Podría empezar esta reseña haciendo un resumen de lo acontecido en La guerra de los reinos por poner en contexto lo que sucede en La banda asesina del Castigador: Una historia de guerra. Podría decir que es uno más de los innumerables tie-in que ha tenido el evento nacido de las páginas del Thor de Jason Aaron. Bueno, innumerables tampoco, aquí tenéis algunos de los que ha ido editando Panini, reseñados por mi compañero Txema: Vengadores, y los recogidos en los Extra de Universo Marvel 1, 2 y 3. Pero si os digo que Malekith ha intentado invadir los diez reinos, incluido la Tierra… sinceramente tenéis toda la información necesaria para leer esta miniserie. Y si habéis seguido el evento con interés, tal vez podáis plantearos si este tomo aporta información importante para el evento. Pues tampoco.
No nos engañemos, La banda asesina del Castigador es una excusa para que Gerry Duggan y Juan Ferreyra se lo pasen teta llevando a Frank Castle a hacer lo que más le gusta… y sin ningún tipo de contención, puesto que en esta ocasión no está matando personas, sino elfos oscuros, gigantes de hielo o demonios de fuego. Así, es mucho más fácil dar rienda suelta a las bestialidades que se le ocurra al guionista, y la verdad es que el personaje da para muchas de ellas. La premisa es que nuestro justiciero favorito promete vengar la muerte de los familiares de Frank Jones y de un grupo de niños huérfanos víctimas del ataque de Malekith a la Tierra. Para ello, irá cruzándose con una serie de inesperados compañeros de viaje y formará su propio escuadrón de guerra. Pero no es un escuadrón cualquiera: Foggy Nelson, Juggernaut, el Caballero Negro o Rompedientes, la cabra asgardiana de Thor.
Duggan se toma esta miniserie como una excusa para divertirse, sin tomársela jamás en serio… y ese es precisamente su mayor fuerte. El tomo es un continuo WTF tras otro, con escenas a cuál más burra, un Castigador en plan Juggernaut, un Juggernaut en plan Fezzik, y un Foggy Nelson muy muy divertido. Una serie pensada para satisfacer al fan del Frank Castle más salvaje, con una dinámica entre personajes francamente divertida, y mucho chiste visual y de situación. El hecho de que un humano se enfrente a criaturas como las que sirven de sparring para Frank no es excusa para que vaya con esa actitud a lo Equalizer o Venganza y apenas se inmute incluso cuando se tiene que medir con un demonio de fuego que le saca dos cuerpos.
En cuanto al dibujo, es obra de Juan Ferreyra. Si seguís mis reseñas (haceoslo mirar) me habréis oído ensalzarlo en numerosas ocasiones (Colder, Escuadrón Suicida), y soy gran seguidor de su obra. Por eso, ya hay ciertos recursos habituales en él que han dejado de sorprenderme y que casi voy esperando (las viñetas verticales que sirven de marco, su querencia por las líneas cinéticas…) pero qué grande es que siempre consigue hacer que me quede embobado en alguna página y me detenga en algo nuevo, alguna decisión que no esperaba en cuanto a encuadre o en cómo plantea una pelea. El guión tan bestia deja también espacio para que el dibujante se lo pueda pasar igual de bien, y hay escenas tan burras como un elfo asesinado a cabezazos, numerosos monstruos explotando o cierta escena con Juggernaut y Foggy en el coche que te hace reír a carcajadas con la incomodidad del asco que produce.
En definitiva, una serie descarada, gamberra, divertida, en la que Gerry Duggan se disfraza de Garth Ennis para hacer una de esas historias que tan bien sientan al personaje: una misión, muchos masillas que sufrir la inventiva del Castigador a la hora de buscar maneras de asesinar, y un grupo de compañeros tan dispar como soprendente. Aunque pueda pasar desapercibido por la traducción, la serie sirve además de homenaje (y hace así toda una declaración de intenciones en cuanto al tono que tiene) a ese Skull kill krew de Grant Morrison. La banda asesina del Castigador es una obra para echar unas risas, sabiendo que estás leyendo un entretenimiento con la única intención de que el lector se eche unas risas y no piense en nada más. Incluye los cinco números de la serie original, junto con portadas alternativas y dos artículos de David Hernández.
Lo mejor: Lo bestia y divertida que es. Ferreyra sigue pareciéndome uno de los artistas más frescos del momento.
Lo peor: Ir a leerla esperando una vínculo relevante con el evento al que dice pertenecer.