Lo de la exportación, éxodo, migración, o como quiera llamarse, de talento español a los mercados del cómic de otros países lleva presente más de medio siglo y en nuestros días ya se ve como algo, no ya normal, sino como la primera opción para que un dibujante de cómics haga carrera. Sin embargo, el caso de Ken Niimura puede que sea singular, ya que, a no ser que me falle la memoria, es el único que ha trabajado para los tres grandes mercados de la historieta: Francia, USA y Japón.
Si bien, su periplo por el mercado francobelga ha sido más bien residual, son bien conocidas la obras realizadas para el circuito norteamericano junto con Joe Kelly, como Soy una matagigantes o Sargento Inmortal, y, en el caso del mercado japonés, un buen exponente podría ser este Henshin.
Henshin fue publicado originalmente entre 2013 y 2014 en el site de Web Ikipara Comic de la revista Monthly Ikki, de Shogakukan y, de hecho, la que nos trae Astiberri es su segunda vida en España con nueva portada y bien cargada de extras, tras la primera edición de Norma, hace ya más de una década.
Lo que nos deja Ken Niimura en Henshin es una colección de trece historias cortas, algunas de las cuales tienen cierta relación y otras no, algunas tienen un componente autobiográfico y otras no, algunas son cómicas y otras no… pero hay una cosa que todas tienen en común: De un modo u otro, bien sea por un giro final, por una idea arrojada antes de cerrar o por lo que sea, nos dejan rumiando. Parafraseando a cierto doctor, es como si todas estas historias fuesen más grandes por dentro.
Una adolescente recién mudada a la gran ciudad, una cena familiar con el jefe, un noche loca casual, una barbacoa… y por supuesto, gatos, muchos gatos, son algunas de las premisas a través de las que Niimura puede ofrecernos casi cualquier cosa que podamos imaginar. Como si fuera un episodio de los Simpson, podemos saber cómo empieza una historia de esta antología, pero nunca sabremos cómo termina y por dónde la va a llevar.
Y es que aunque abunda la comedia, o al menos una cierta ironía, hay historias realmente lúgubres y tristes, historias que giran hacia la locura trepidante y exagerada y otras que simplemente lanzan una de esas ideas que consiguen que la historia permanezca, continúe y resuene dentro de nuestros cráneos después de la última viñeta.
Y es que casi podríamos decir que esa es la gran especialidad de Ken Niimura, hacernos ver o implantarnos en la cabeza cosas que realmente no están escritas o dibujadas de manera explícita. Cuando hablábamos, por ejemplo, de No lo abras Jamás, mencionábamos ese estilo minimalista donde muy poca información en el papel contiene mucho más por dentro. La genialidad de este autor está en conseguir máximos con mínimos. Tal vez poniéndonos un poco pedantes podríamos decir que Niimura es algo así como un dibujante haiku, que con muy pocos elementos es capaz de trasladar montones de ideas y sensaciones, más de las que caben en sus páginas y es por eso que tienen que buscar hueco para seguir resonando en algún otro sitio, una vez leídas.
El tiempo que se tarda en leer las más de trescientas páginas de Henshin es realmente muy breve, pero el que realmente vamos a pasar dentro de sus historias… bueno, eso es otra cosa.





