En 1995 se estrenó la película del Juez Dredd. Recuerdo perfectamente que mis padres nos dejaron a mi hermana y a mi en los fenecidos cines del Parque Oeste (eran un mojón) para ver una película. Como no hubo acuerdo, cada uno entró a ver una película distinta. En aquel momento tenía catorce años, no conocía a Dredd más que de alguna ilustración de la banda de thrash Anthrax y de un par de grapas que compré de saldo de la colección a color de Zinco. Me flipaba el cine de acción y me fliparon en su momento “Máximo Riesgo” y “Demolition Man”, los anteriores taquillazos de Stallone. Pues bien, la película que nos ocupa me gustó mucho, aunque claro, no tenía demasiado referenciado el material original.
Con un presupuesto de 90 millones, la película solo recaudó 113 en todo el mundo. Dirigiendo encontramos a Danny Cannon, realizador de videoclips que a la postre desarrolló una lucrativa carrera como productor televisivo (sobre todo en la franquicia de “CSI”). Protagonizó Sly en un momento dulce de su carrera, el diseño de vestuario fue de Jean Paul Gaultier y la banda sonora fue de Alan Silvestri ¿Cómo pudo ser tan mala adaptación? Pues muy sencillo, el guion de William Wisher Jr. y Steven E. De Souza (que al año siguiente dirigió “Street Fighter”) era una porquería.
Si recordáis la cinta, “Juez Dredd” empieza de puta madre. Un épico tema instrumental da la bienvenida a un logo muy comiquero, luego empieza el baile de portadas de 2000 AD y de ahí a una primera escena en la que el policía supremo de Mega City One acaba a golpe de pistola con un tiroteo entre bandas. Todo sigue bien, hasta que llega a la base, habla con Max Von Sydow y entonces ¡se quita el puto casco! Como os decía, en su momento no me parecía nada del otro mundo. luego me metí más en el rollo de los cómics y ¡ay mamá!.
El resto ya es historia. El caso es que “Juez Dredd”, como tantas otras películas de la época, contó con una adaptación al noveno arte. Fue publicada por DC Comics, editorial que un año antes comenzó a editar en Estados Unidos una serie regular del personaje escrita por Andrew Helfer (guionista también de esta adaptación) y dibujada por Michael Avon Oeming. Por su parte, esta adaptación fue dibujada por Carlos Ezquerra (creador gráfico del personaje), tuvo portada de Bill Sienkiewicz (mucho mejor que la elegida por Dolmen) y formato prestigio de 64 páginas.
Un equipo de lujo. Pero claro, el material de partida no era para echar cohetes. Andrew Helfer realiza una adaptación casi milimétrica, cambiando pequeños detalles (como el beso final) y obviando algunos pasajes sosos de la película. El resto es tal cual a su homólogo del celuloide. Así que ya sabéis lo que os vais a encontrar si habéis visto la peli.
Por lo menos tenemos a Carlos Ezquerra dibujando, que siempre es sinónimo de calidad. El autor maño es pura música punk ilustrada con sus composiciones, sus primeros planos, su trazo anárquico a la par que elegante. Las escenas de acción son una pasada. Cada vez que aparece en una viñeta el Robot ABC es motivo de alegría (¿Para cuando en España una edición de ABC Warriors?) por su diseño macarra. También es de agradecer que Ezquerra no se esfuerce demasiado por hacer que los personajes se parezcan en exceso a los actores del filme, predominando su estilo por encima de todo.
Terminando con el filme, la edición de Dolmen incluye un enorme dossier escrito por Barsen Sánchez de Campamento Krypton repleto de información interesante.
Este tomo conmemorativo (me sigue pareciendo mentira que hayan pasado ya treinta años) también nos ofrece una historia moderna del Juez Dredd que abraza la moda multiversal con un pequeño relato en el que la versión del cómic canónica une fuerzas con las versiones fílmicas de Sylvester Stallone y Karl Urban. Un divertimento ligero la mar de divertido que merece la pena, aunque sea solo por ver cómo se mofan cuando Sly se quita el casco.
En resumidas cuentas, si sois completistas de nuestro querido Dredd seguro que os gustará. Si os gusta la peli de Stallone seguro que también lo pasáis bien. Si os chifla el dibujo de Carlos Ezquerra no lo dudéis. Ahora bien, si sois detractores de la cinta que acaba de cumplir tres décadas, mejor no os acerquéis porque es una adaptación muy fiel.