Uno de los momentos más inquietantes de la historia del Joker llegó de la mano de (cómo no) Alan Moore. Al principio de su legendaria etapa en La cosa del pantano, los sucesos sobrenaturales desencadenados por el regreso de de Anton Arcane hicieron que, en su celda dentro del manicomio de Arkham, embutido en una camisa de fuerza, el Joker dejara de reír.
Dos décadas después de aquel momento, el Joker deja de reír de nuevo. Pero ahora no ha sido por culpa muertos volviendo del infierno, sino por algo mucho más material: tiene un tumor cerebral terminal.
Quien ríe el último
Este macroevento que pasó por más de una veintena de serie en los primeros compases del S.XXI, en la época de Luthor como POTUS y poco después de Tierra de nadie, tiene un punto de partida interesante. Siempre se ha visto al Joker como un personaje trastornado que no tiene límites. Pero, ¿y si además fuera consciente de que su tiempo en el reino de los vivos fuera limitado? ¿Y si supiera que en unos pocos meses el tumor que está en su cabeza iba a acabar con su vida? En una persona normal, podríamos hablar de las fases del duelo, podríamos plantearno cuál sería la reacción racional, o la emocional… pero el Joker no es una persona normal. Una vez asumido el más que probable desenlace de su enfermedad, decide, como era de esperar en él, irse a lo grande. Estando encerrado en la prisión de alta seguridad de La Losa, monta una complicada carambola para acaba contagiando de la toxina que le hace ser como es a la casi totalidad de los presos.
La estructura de esta historia, cuya primera mitad podemos leer en este tomo que hoy nos ocupa, es una de las más clásicas de este tipo de eventos: una miniserie central y un número en cada una de las series implicadas, al estilo de ¡Invasión! y La Guerra de los Dioses en DC o Secret Wars II y Civil War en Marvel. La gran peculiaridad que tiene Quien ríe el último respecto a otro tipo de cruces es que las series no hacen una pausa para contar un interludio relacionado con el evento de la temporada, sino que el evento penetra dentro de la serie, afectando los sucesos que se van contando dentro de la misma. Por ejemplo, en el número de Azrael, la serie regular que tuvo Jean Paul Valley tras La caída del Caballero Oscuro, el personaje jokerizado es la Hermana Lilhy, un personaje secundario de la misma al que pocos lectores que no siguieran esa serie conocerían. En la Young Justice de Peter David (¿tendremos algún día una edición en castellano de esta espectacular serie?), el personaje afectado por la toxina es Match, un clon de Superboy que apareció por primera vez en la serie de Kon-El en 1997 y tuvo veintipocas apariciones a lo largo de catorce años, y no ha vuelto a aparecer desde 2011.
De todos modos, no todos los números neceistan un conocimiento exhaustivo de las series en las que aparecieron. En Gotham Knights, por ejemplo, tenemos un curioso team-up entre Spoiler y Batman con cucarachas por medio. En Batman tenemos, en el que posiblemente sea el mejor número del tomo junto con el de Orión de Walter Simonson, a Ed Brubaker y Scott McDaniel, persiguiendo a Santa Klaus (no, no busques historia pasada del personaje, fue creado ex profeso para esta historia) dentro de una historia que gira alrededor de la mafia rusa de los bajos fondos. En Detective estamos en la época de Greg Rucka, autor que siempre se ha caracterizado por desarrollar personajes femeninos muy fuertes, y tenemos a Sasha Bordeaux y a la Cazadora persiguiendo a Alejandra Tarancón, un preso genérico de La Losa afectado por la toxina. Y hablando de personajes femeninos, en la serie de Batgirl, que por la época era Cassandra Cain, tenemos de invitadas a Spoiler y a Oráculo.
La lectura del tomo, por cierto, resulta algo incómoda por momentos, dado que la edición de ECC incluye todas las portadas juntas al final sin nada que separe los cómics incluídos, siendo el índice (y la percepción de los cambios de dibujante -cuando los hay- por parte del lector) la única pista para indicarnos que hemos saltado de un número a otro.
En resumen…
Quien ríe el último fue uno de los dos macroeventos de 2001 del Universo DC, siendo el otro Nuestros mundos en guerra, más centrado éste último en los títulos del entorno de Superman y al que veremos reeditado no tardando demasiado dentro de la colección Superman: El nuevo milenio. Ambos eventos tuvieron una extensión similar, Quien ríe el último llegó a los 34 números y Nuestros mundos en guerra a los 43, y ambos sirven como una interesante foto fija del Universo DC de principios de siglo. Quizás se pudiera haber contado esta misma historia en menos -muchos menos- números, pero el propósito de este tipo de crossovers no era la eficacia narrativa sino la dar la sensación de un universo cohesionado. Y en ese aspecto, logra su objetivo