Desde que Jonathan Hickman irrumpió como un elefante en una cacharrería en la franquicia de los X-Men, la línea editorial dedicada al homo superior ha vivido una constante fluctuación en las series que han ido englobando cada paso de su viaje. Hijos del átomo estaba destinada a ser una de las primeras, pero algo llamado pandemia se puso en su camino.
La serie creada por Vita Ayala debería haber debutado en el transcurso de Amanecer de X, junto a otras como Factor X, Cable o Infernales. No obstante, como su desarrollo no afectaba al crossover X de Espadas, no debutó hasta marzo de 2021 con un primer número que se sitúo en el puesto 22 de los tebeos más vendidos del mes en Estados Unidos.
Aunque bueno, como ya es sabido Hijos del átomo cerró en su número seis tras finalizar su primer arco. Mismo destino que han corrido Senda de X o Corporación X, cabeceras que por mucho que desde la editorial maquillen como miniseries dudo que ese fuera su cometido inicial.
Hijos del átomo. Apostando por lo “desconocido”
En Hijos del átomo, encontramos como guionista a Vita Ayala, uno de esos nombres que aparecen en Marvel de repente y que antes de darnos cuenta está por todas partes, sirviendo lo mismo para un roto que para un descosido. Da igual que sea Nuevos Mutantes, que Morbius o que alguno de los one-shots de Heroes Reborn. Al final, acaba funcionando como una máquina de hacer guiones con el piloto automático activado.
No obstante, parece que en Hijos del átomo Vita Ayala ha encontrado su propia voz, ofreciendo una historia que juega al despiste pero que se apoya demasiado en un autoimpuesto plot twist que, al igual que un mago de un solo truco, acaba teniendo fecha de caducidad en el momento en que el conejo sale de la chistera y ya no puedes volver a meterlo en ella.
Hijos del átomo nos presenta a la última generación de mutantes adolescentes. Una alineación compuesta por cinco chavales que apuesta por la diversidad racial y sexual. Algo que, en el fondo, siempre ha estado presente en la Patrulla X desde los tiempos en que Chris Claremont se hizo cargo como patriarca mutante de toda la línea.
Este quinteto (presentado de manera detallada y minuciosa por Vita Ayala) tiene unas habilidades y poderes basados en los miembros clásicos del grupo (y dentro de clásicos también estoy incluyendo a Gambito). No obstante, por algún motivo no pueden llegar a Krakoa por los portales y los telépatas de la isla nación mutante no pueden “escanear” sus mentes.
Con este halo de misterio seremos testigos de una serie de corte juvenil con un tono ligero y divertido donde además de las consabidas peleas contra los villanos de turno podremos disfrutar de una buena sobredosis de compañerismo, amistad y de angustia juvenil regadas con unos diálogos llenos de chispa.
En Hijos del átomo, Ayala también ofrece una interesante doble lectura relativa a las expectativas y sueños que pueden llegar a tener los adolescentes y los peligros que entraña el hecho de idealizar en exceso algo o a alguien. En este caso, son los mutantes de la Patrulla X el máximo a lo que pueden aspirar, y para alcanzar dicha meta tomarán complicadas decisiones que entrañan excesivos riesgos.
La parte artística viene firmada por Bernard Chang y Paco Medina (este en menor medida), dos dibujantes que en su momento estuvieron apuntados a la corriente del “amerimanga” y que han evolucionado mucho a lo largo de los años hasta encontrar un estilo propio. Aquí su trazo dinámico y ágil le sienta como anillo al dedo a la historia de Ayala.
Lamentablemente, como he mencionado, la serie fue cancelada en su sexto número. Ayala deja las tramas principales cerradas de manera efectiva, pero no me hubiera importado saber más cosas sobre estos personajes y ver su evolución durante un puñado de episodios más.