Es la hora de las tortas!!!

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Hulk de Byrne y Garney: Holocausto en la tierra de Dios

Hulk de Byrne y Garney: Holocausto en la tierra de Dios
Guion
John Byrne, Erik Larsen, Jerry Ordway, Ron Garney, Fred Hembeck
Dibujo
Ron Garney, John Byrne, Dan Jurgens, Sal Buscema, Mark Texeira, Mike Miller, Ron Frenz, Lee Weeks, Fred Hembeck
Tinta
Dan Green, John Byrne, Scott Koblish, Sal Buscema, Mark Texeira, Klaus Janson, Fred Hembeck
Color
Steve Buccellato, Tom Smith, Mark Bernardo
Formato
Cartoné. 18.3 x 27.7 cm. 336 páginas a color
Precio
35 EUR
Editorial
Panini Comics. 2021
Edición original
Hulk 1-11 y Annual 1999

El legendario John Byrne se une a Ron Garney, junto a otros talentos de primer nivel, para ofrecer una saga de Hulk como ninguna otra. Únete al Goliat Verde en su viaje al corazón de Estados Unidos, y a su propio pasado problemático, mientras se encuentra con amigos y enemigos por igual. Con Los Vengadores, Lobezno y La Cosa, en un puñado de encuentros memorables. Puede que Hulk quiera que lo dejen solo, ¡pero eso no es algo que vaya a suceder.

Creo que alguna vez lo he mencionado, si no aquí, en algún programa de nuestro podcast: nunca he sido fan de Hulk. No sólo no soy fan del personaje, sino que nunca he entendido la fascinación que el bruto esmeralda pudo despertar entre la chavalería de los años sesenta y setenta. Tuvieron que pasar años hasta que se lograron encontrar etapas realmente memorables del personaje, pero ni aun así ha logrado despertar mi interés en los más de cuarenta años que llevo leyendo tebeos. Qué se le va a hacer. Pero sí que he sido fan de John Byrne durante años. Así que en la lucha entre mi indiferencia por el personaje y mi afición por el guionista ha ganado esta última. Y si encima dibuja Ron Garney, un veterano que nos ha dado obras tan destacables como Heroes Return: Capitán América, o su etapa en Daredevil, este volumen tenía que ser lectura obligada.

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La premisa de la que parte este tebeo nos recuerda poderosamente a la del universo Marvels de Alex Ross: mostrar a los superhéroes y las consecuencias de sus acciones desde la perspectiva de los ciudadanos de a pie. Así, el holocausto al que hace referencia el título de este tomo tiene lugar en un pueblo de la América profunda llamado Faulkner, al que llega el fugitivo Bruce Banner. Pero Banner no viene solo: le acompaña, como siempre, la sombra de Hulk, que arrasa medio pueblo durante la noche. Al quedarse en el pueblo para ayudar con las tareas de reconstrucción, Bruce es consciente del daño que provoca el gigante esmeralda a su paso. Poco después, Hulk destroza un avión en pleno vuelo y lo estrella contra una zona residencial, acabando con las vidas de más de 300 personas. Pero Banner está prisionero del ex-emperador romano Tyrannus. Así que, ¿de dónde ha salido este Hulk? Mientras se resuelve este misterio que se extiende a lo largo de estos 11 números, Hulk se las verá también con una extraña secta adoradora de las plantas, Los VengadoresLobeznola adorable Cosa de ojos azules, además de recibir la visita de Doc Samson y SHIELD. Todo un plantel de secundarios de lujo para una historia que duró casi un año, y de la que Byrne se apeó al cabo de tan solo siete números y el Annual de 1999.

Se podría decir que Byrne, que tuvo su etapa de gloria en los ochenta y principios de los noventa con obras como La Patrulla-X: La saga de Fénix Oscura o Spiderman: Marvel Team-Up, sin olvidar sus memorables etapas al frente de Los 4 Fantásticos o La Sensacional Hulka, estaba en horas bajas cuando se hizo cargo del relanzamiento de Hulk, con un Vol. 2 del personaje. En su regreso a Marvel sucedió a Peter David, que había firmado una etapa inolvidable, tras la cual la editorial no sabía muy bien cómo manejarlo. Así que Byrne cortó por lo sano y nos trajo de vuelta al Hulk más salvaje y destructivo, apoyándose en los espectaculares lápices de Ron Garney. Por desgracia, los guiones de Byrne carecían del gancho necesario, y son historias cuanto menos ramplonas. La espantada de Byrne (presumiblemente por desavenencias con el nuevo editor de la colección, Tom Brevoort) dejó un marrón con el que tuvieron que lidiar sus sucesores.

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Así, la editorial se trajo a Erik Larsen (El Asombroso Spiderman: El regreso de los Seis Siniestros), que aunque ya lo estaba petando en Image con su The Savage Dragon, siempre ha dejado una puerta abierta para volver a trabajar en Marvel. Byrne le dejó el número 8 de la colección en bandeja, al hacer aparecer a Lobezno en la última página del 7. Con esto, Larsen se limitó a dejarse llevar y escenificó una brutal batalla entre Hulk y el mutante, que por aquel entonces había perdido el adamantium, así que sólo contaba con las garras de hueso, nada útiles contra un gigante de piel casi impenetrable. Ron Garney y Jerry Ordway (¡Vengadores, reuníos!) escribieron a cuatro manos los números siguientes, que contaron con el dibujante invitado Ron Frenz (El Poderoso Thor, Spidergirl), enfrentando a Hulk una vez más con La Cosa y cerrando de paso la trama con Tyrannus que Byrne había dejado inconclusa.

Para el Annual de 1999, Byrne repitió la jugada de su reciente etapa en Spiderman, volviendo a contar el origen del personaje, pero metiendo de por medio a los skrulls. Para ello se trajo a Lee Weeks (Spiderman vs. Mysterio, Héroes en Crisis), que hizo un trabajo muy destacable, salvando in extremis una historia más que conocida por todos. Este Annual se cerraba con una simpática historia breve de Fred Hembeck, el humorista titular de la Marvel de la época. Ay, ojalá algún día se recopilaran todas las páginas que hizo este hombre… Oh, espera…

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Podríamos decir que este Holocausto en la tierra de Dios contiene una gran etapa de Hulk bajo la batuta del genio Byrne, pero estaríamos faltando a la verdad. Es un arco argumental alargado 11 números en los que tanto el personaje como los guionistas van dando tumbos intentando encontrar un cierre satisfactorio. Y si bien lo consiguen, casi parece más de casualidad que por su buen hacer. Las splash-pages de Hulk aplastando cosas son muy de los noventa, pero uno esperaría otro tipo de recursos de John Byrne. No es su mejor obra, pero se deja leer y se digiere casi tan rápido como se olvida.