No diremos que no lo vimos venir. En el tomo anterior el romance estaba en el aire y el título de este Hulka 2: Jen de corazones ya nos da pistas de por dónde irán los tiros. Sin embargo, Rainbow Rowell lleva algún tiempo demostrando que es una guionista tremendamente inteligente y la cosa va más allá del «chica conoce a chico» y todo lo que tradicionalmente ha conllevado eso en la ficción.
Tal como hizo con Runaways, Rowell disecciona los distintos ingredientes que hacen a Hulka ser quien es, los abraza y los asienta para llevarlos a su siguiente estadio. En el tomo anterior ya vimos cómo retomaba su carrera de abogada. De hecho, la aprovechará aquí para traer de vuelta a algunos viejos conocidos de su periplo en Runaways. Pero hay otros muchos pilares de personaje por desarrollar y una de ellas es sin duda el romance. En su propia concepción, ya arrancaba con un triángulo amoroso con Zapper y Rory y los escarceos amorosos han venido siendo una constante en sus más de 40 años, con lo que no es extraño que Hulka 2: Jen de corazones haga hincapié en este asunto.
Sin embargo, la cosa va mucho más allá, ya que explotará el aspecto romántico para explorar otros dos aspectos del personaje. Uno de los problemas de Hulka es que carecía de una galería de villanos propia y característica más allá de sus tiras y aflojas con Titania, que se habían tornado en poco más que un chiste y que Rowell aprovechaba con ingenio en el tomo anterior. Hulka 2: Jen de corazones da el primer paso para establecer una galería de villanos propia basada, por un lado, en la condición de monstruo gamma de Jen, pero también apoyada en el plano sentimental al que aludíamos. Y la cosa no queda ahí, porque sabemos que cuando a John Byrne se le ocurrió aquello de romper la cuarta pared, el recurso pasó a formar parte del ADN de Hulka, pero la guionista de Omaha sabe darle una vuelta para arrimar el ascua a su sardina. Y es que tradicionalmente, este recurso ha sido utilizado con fines humorísticos y, aunque también haya humor en este tomo, Rowell no olvida que este recurso parte de la base de Hulka hablándonos directamente a nosotros y que las posibilidades que conlleva pueden ir mucho más allá del chiste.
Y sí, es cierto, que Hulka 2: Jen de corazones es un tomo más de transición y sin la potencia del primero, pero quien siga a Rowell y vea lo que está construyendo ya se podrá hacer a la idea de que no es sino tomarse su tiempo para afianzar los cimientos de su visión de la buena de Jen Walters.
Sin embargo, el plano gráfico vuelve a resultar el más perjudicado. Para empezar, volvemos a tener dos dibujantes y privamos a esta serie de esa identidad visual propia que tanta falta le hace. Además el italiano Luca Maresca, que ya nos brindara la última parte del tomo anterior, en largo recorrido nos hace echar de menos a Roge Antonio, mucho más suelto en el acting que Maresca. Le sucede Takeshi Miyazawa, el artista canadiense de origen japonés con fuertes reminiscencias de la estética manga al que ya conocemos de obras como Runaways, Ms. Marvel o Spider Gwen. Miyazawa tal vez fluye mejor en el acting — aspecto fundamental en una serie donde los diálogos son la base — pero luce un acabado mucho menos preciso y más desordenado de lo que estamos acostumbrados a verle, lo que, sumado a un cambio de registro un tanto fallido del color de Rico Renzi para adaptarse al dibujante, no termina de dar en el clavo. Por fortuna, echando un vistazo al futuro en los números USA, parece que salvo una historia extra de Joe Quiñones, el plano gráfico parece asentarse con el uruguayo Andrés Genolet, viejo compinche de Rowell en Runaways, con lo que por fin podríamos tener esa unidad gráfica que echamos de menos.
Hulka 2: Jen de corazones puede parecer un ligero frenazo con respecto al tomo inaugural, pero sin duda hay muy buenos mimbres, humor, romance y, conociendo la trayectoria de Rowell, una concepción general del personaje y un plan a largo plazo que podría traernos muchas alegrías.