Con “Hinatsugi, el pueblo de las muñecas” llega una mangaka nueva a la oficina. Se trata de Aki Shimizu. La artista comenzó su carrera como ilustradora y diseñadora de videojuegos. De hecho, su anterior trabajo destacado fue una adaptación del RPG Suikoden III. Ahora, ECC ha licenciado su obra con la que debuta en nuestro país. La editorial busca así nuevos nombres para seguir explotando el muy boyante mercado de manga de terror. Pues bien, desde aquí os aseguramos que la obra merece la pena.
Bienvenidos a Hinatsugi
Estamos ante un manga autoconclusivo. En 220 páginas, la autora nos presenta una historia que va como un tiro desde el principio, consiguiendo una atmósfera turbia y malsana en el momento en que el aspecto sobrenatural de la obra asoma la patita. Spoiler: no tarda mucho.
La premisa es sencilla: Un grupo de estudiantes se pierde en el monte Hinatsugi. Acabarán llegando a un pueblo donde solo tendrán dos opciones: O convertirse en un miembro de la aldea, o ser parte de un miembro de la aldea. No es lo mismo, desde luego.
Para crear el mundo de Hinatsugi. Shimizu hace acopio de muchas leyendas propias del folclore japonés, mezclado con celebraciones reales como la celebración de Hinamatsuri, el día nacional de las niñas donde las familias suelen mostrar las muñecas con las que juegan. Parece un cocktail algo extraño, pero creedme que la mezcla da buenos resultados.
Aunque hay algunos elementos del dibujo algo fallidos, sobre todo aquellos que requieren de un dinamismo mayor, se nota que en este manga su autora ha echado el resto gracias a una trama envuelta en misterio con varios giros sensacionales que no deja un momento de respiro ni a sus protagonistas ni a los lectores gracias a su capacidad para enganchar. Se nota bastante el pasado de la autora como diseñadora. Todas las criaturas pesadillescas de Hinatsugi son una pasada. Su adición al guion malrollero hace que este manga sea tan ligero como divertido de leer.
A título personal también debo reconocer que me han gustado mucho algunas reflexiones que hace sobre las obsesiones típicas de la cultura familiar nipona. Hinatsugi también refleja la obsesión de los padres, que han tenido una vida complicada, en evitar que sus hijos cometan los mismos errores que consideran que ellos han cometido. Si por el camino destruyen cualquier posibilidad de que los descendientes se formen de manera independiente o sin complejos es un daño colateral aceptable.
La carga materno-filial de la obra dará lugar a algunos momentos sumamente escabrosos que, acompañados al sentimiento de angustia de unos protagonistas que se ven superados por un lugar cuyas reglas no comprenden, ayuda a que la obra resulte todo lo malsana que debe ser.
Malsano, turbio, mal rollista son adjetivos que habéis visto a lo largo de esta reseña de Hinatsugi. Pues creo que me quedo corto la verdad. Puede que Shimizu no llegue a los niveles de Ito o Kago. Tampoco es que le haga falta, ya que la autora sabe echar el freno antes de que la narrativa desvarie completamente. No me malinterpreten, en mi casa somos fieles creyentes de la palabra de Junji Ito, y el hecho de que este manga sea bastante más comprensible que muchas de sus obras simplemente dice de él que es una obra distinta, ni mejor, ni peor. Simplemente agradezco que, de vez en cuando, aparezcan obras más sencillas de leer.
En definitiva, Hinatsugi es un manga estupendo con el que pasar un buen rato. Hay sustos y muecas de asco garantizadas. Habrá que seguir de cerca a la autora.
