Haya o no tomado ECC decisiones cuestionables en otros sentidos, hay cosas que innegablemente pueden poner en su medallero y la recuperación de los clásicos del gran boom del cómic adulto de los 80 es una de ellas. Devolver a los estantes de las librerías obras como estas Historias negras, el Hombre de Ortiz y Segura o la Biblioteca de Fernando de Felipe — aunque, siendo estrictos, esta última ya entraría en la siguiente generación — son iniciativas a aplaudir.
ECC lleva ya un tiempo apostando por Alfonso Font y ya nos ha traído antes títulos como Barcelona al alba o Clarke & Kubrick. Afortunadamente, parece que no es la única editorial que apuesta por reivindicar a toda aquella generación que coincidió en la mítica Selecciones Ilustradas de Josep Toutain y que viviera su momento de gloria durante el llamado boom de las revistas de cómics para adultos de los 80. Aquella época nos daría cabeceras históricas como El Víbora, Totem, Cairo, Zona 84, Creepy o Cimoc, entre otras. Precisamente en estas dos últimas se publicarían seriadas las distintas historias cortas — la gran mayoría de sólo dos páginas — que se reúnen en este tomo de Historias Negras.
Pero antes de centrarnos en este conjunto de relatos repleto de pesimismo y humor negro, quería hacer un poco más de hincapié en el momento de gloria que vivía el cómic español. Y es que supongo que habrá muchos de vosotros que ni siquiera habíais nacido cuando se publicaban estas revistas y otros, como un servidor, eran demasiados jóvenes y solo tenían ojos para los pijamas que venían del otro lado del charco. Y es que vivimos hoy día un momento donde los nombres españoles están cada año en la lista de los premios Eisner y el boom, esta vez de la llamada novela gráfica, ha aumentado exponencialmente la presencia de autores españoles en librerías, con una producción tan enorme y diversa como probablemente no hemos tenido nunca. Sin embargo, dudo que lleguemos aún al nivel de calidad y popularidad de aquellos primeros años ochenta. Sólo centrándonos en aquella generación apadrinada por Toutain, tenemos nombres como Carlos Giménez, Jordi Bernet, Esteban Maroto, Alfonso Azpiri, José Ortiz, Auraleón, Pepe González, Josep María Bea, Fernando Fernández… o, por supuesto, Alfonso Font… y me dejo montones de ellos.
Afortunadamente, están siendo reivindicados mucho de ellos en los últimos años y son muchas las editoriales que han salido a hacerles justicia. Esto nos deja un momento muy dulce para que aquellos que no los conozcan descubran por primera vez a los responsables del que posiblemente es el mejor momento de la Historia del cómic en España. Y si sois de los que ya los descubrieron en su día, ahora hay oportunidad de hacerse de nuevo con todo aquello en ediciones recopilatorias.
En cualquier caso, quería dirigirme más al primer tipo de público que al segundo, ya que Historias negras, además de en su edición por entregas en Creepy y Cimoc, ha sido recopilada ya otras tres veces: por Norma en 1990, por Glénat en 2003, por Planeta en 2017 y finalmente en esta edición de ECC. Y es que Historias negras es quizá uno de los mejores puntos de entrada a Alfonso Font y, por ende, de todo este tipo de historietas de la época. Esta edición, como la de Planeta, procede de la que Strip Art Features, la agencia y editorial capitaneada por Ervin Rustemagić, hiciera en 2016 y no sólo recopila y colorea las historias originales, sino que las acompaña de un amplio apéndice con textos de otros autores y muestras de las obras más importantes de Font, además de bocetos, ilustraciones y material fotográfico.
Pero, ahora sí, centrándonos en el núcleo de las Historias negras, lo que tenemos aquí es una serie de 18 relatos cortos a modo de antología, con el nexo común de acercarse a lo más oscuro del alma humana. Historias negras es una recopilación que nos da un vistazo cargado de humor negro, pero profundamente descorazonador, a la mezquindad, la codicia, la hipocresía, la insensibilidad, la intolerancia, el egoísmo o, como se dice en uno de los textos, simplemente la estupidez del ser humano.
Historias negras nos crea en forma de pequeñas cápsulas una sensación inquietante, que nos puede hacer reír y al momento hacernos sentir culpables por ello o directamente hacer que se nos caiga el alma. Y es que, aunque hay temas que se observan aquí que desgraciadamente siguen igual de vigentes 40 años después, el modo en que se trataban dista mucho del de hoy día, con una visión mucho más descarnada e instantes profundamente perturbadores y desoladores.
Es aquí donde Font comienza a sorprender como guionista tras estar ya completamente consolidado como dibujante y resulta admirable su pericia para saltar de temática, género y ambiente a la vez que mantiene el tono como hilo conductor y una mirada de un mordaz pesimismo.
Pero por más méritos como guionista pueda tener, lo tiene francamente difícil para superar los que tiene como artista. A estas alturas, reivindicar la inmensidad de Font como dibujante está de más, pero sigue resultando increíble su habilidad para mantener su identidad e introducir pequeños cambios de registro casi en cada historia. En función de cada una, vamos viendo como aparecen más o menos o se alternan tintes de Giraud, Breccia, Pratt, su compañero Carlos Giménez o clásicos de las tiras americanas como Raymond o Caniff, pero al final todo es Font. Narrativamente, también introduce variaciones sutiles entre historia e historia y, pese a pegarse en casi cada relato a la rejilla de tres tiras, cada una tiene su propia personalidad.
La nota más negativa es probablemente el color, que fue añadido en 2016 para la edición de Strip Arts Features para estas historietas que salieron originalmente en blanco y negro. Aunque no hay acreditado otro autor que el propio Font, sorprende encontrarse a mitad del tomo una nota que lo alude específicamente como colorista de la segunda mitad, el apéndice. Toda la primera parte, que comprende las historias originales, cuenta con un coloreado digital que dista bastante del tratamiento manual de color de otras obras de Alfonso Font. Sin más información, no se puede asegurar con vehemencia, pero da la sensación de ser un color ajeno a Font, que no termina de encajar con sus dibujos y que ha envejecido bastante en tan solo ocho años.
Sea como sea, Historias negras sigue siendo una obra fundamental, que además resulta perfecta como punto de entrada para aquellos lectores a los que antes nos referíamos, que aún no se ha adentrado en la obra de este autor catalán o en todo aquel mundo del cómic español adulto de los años 80, esencial para entender la historia de nuestro cómic y sin duda uno de nuestros pináculos a nivel artístico.