Tom King es una de las grandes estrellas de los últimos tiempos de DC. Desde su primer trabajo largo, la conversión de la serie de Nightwing en una historia de espías en la espectacular Grayson, ha conseguido el favor unánime de crítica y público. Y prácticamente todo lo que ha hecho después ha terminado teniendo un prestigio similar. Omega Men, El sheriff de Babilonia, Mister Milagro, La Cosa del Pantano… es un autor que, surgiendo prácticamente de la nada, acumula premios Eisner de forma compulsiva, y por su sorprendente control de las técnicas narrativas del medio se le ha llegado incluso a comparar con el mismísimo Alan Moore. Incluso su larga etapa en Batman, bastante más comedida en sus planteamientos por ser un superhéroe totalmente mainstream, ha sido lo más interesante que se ha hecho con el personaje desde la salida de Grant Morrison. Pero hay una serie que ha provocado todo tipo de improperios: Héroes en crisis. ¿Y a qué se ha debido esto?
Sobre qué es Héroes en crisis se ha hablado mucho a lo largo del último año. En resumen, podríamos decir que es un whodunnit en el que se investiga el asesinato de un puñado de personajes de tercera fila y alguno que otro de segunda en Santuario, un centro secreto creado para tratar el estrés postraumático de los superhéroes en su día a día. Como se puede apreciar, el tipo de historia que se cuenta está más cerca de Crisis de Identidad que de las otras Crisis, las que tratan de reajustes cósmicos de continuidad. Y al igual que en la mencionada Crisis de Identidad, el misterio del asesinato es una simple excusa para profundizar en las emociones de los personajes. Así, es mucho más interesante lo que plantea Héroes en crisis que lo que cuenta, que, a fin de cuentas, es una historia que ya hemos visto mil veces. Pero lo que deja caer de fondo, el motivo por el que existe Santuario es que la labor de héroe deja secuelas, y no sólo físicas. Que son personas con pies de barro. Y oye, que por muy semidioses o alienígenas superpoderosos que sean alguno de ellos, hay cosas con las que cuesta lidiar al final del día. Cierto, no es la primera vez que se plantea esta idea. Podemos irnos a finales de los años 80, cuando al final de la etapa de John Byrne al frente de Superman, éste asesinó al General Zod del universo de bolsillo y sus sicarios. Por este hecho, Superman desarrolló un desorden de personalidad múltiple por el cual se autoexilió en el espacio, siendo una de las historias más memorables de la época.
¿Qué problema tiene entonces Héroes en Crisis? Varios. Quizás el principal es la caracterización de personajes. Si lo que ocurre en esta serie hubiera tenido protagonistas genéricos o personajes olvidados menos definidos, no habría rechinado tanto. Pero el tratamiento de varios de los personajes principales es totalmente incoherente con lo que sabemos de ellos. No tiene mucho sentido, por ejemplo, que Harley Quinn, psiquiatra, psicóloga criminal, diga que no cree en los traumas psicológicos. Y lo que hacen con Wally West… bueno, vamos a dejarlo en que alguien en las altas esferas de la editorial debe odiar mucho a este personaje. Pero para todos los que Wally es nuestro Flash, no es de recibo lo que hacen aquí con él.
Aún así, la caracterización de según qué personajes no es el único problema que tenemos en esta serie. También hay que señalar que, para lo que tiene que contar, la historia está demasiado alargada. Sí es cierto que las escenas de bustos parlantes en las que los personajes desnudan sus inseguridades y sus miedos en Santuario sirven de definición psicológica de los héroes, pero se dedica demasiado tiempo a personajes que no tienen absolutamente ninguna importancia en el desarrollo de la historia. Por ejemplo, las seis páginas dedicadas a la sesión de Gnarrk están tremendamente bien escritas y son muy emotivas, pero quitando todo lo que tiene que ver con el Titán troglodita, la trama no se resentiría lo más mínimo. Y en varias ocasiones, el añadido de este tipo de escenas de relleno rompe el ritmo de lo que están contando. Que, dicho sea de paso, tampoco es el ritmo narrativo más inspirado que ha tenido el autor que nos maravilló en Mister Milagro. Entre entrevistas, flashbacks y escenas en el presente, el resultado final es… no sé, disperso.
Pero no todo lo que tiene que ver con Héroes en crisis es criticable. Hasta en su peor trabajo, Tom King siempre tiene unos destellos de calidad que lo sitúan muy por encima de la media de sus compañeros de profesión. Y aquí se luce con una de sus mejores virtudes: los diálogos. En una historia en la que la definición psicológica de los personajes es clave, unos diálogos bien escritos son fundamentales y aquí los tenemos. Esta misma historia dialogada por un escritor menos capaz habría patinado miserablemente.
También hay que dedicarle un momento al dibujo. El dibujante principal, Clay Mann, hace un trabajo precioso, funcionando a la perfección tanto en las escenas más calmadas como en las de acción. Quizás se le podría criticar que hipersexualiza demasiado a determinados personajes femeninos, como Batgirl o Hiedra Venenosa, pero ese es un mal endémico del medio que en ocasiones llega a resultar un tanto molesto. Más criticable es que en una serie como ésta, planteada como un evento editorial importante, la planificación editorial haya sido tan atropellada que no haya permitido tener un único dibujante. Al menos, los dibujantes que han venido en ayuda de Mann son de la talla de Mitch Gerads o Jorge Fornés, y aunque el cambio de estilo se nota, son páginas a muy buen nivel.
Respecto a esta edición en un volumen único, hay que señalarle una virtud: la lectura de Héroes en Crisis de una sentada es mucho más agradable que cuando, en su día, fue publicada serializada en grapas mensuales. Había números en los que no pasaba prácticamente nada y era un tanto frustrante. La sensación que da en tomo es que es una historia con momentos más intensos y más pausados, pero no deja mal sabor de boca. Físicamente, estamos ante un tomo en cartoné en el estilo de muchos otros de la editorial, en el que se incluye la miniserie completa, acompañada de una galería de portadas alternativas y tres doble splash pages en las que se aprecia que Tomeu Morey es mucho más que un simple colorista.
Héroes en crisis es, en definitiva, una obra que, si bien no es totalmente fallida, no alcanza los estándares de calidad a los que nos tiene acostumbrados su guionista. Técnicamente es correcta, no está especialmente inspirada, pero tampoco es un cómic mal hecho. Lo dicho, quizás lo más criticable es lo que hace con según que personajes y que no hay nueces suficientes para tanto ruido. Aún así, como mínimo es una colección de páginas de Clay Mann en las que recrearse visualmente.