Ya lo hemos comentado en alguna ocasión: los cómics de terror no disponen de recursos que el cine y la televisión sí tienen. En los productos audiovisuales, el ritmo lo marca la propia obra, y los sobresaltos llegan cuando y como están programados, y además tienen un apoyo auditivo para resaltar los momentos de tensión. Nada de eso está disponible en el cómic. El ritmo lo marca el hábito de lectura del lector, y además es un medio mudo. Por ello, conseguir dar miedo en un cómic es mucho más difícil que en una película, entre otras cosas porque cuenta con menos herramientas para ello. Así que cuando un cómic de este género te hace tragar saliva desde la primera página -justo debajo de estas líneas-, sabes que estás ante algo tremendamente bien hecho. Vamos con Infiel, de Pornsak Pichetshote y Aaron Campbell.
En Infiel -pensad en el significado religioso del término, no en el relacionado con el compromiso en una pareja- seguiremos a Aisha, una mujer árabe y musulmana que se ha casado con Tom, un hombre viudo con una hija de su anterior matrimonio y una madre racista. Todos viven en un edificio en el que tiempo atrás un vecino árabe hizo explotar unas bombas, a raiz de lo cual se estableció la tradicional relación entre raza árabe, religión musulmana y terrorismo. Si además añadimos al cóctel un fantasma que se alimenta de odio, ya tenemos la receta perfecta para un ambiente malsano dentro de una clásica historia de casa encantada.
La primera referencia que viene a la cabeza con la idea de partida de Infiel es, sin duda, Déjame Salir de Jordan Peele, una de las películas que más exitosamente han mezclado el terror con la denuncia del racismo en la sociedad actual. Hay que reconocer que el terror como género ha sido, hasta hace bien poquito, bastante racista. Cuando aparece un negro en un slasher de los años 80 -cuando aparece y no se les invisibiliza, vamos- sabes que va a ser uno de los primeros en morir. Y puede ser peor incluso: luminarias del género como H.P. Lovecraft soltaban diatribas racistas constantemente en su obra. Incluso en poesía. No sólo es correcto que las nuevas generaciones utilicen el medio para denunciar una lacra social que creadores anteriores incluso glorificaron: es apropiado.
De una forma muy interesante, Pornsak Pichetshote nos plantea distintos puntos de vista sobre el racismo. Los dos más interesantes son los de Aisha y su amiga Medina, y a lo largo de la obra se establece un diálogo entre las formas de pensar de ambas, pero no son las únicas. También tenemos cómo lo ven personajes que no lo sufren pero lo rechazan, como Tom, y otros que lo tienen totalmente interiorizado. Especialmente memorable es una frase de Medina: «El racismo es un cáncer que no se cura. Como mucho, remite.»
Pero Infiel no sólo es una obra de denuncia social. También es una historia de terror tremendamente inquietante y asfixiante por momentos, con más referentes además de la más obvia de la obra de Peele. Por supuesto, las historias de casas encantadas tienen un peso clave en esta historia, pero también habría que señalar la influencia del terror japonés con películas como La Maldición, donde tenemos a fantasmas asociados a fuertes emociones negativas. A fin de cuentas, el racismo es un tipo de odio.
Y para conseguir transmitir terror en un cómic, la labor del equipo artístico es especialmente importante. Aaron Campbell utiliza muy hábilmente todos los recursos que el medio pone a su disposición, dentro de las limitaciones que hemos comentado. Para dar una sensación de constante desconcierto, no repite en dos páginas seguidas la misma disposición de viñetas. Y los sustos más eficaces que da -dentro de lo que un cómic permite-, los da en la página de la izquierda, para que el lector se los encuentre de golpe al pasar de página. Y, por supuesto, el espectacular color de José Villarrubia colabora a darle a los momentos más tensos una sensación de opresión enfermiza que le viene como un guante. Aquí vemos por qué es uno de los coloristas más reputados del medio.
La sección de extras viene muy bien surtida en esta ocasión. Además de la tradicional galería de portadas, en la que podemos ver nombres como Jae Lee, Jeff Lemire o David Mack, tenemos documentos técnicos que resultarán muy interesantes a los aspirantes a profesionales del cómic: la propuesta que los autores hicieron a Eric Stephenson, director de Image Comics, con la presentación de la serie, diseño de personajes y sinopsis de la historia. Habiendo sido Pichetshote un editor, sabe muy bien cómo hay que presentar una serie y hace lo que él espera recibir. Tomad nota, futuros autores.
El resultado final es una obra con un guion impecable, un dibujo y un color brillantes y un trasfondo social que, lamentablemente, sigue estando de actualidad. No se me ocurre ningún motivo por el que alguien no querría sumergirse en esta obra, a menos que el potencial lector no disfrute con ese placer masoquista del malestar que se te agarra a las tripas cuando te enfrentas a una obra de terror bien hecha.