas viñetas, dando pie a un uso del sombreado muy interesante, con un lineado muy concentrado que casi convierte algunas viñetas en garabatos, y que producen un efecto muy conseguido. Son probablemente las viñetas más interesantes, las que tienen lugar en escenas sombreadas con poca iluminación. En ellas tiene que tirar de recursos para dejar claro el contraste entre texturas, algo que no es fácil cuando usas ese estilo cargado de líneas. Para ello, cada textura va a tener su propio patrón de líneas paralelas frente a punteado o líneas curvas.
Y no solo el estilo de dibujo es interesante, también me lo parece el planteamiento de página. Viñetas que se derraman, con bordes tan estridentes como el sonido que se debe oir, o ese efecto tan curioso de muesca en la viñeta cada vez que «martillean» los trabajadores. Tan interesante como el recurso de esos tentáculos omnipresentes en todo el relato, como metáfora perfecta para esa culpa que crece y te cubre todo el cuerpo… Las páginas del terremoto del último número son otro de esos pasajes en los que detenerse a mirar una y otra vez las páginas.
Como apetece recrearse con el color de Dave Stewart, con un rojo sangre opresivo y angustioso como tono predominante, y unos tonos azules para las escenas en penumbra que acaban muy bien integrados en la mente del lector.
Tomasi se toma alguna licencia: Adapta el terremoto para su propio interés, convierte a Thomas Gray Bennett en hermano de William en lugar de cuñado, y la muerte de Sarah tiene lugar con algunos menos de los 83 años con los que realmente murió. No son detalles importantes ni relevantes. Lo que tiene más peso es esa atmósfera que tan bien consiguen ambos autores, inquietante e incómoda.
En definitiva, La casa de la penitencia.
Una obra que probablemente pase más desapercibida de lo que merece, un ejercicio visual y de transmitir sensaciones con la ambientación muy notable. Un Tomasi más alejado de lo que estamos acostumbrados a leerle en los últimos años, y un Ian Bertram que sinceramente espero que despegue desde esta obra y podamos seguir viendo hasta dónde es capaz de llegar. Estamos ante la historia de Sarah Winchester y esa mansión interminable de más de cien habitaciones y estructuras que no llevan a ningún sitio, desde un punto de vista del terror psicológico, ese género en auge recientemente gracias a obras como Hereditary o la citada La maldición de Hill House, y que consigue que acabes la lectura con cierta incomodidad. Lo que yo le pido a una lectura.
Lo mejor: Ian Bertram. Cómo consigue ambientar y generar inquietud en el lector. Cómo contribuye Stewart a esa atósfera opresiva.
Lo peor: Si no te va el terror psicológico o eres de los que se molestan si no hay un rigor histórico estricto, tal vez no vaya contigo.