Tan solo hace tres de años que la gente de Moztros desembarcó en nuestro sobresaturado mercado comiquero. A priori, uno podría pensar que no había hueco para una nueva editorial, con varias grandes copando la mayor parte de las estanterías de las tiendas, una notable cantidad de medianas y un sinfín de pequeñas. Pero como hemos comentado en innumerables ocasiones, la cantidad de material que se publica tan solo en Estados Unidos -para qué hablar de Europa y Asia- es inasumible para un país de nuestro tamaño, y es inevitable que haya obras interesantes que se queden sin publicar. Y con muy buena vista, la editorial de origen argentino nos fue dejando caer títulos como el deseado Ice Cream Man o el Sweet Paprika de Mirka Andolfo, y se han ido haciendo con interesantes licencias como la de Bad Idea o el bombazo del Energonverso y sus Transformers. En esa línea tenemos entre manos ahora Hexagon Bridge, una interesante propuesta de ciencia ficción firmada por Richard Blake. Tranquilo, no es que no seas capaz de ubicar a este autor: ésta es su primera obra dentro del mundo del cómic.
Hexagon Bridge es una historia ambientada en el futuro lejano del siglo XLI, en el que se ha descubierto un portal a una dimensión paralela bautizado en la nuestra como el Puente. Tras varias exploraciones automatizadas, dos cartógrafos cruzan el Puente para explorar y documentar lo que hay al otro lado. Pero de repente, los cartógrafos en cuestión, Jacob y Elena Armlen, dejan de dar señales de vida. Años después, su hija Adley, que tiene poderes clarividentes, junto con la ayuda de un robot inteligente, cruzará el puente para buscar a sus padres, encontrándose un mundo que resulta tan familiar como alienígena.
La primera sensación que nos da este argumento es que estamos ante un high concept tan simple como manido, el héroe que se embarca en una aventura por mundos desconocidos en busca de sus seres queridos. Podemos ver este tipo de historia hace más de dos milenios, en el mito de Orfeo y Eurídice, y desde entonces va surgiendo periódicamente aquí y allá. La originalidad de lo planteado es escasa, y ni la historia tiene mucha profundidad ni los personajes son precisamente complejos. Pero no es en el plano argumental donde Richard Blake echa toda la leña, sino en el cómo nos cuenta lo que nos cuenta.
Richard Blake es un autor con formación en diseño gráfico, y su vida artística ha pasado por medios tan distintos como la pintura, habiendo expuesto en galerías en Nueva York, o el audiovisual, donde ha hecho prácticamente todo, desde storyboards hasta edición. Su interés por el mundo del cómic viene de antiguo, según ha contado en alguna entrevista es lector de cómic europeo desde su juventud, citando como favoritos personales a autores como Moebius, Bilal, o Schuiten. Esto hace que, tras varias frustraciones personales tanto en el mundo del cine como en de las bellas artes, decida unir toda su experiencia previa e intentar contar una historia en un medio en el que arte y narrativa se dan la mano. Optó a la beca Creators For Creators, que no consiguió, pero llamó la atención de Jonathan Hickman, que se lo hizo llegar a Eric Stephenson de Image, donde acabaría viendo la luz su primera obra en el medio. Y el resto es historia. Bueno, historia y cuatro años de duro trabajo: empieza a trabajar en Hexagon Bridge en 2019 y ve la luz finalmente en 2023.
La auténtica potencia del trabajo de Blake está precisamente en el apartado gráfico. Aunque la historia no sea original ni su tratamiento sea innovador, visualmente, esta obra es espectacular. Tanto el diseño de esa dimensión paralela, con edificios que podrían estar sacados de nuestro mundo real mezclados con estructuras flotantes con un punto de arquitectura onírica, como la composición de página son brillantes. Quizás le falte un punto en narrativa, que aunque Blake tenga experiencia contando historias con imágenes en storyboards, el cómic tiene su lenguaje propio y no hay que perder de vista que ésta es su primera incursión en el medio. En ese aspecto, nos puede recordar en cierto modo al Mathieu Bablet de Shangri-La, una obra que distaba mucho de ser redonda pero nos dejaba claro que había que poner un ojo sobre su autor porque tenía mucho potencial.
La sensación que nos deja Hexagon Bridge es que estamos ante una obra con más aspiraciones que resultado final. Que la idea del mundo que nos presenta es interesante pero está poco desarrollada, y que los personajes no terminan de conseguir que el lector les coja cariño. En cambio, es un mundo con potencial suficiente para poder contar más historias en él, y Richard Blake es un autor que puede llegar muy alto si es capaz de firmar, sin ningún tipo de ayuda, una obra como esta. Nos apuntamos su nombre.