Tal vez algún lector avispado se haya dado cuenta de que me encanta la pintura, y cada vez que alguna editorial publica algún nuevo título en torno a la obra de un pintor, me tiro de cabeza a ella. No andaría muy desencaminado si dijese que Gustav Klimt es mi pintor favorito, por su estilo tan rompedor, excesivo, y ornamentado… sin perder ni un ápice de potencia en el trazo de las miradas y la delicadeza de los rostros. Cuando Norma Editorial anunció que publicaba esta obra de 2017 me alegró el día, por fin la obra que estaba esperando de lo que se ha venido a llamar el Pincelverso (Alfredo Matarranz©).
Esta Klimt se centra en un período muy concreto de la vida del pintor, y se deja infinidad de momentos importantes de la biografía de un artista que tiene una vida francamente interesante y con un estilo artístico influenciado por numerosas corrientes, como su evolución estilística permite adivinar. Pero a pesar de ello, creo que consigue algo muy importante: muestra la personalidad del austríaco, y deja entrever las dificultades que atravesó en cuanto a la crítica, algo que se repetiría años después de su muerte, cuando llegó a ser considerado como un artista decorativo y tuvieron que pasar años hasta que volviese a ser apreciado como merece.
La obra abre con una escena en la que Ferdinand Bloch-Bauer encarga a Klimt que pinte un retato de su esposa Adele. Tras esa introducción, un salto de seis años atrás en el tiempo donde iremos viendo desde la crítica aplastante de cierto sector hacia sus desnudos, sus tiras y aflojas con Wilhelm von Hartel, Ministro de Educación y Culto Público; pero sobre todo su manera de trabajar en un taller repleto de mujeres desnudas y cómo Adele Bloch-Bauer pasó de ser una curiosa de su arte a protagonizar algunas de las obras más desatacadas de la pintura universal.
Cornette y Renier sugieren una serie de sueños con referencias egipcias y bizantinas, así como otras centradas en la decapitación de Holofernes a manos de Judit (influenciadas por la pintura de Caravaggio), que intentan mostrar las obsesiones de Klimt y todo lo que se acababa viendo reflejado en sus pinturas. Es su manera de intentar meternos en la cabeza de un pintor único, con un estilo muy particular y dar explicación a algunos motivos de sus pinturas o a cuadros concretos en sí.
Pero una de las cosas que más me ha gustado de esta obra es que tengo la sensación de que los autores han hecho este cómic pensando en los que ya conocen al autor. Los que no sepan mucho de su vida, no deben preocuparse, puesto que la fabulosa edición de Norma incluye también una serie de artículos al final, con un repaso muy conciso de los principales acontecimientos de la biografía del pintor, así como sus diversas fases artísticas. Pero el que ya lo conozca un poco se va a encontrar una obra en la que oímos hablar de la Secesión vienesa, del Ver Sacrum, la curiosa relación con Emilie Flöge, y otro buen número de referencias que no son explicadas, se asume que ya son conocidas por el lector. ¡Si ni siquera aparece en ningún momento la que probablemente sea su obra más conocida!
El dibujo de Marc-Renier Warnauts (hermano de Eric, autor de Suites venecianas ) juega con la imaginería de esos diseños de Klimt, pero solo en las escenas oníricas, siendo un dibujo muy realista, que no pretende jugar a la evocación de su arte, como hemos visto con otro tipo de biografías de pintores. El color de Mathieu Barthelemy tampoco abusa de esos ocres o dorados que uno pudiera esperar, y se centra en unas paletas que juegan más a evocar la frialdad y austeridad del momento concreto de la vida del autor.
Una mención especial a la edición de Norma, en formato de álbum europeo de tamaño grande, y con un cartoné que, a diferencia del interior, sí juega claramente a evocar los dorados de la obra de Klimt. Además, como hemos comentado, se completa la obra con una biografía y diversos artículos cortos sobre aspectos fundamentales en la obra del autor.
En definitiva, Klimt es una biografía realizada con mucha habilidad, centrada en un período muy concreto, pero que contiene los aspectos fundamentales de su obra: los problemas con la crítica, el respeto de los entendidos en arte, su relación con las prostitutas que le servían de modelo, sus influencias, y un lugar especial para Adele Bloch-Bauer, probablemente su más conocida musa y protagonista de algunas de sus mejores pinturas. Lo mejor que tienen este tipo de biografías es levantar interés en el lector para conocer más al protagonista. En ese aspecto Klimt cumple con creces su cometido.
Lo mejor: El modo en que está condensada la obra, pasando por los puntos más relevantes de su vida y obra. Cómo se llega a «la mirada de Judit».
Lo peor: Que alguien llegue a ella esperando ver cómo se pintó El beso o conocer más sobre su técnica pictórica.