Más de un cuarto de siglo ha tardado Vittorio Giardino en terminar la trilogía de Jonas Fink. Esta obra empezó a publicarse por entregas en la revista italiana Il Grifo en 1991, y terminó, ya en formato álbum, en 2018. Pocos meses después vio la luz la edición de Norma de su última parte, El librero de Praga, y a principios de este 2019, ya con la obra completa, ha lanzado la edición integral de la obra completa. Y aunque la espera ha sido tremendamente larga -cuando apareció el primer número de Il Grifo yo acababa de cumplir dieciocho años, cuando Norma editó El librero de Praga acababa de cumplir cuarenta y cinco- ha merecido la pena. En pocas palabras: Jonas Fink: Una vida interrumpida es una de las lecturas más potentes y absorbentes con las que me he encontrado en los últimos tiempos.
La trilogía de Jonas Fink nos cuenta, desde la perspectiva de su protagonista, la historia de Checoslovaquia desde poco después de su liberación de la ocupación alemana tras la Segunda Guerra Mundial hasta su invasión de 1968, con un epílogo poco antes de su disolución en la República Checa y la República Eslovaca. Aunque la historia narrada en primer plano es la de la vida de un niño judío de Praga sometido bajo la opresión comunista, conocer al menos los acontecimientos más importantes que ocurrieron en esta república centroeuropea en la segunda mitad del Siglo XX ayuda bastante a contextualizar los sucesos de esta obra.
Aunque la historia arranca en 1950, conviene echar la vista atrás unos años. En 1938, Alemania se anexiona la región checa de los Sudetes, con la firma de Francia y el Reino Unido en los Acuerdos de Múnich. En 1939, el resto de Checoslovaquia fue invadido por la Alemania nazi y el país dejó de existir. En 1945, los tanques rusos entraron en Praga, liberando así el país, que volvía a ser independiente. En 1946, en parte como consecuencia del clamor popular por la ayuda soviética y en parte por la decepción del pueblo con Europa occidental, que permitió la entrada de los nazis en el país, el Partido Comunista de Checoslovaquia gana las elecciones. En 1948, Checoslovaquia es controlada por la URSS de Stalin. En diez años pasaron de estar dominados por Hitler a estarlo por Stalin: salieron de la sartén para caer en las brasas.
Y en este punto empieza la historia. Jonas Fink es un niño de unos diez años, hijo de un médico judío, que es encarcelado nada más empezar la historia por el régimen stalinista por actividades contrarrevolucionarias. Sin acusación formal, sin pruebas, sin derecho a contacto de ningún tipo con su familia. La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 es, obviamente, papel mojado para la URSS de Stalin. Por cierto, ningún país votó en contra de esta Declaración, pero contó con las notables abstenciones de la Unión Soviética, Bielorrusia, Checoslovaquia, Polonia, Sudáfrica, Ucrania y Yugoslavia.
El gran delito del Doctor Fink es, como se puede ver según va avanzando la historia, ser un burgués. Pero ese delito no sólo hace que él acabe en la cárcel. A su mujer se le prohibe dar clases y al pequeño Jonas se le niega el derecho a estudiar aún siendo uno de los mejores estudiantes de su colegio. De ser una familia acomodada, los Fink pasan a vivir casi en la miseria. Y así, un estudiante prometedor acaba acarreando sacos en una obra siendo un niño por supuestos delitos que cometió su padre, y en este clima de miedo y opresión se desarrolla la vida de este joven.
Con el tiempo, Jonas va aprendiendo a vivir en este entorno. En la Checoslovaquia de los años 50 no se organizaban quemas de libros, como hicieron los nazis en los 30, pero la posesión de según qué libros -y la expresión de según qué ideas- estaban terminantemente prohibidas. Y así, el niño castigado por los pecados de su padre se convierte en un adolescente huraño, permanentemente enfadado con el mundo en el que le ha tocado vivir, y que busca satisfacer sus anhelos culturales en círculos clandestinos.
El cierre de la trilogía, cuarto volumen de la edición de Norma que partió el segundo en dos álbumes, nos presenta a un Jonas adulto, que trabaja en la librería en la que entró de niño, en los tiempos de la Primavera de Praga. En 1968, después de veinte años bajo la bota soviética, el presidente Alexander Dubček inició unas reformas aperturistas encaminadas a otorgar a los ciudadanos más derechos y libertades. La consecuencia fue que el 21 de agosto de 1968, los tanques soviéticos volvieron a entrar en el país, acompañados de medio millón de soldados del Pacto de Varsovia. Pero en esta ocasión no fue para liberarles de los nazis, sino para devolver al redil al país.
Aunque lo pueda parecer, Jonas Fink no es un panfleto anticomunista. La obra de Giardino tiene un deje permanente antitotalitarista, independientemente del signo político del que venga la opresión, y las ansias de libertad del ser humano están aquí y allá (recordemos No Pasarán, la trilogía de álbumes protagonizados por Max Fridman en la Guerra Civil Española), siendo la idea del rechazo a la tiranía el eje de esta obra. Es una lectura apasionante, un retrato de una persona amargada por los tiempos que le han tocado vivir, pero también una historia profundamente humana. Aunque Jonas sea una persona un tanto desagradable y egoista, la maestría con la que está narrada su vida hace que, si no empatizar con él, al menos el lector puede llegar a comprender cómo ha llegado a convertirse en la persona que es. Y eso no es fácil.
