Curiosa propuesta la que nos llega de la mano de Planeta Cómic y de los autores Robbie Morrison y Charlie Adlard. Hereje es una historia en blanco y negro, con alguna página en bitonos rojos, sobre asesinatos en serie pero con un tono algo diferente al resto de historias que acostumbramos a ver en el sello Image, donde se publicó originalmente. No solo por su aspecto, sino por su extensión y formato, que se aleja del habitual. La edición tiene un tamaño aumentado, y un precio bastante ajustado.
Los protagonistas de la historia son dos personajes reales: el alemán Cornelius Agrippa, y el neerlandés Johann Weyer. Ambos personajes son conocidos por su investigación en ocultismo y demonología, con obras muy influyentes como De occulta philosophia libri tres del primero o De Praestigiis Daemonum et Incantationibus ac Venificiis del segundo. En Hereje vemos cómo Agrippa acepta a Weyer como aprendiz durante la investigación de unos misteriosos asesinatos que se están produciendo en Bélgica a principios del siglo XVI. La magia y la demonología estarán presentes en todo momento de la investigación, algo que la Inquisición se encargará de hacer frente con toda su ferocidad.
Cuenta el propio Morrison en un artículo al final de la obra cómo supo de los dos protagonistas de esta obra casi por casualidad y siempre los vio como una suerte de Sherlock Holmes y John Watson, y es la historia que siempre se planteó en su cabeza. Sin necesidad de leer esa propia declaración de intenciones, es algo muy evidente. Se nos vendrán a la mente la química entre los dos personajes de Arthur C. Doyle pero, gracias al peso de la religión en esta historia, aún más la versión que hizo Umberto Eco en su El nombre de la rosa. Y es que aquí Agrippa es un estirado pero antepone el conocimiento (como Guillermo de Baskerville), y Weyer sí es un pardillo inocente como lo era Adso en la obra de Eco.
A pesar de tener varios asesinatos, no estamos ante una obra que predomine por su acción, probablemente por el tono académico que le da Morrison al protagonista principal, y también por la cantidad de personajes involucrados, con la intención de generar la duda entre los lectores para que busquemos continuamente quién puede esconderse detrás de los asesinatos que estamos viendo. A pesar de ser Agrippa un gran conocedor e investigador de lo sobrenatural y la demonología, siempre mantiene la racionalidad en su investigación, y no se deja llevar por las apariencias, algo que aporta seriedad a la historia, sin dejarse llevar por lo fácil del elemento demoníaco.
El dibujo de Adlard es fabuloso. Se le nota que tiene tiempo y se explaya con algunas composiciones muy atractivas, y el detalle de algunas páginas es algo a lo que no estábamos acostumbrados con sus anteriores trabajos. La obra está desarrollada entera en blanco y negro, con sombras en gris, salvo algunas páginas concretas que se nos presentan en un bitono rojo para darle un contexto específico a la historia. Siendo el dibujo uno de los elementos más destacables de la obra, tengo que decir que he tenido un problema con él y es que, después de leer sus 187 cómic en Los muertos vivientes, me ha costado mucho desconectarle de la serie de Robert Kirkman y me he pasado gran parte de la obra esperando que apareciese en cualquier momento Michonne, Rick o Negan… Cosas que pasan. XD
En definitiva, Hereje es una obra autocontenida que cuenta una historia de investigación de asesinatos en pleno siglo XVI y con la interferencia de la Inquisición en una investigación que apunta a elementos demoníacos… Se trata de una obra algo densa y en la que cuesta un poco entrar debido a la cantidad de personajes que aparecen, pero que se mantiene gracias al excelente trabajo de Charlie Adlard, con un dibujo mucho más contundente, al no tener el yugo de las fechas de entrega fijas que tuvo en su serie más conocida. Interesante historia que deja con ganas de conocer más a sus protagonistas, si no sabías mucho de ellos.
Lo mejor: El dibujo de Adlard. La elección por la racionalización del protagonista, no dejándose llevar por lo fácil.
Lo peor: Lo difícil que resulta separar a Adlard de su trabajo más conocido.