Entre los meses de abril y diciembre, y con una crisis del papel de por medio, la editorial de reciente creación SaludArte ha conseguido sacar adelante la publicación en nuestro país de la obra La adopción , de los autores Zidrou y Arno Monin. La historia se distribuye en dos libros, Qinaya y La Garúa , con una historia que, como todas las del guionista de Lydie o Los buenos veranos , tiene esa capacidad de darte un pellizco en pleno centro del pecho y conseguir que acabes la lectura con un nudo en la garganta. ¿He dicho dos libros? Bueno, la historia acaba en estos dos tomos de una manera absolutamente redonda, pero la editorial Bamboo acaba de publicar en Francia el tercer libro de la colección, y desde SaludArte nos han dado la buena noticia de que, no solo van a publicar este tercer tomo, sino que nos confirman que todavía nos esperan más números por venir.
La historia comienza cuando el carnicero jubilado Gabriel recibe la noticia de que su hijo ha tramitado la adopción de una niña peruana de 4 años, de una localidad que acaba de sufrir un devastador terremoto. La llegada de la niña a su vida es recibida con tibieza, en contraste con la alegría e ilusión del resto de su familia. Poco a poco, tendrá que aprender a relacionarse con la niña, con la dificultad que le supone a él que estuvo ausente de la educación de sus hijos porque siempre estuvo absorbido por su trabajo.
La historia, leyendo esa sinopsis, puede resultar conocida. La típica historia de viejo gruñón que tendrá que aprender a interactuar con una niña, y que acabará cautivado por la inocencia y alegría de la niña. Y no andaríamos muy desencaminados… pero el guionista tiene reservado un as en la manga, y cuando menos te lo esperas, te da un verdadero hachazo que no te ves venir y que le aporta un cariz radicalmente diferente a la historia. Sin entrar en detalles, y evitar a toda costa los spoilers (porque lo bonito es dejarte llevar por el viaje planteado por los autores), sí podemos indagar en los grandes aciertos que tiene esta obra.
Efectivamente, mientras dura esa fórmula previsible y conocida, el guionista recurre a presentarnos el día a día de Gabriel, su rutina de ejercicio y recompensa culinaria posterior junto a su grupo de amigos, los Gegés (llamados así porque todos tienen un nombre que comienza con G), y cómo su hijo comenzará a recurrir a los abuelos para que cuiden a la pequeña Qinaya. Son escenas de gran cotidianidad, en una sociedad en la que ambos padres suelen trabajar y el cuidado de los menores recae en gran medida en los abuelos. Pero con gran inteligencia, se nos van presentando estas rutinas, estos día a día… a la misma vez que se van dejando detalles del pasado y de las dinámicas familiares que son el verdadero tema central de esta obra.
Gabriel es un hombre metódico, muy responsable que, sin descuidar a sus hijos, antepuso siempre su trabajo y delegó la educación de sus hijos en la madre. Y eso es algo que con el paso del tiempo afecta a las relaciones familiares, y tiene un impacto en las personas que, no siempre exteriorizarán los sentimientos y las carencias. La llegada de la inocente Qinaya, no solo servirá para poner de relieve algunos errores del pasado, sino que brindará la oportunidad de remediar algunos de ellos.
La sensibilidad de Zidrou y su buena mano a la hora de escribir este tipo de historias con una carga emocional tan alta es tan conocida como su habilidad para rodearse de dibujantes capaces de plasmar a la perfección sus ideas. En este caso, se acompañará de Arno Monin, con quien ya había trabajado en Merci , y del que también habíamos podido leer Volando libre , editada por el sello Harriet. Monin es capaz de transmitir la paz y el sosiego del protagonista, y dota a la pequeña protagonista de una dulzura exquisita, que hace imposible no encariñarte con ella. Transmite con brillantez el lenguaje corporal y precisamente las escenas que mejor funcionan son aquellas en las que no hay diálogos, y en las que los personajes exteriorizan más sus sentimientos por sus actos y las viñetas detalle que por sus palabras. Es el caso, por poner un ejemplo, de la página en la que Gabriel aúpa en sus hombros a su nieta para que pueda ver a los ciclistas del Tour de Francia, en la que en apenas tres viñetas se pone de relieve la relación entre abuelo y nieta con una ternura absoluta.
El uso del color también es muy significativo, especialmente si comparamos los dos tomos. El primero es un tomo lleno de luz, de paletas dominadas por el verde limón y el amarillo, mientras que el segundo libro cuenta con un tono más apagado, y colores bastante más fríos, que acompañarán el tono de ánimo de algunos personajes, especialmente de nuestro protagonista. Ambos tomos se completan con algunos diseños y bocetos de personajes del propio Monin a modo de extras.
En definitiva, La adopción es una obra que agarra con fuerza el corazón, y lo zarandea en unas cuantas ocasiones. Una obra con una sensibilidad exquisita, capaz de dirigir al lector por donde quiere y distraer su atención haciéndole pensar que sabe perfectamente lo que le espera, mientras va introduciendo detalles que cuando explotan al final y los vas recordando uno a uno, hacen muy satisfactoria la lectura global de la historia. Una edición muy cuidada y a la altura de la obra que tenemos entre manos. Contamos los días para poder volver a estos personajes que, si bien con estos dos tomos no necesitaríamos leer nada más, les tenemos tanto cariño que a mí van a tenerme esperando el día que se publique el siguiente libro. Una obra sobre sentimientos y sobre la necesidad de exteriorizarlos. De lo mejor que nos ha dejado 2021.
Lo mejor: Lo bien que combina el estilo de Monin con el guión. Cómo Zidrou juega con tus expectativas y te engaña. Las emociones que consigue sacarte.
Lo peor: Lo que sufrimos junto al protagonista.