En el tomo anterior de Imperium ya comentamos cómo Valiant pone todo lo que está en su mano para que cada arco argumental funcione como una miniserie casi autónoma, sin por ello renunciar al crecimiento que permite una serie regular. Es por este motivo que con cada arco nos cambian el equipo artístico para que cada uno tenga su propia entidad, pero mantienen el guionista para que la línea de la serie continúe constante.
Imperium nos habla de ese modo de ver los superhéroes de un modo más pegado a la realidad política, heredero de The Authority o Ultimates. Probablemente Toyo Harada sea (a excepción de Divinity) el humano más poderoso de la tierra. El que fuera el mentor de Harbinger ha decidido establecer en Somalia su gobierno utópico. Ya vimos que esta iniciativa no tendrá una acogida del todo cordial por parte de otros gobiernos del mundo, la corporación Espíritu Renacido y algo llamado La Vid.
Si en el primer tomo planteábamos el programa de Toyo Harada y en el segundo dábamos cancha al proyecto Espíritu Renacido, Imperium 3 lleva por subtítulo El imperativo de La Vid, con lo que será esta misteriosa organización la que se quede con el tronco central de la trama. Tras una declaración de intenciones de Toyo Harada con un ataque masivo de advertencia a sus opositores, La Vid decidirá tomar la ofensiva. En el transcurso de la saga, asistiremos mediante flashbacks al primer enfrentamiento entre éstos y Toyo Harada en 1968, mientras descubrimos los ancestrales y alienígenas orígenes de la organización.
Comentábamos que Joshua Dysart recoge en Imperium el testigo de The Authority o Ultimates, pero ya no se trata de resultar rompedor y hacerlo todo a lo bestia. Esos cimientos ya fueron puestos y ahora Dysart decide que es el momento de profundizar en ellos y abrir todos los interrogantes que plantea este nuevo paradigma de superhéroe. Imperium pone de relieve la fina línea entre el héroe justiciero y el terrorista. Estamos ante un tebeo sin buenos ni malos donde el posicionamiento del lector no es de todo fácil. Por más que simpaticemos con un bando, los veremos cometer actos atroces en nombre de un bien mayor y hasta el propósito más noble puede verse afectado por los intereses personales.
El madrileño CAFU (acrónimo que encierra a Carlos Alberto Fernández Urbano) es muy consciente del tono de Imperium y del mismo modo que Dysart recoge el testigo de Warren Ellis y Mark Millar, CAFU recoge el de Bryan Hitch con incidencia en la narración panorámica de grandes momentos de acción, pero con su sello personal a través de esos grises que han engalanado su estilo a su paso por Valiant. CAFU ya tiene a sus espaldas un periplo nada despreciable por Marvel y DC, pero es en Valiant donde se ha permitido experimentar con ese estilo con el que cada día parece más cómodo y que lo está haciendo subir peldaños a un ritmo meteórico.
Comparte labor gráfica el gaditano Juan José Ryp en las escenas del pasado. Estilística y narrativamente se aleja por completo de CAFU, pero no se queda atrás a la hora de transmitir ese espectáculo de acción a gran escala que respira Imperium. Ryp trabaja ese estilo recargado deudor de Geoff Darrow que quizá pierde un poco de efecto en las escenas más diáfanas y calmadas, pero es absolutamente impresionante en las escenas de acción multitudinaria. Atentos por ejemplo al nacimiento de la semilla de La Vid en una viñeta que evoca La Cosa de Carpenter, que es absolutamente tremenda
Imperium sigue viento en popa como una de las series más interesantes de Valiant. Quizá se le podría achacar que estamos casi en una constante presentación. El segundo acto no termina de hacerse autónomo y no sé atisba aún nada del tercero. Ya tenemos el proyecto de Toyo Harada, tenemos a los villanos, pero a Imperium le queda tan sólo un tomo y lo van a tener complicado para terminar esta historia con una cierta rotundidad sin dejar cabos sueltos o precipitarse. En cualquier caso, la serie sigue dando acción contundente y persiste el interés de la trama por más que estire la misma idea, lo cual no es nada fácil. De algún modo, saben introducir nuevos elementos atractivos que no sólo no son postizos, sino que cohesionan la idea central y mantienen la curiosidad despierta.