Lo primero que sorprende al toparnos con Hellboy: El club de la linterna de plata es que es casi el primer tebeo en llegarnos con la cabecera «Hellboy» sin la coletilla “Y la AIDP” desde que se publicara Hellboy en el Infierno hace casi una década. ¿Cuál es el motivo que hace a Hellboy: El club de la linterna de plata distinto de las historias que se han venido publicando en los últimos años?
Pues en realidad ninguno, porque de nuevo tenemos una historia ambientada en el pasado, concretamente en 1953, al menos en el más moderno de los tiempos, ya que Hellboy: El club de la linterna de plata se ambienta en varios momentos. El motivo por el que no lleva la coletilla a la que aludíamos es que del reparto habitual sólo tendremos al Profesor Trevor Bruttenholm y al propio Hellboy. Los saltos en la línea cronológica vendrán dados, por otra parte, por el eje vertebrador de esta historia, que vienen a ser una especie de batallitas del Abuelo Cebolleta. En medio de un caso, Hellboy y Bruttenholm y irán a visitar a su tío Simon, quien en sus tiempos mozos formaba parte del Club de la linterna de plata, un selecto grupo de investigadores paranormales decimonónicos, con algunos viejos conocidos como Sir Edward Grey o Sarah Jewel, dos viejos conocidos de la serie Cazador de Brujas, y varios personajes creados para la ocasión.
Entre pinta y pinta, el tío Simon nos irá relatando diversos casos y aventuras a una por cada uno de los cinco capítulos de la miniserie USA original. Demonios, monstruos, hombres lobo y todo tipo de criaturas irán desfilando por cada una de las batallitas antes de terminar de nuevo en 1953 para resolver los tres al alimón un nuevo caso.
Para la ocasión, vuelven a reunirse en el apartado literario Mike Mignola y Chris Roberson, quienes llevan tiempo al timón de Hellboy y la AIDP. Para quien los haya seguido antes, Hellboy: El club de la linterna de plata viene a darnos lo que esperamos, aunque si cabe, en esta ocasión con algún cierto toque algo más holmesiano, un tono algo más ligero e incluso con alguna discreta pincelada de humor.
Igualmente, una dupla nos brinda el trabajo gráfico, con otro par de conocidos del mignolaverso. Tenemos en las escenas de 1953 a Ben Stenbeck, a quien recordaremos de las series de Baltimore y Cazador de Brujas, que tiene un look & feel deudor del claroscuro de Mignola, pero de formas redondeadas y más amables. Y, por otro lado, para las secuencias de flashback con los casos del club, tenemos a Christopher Mitten, otro viejo rockero del mignolaverso con varias miniseries de Hellboy y la AIDP, Cazador de brujas y otras a sus espaldas. Sin embargo, este último es un poco más rara avis en este universo, por un trabajo eminentemente basado en línea y una línea además marcadamente irregular, que, unido a que una planificación más personal y menos ajustada al clasicismo habitual del hellboyverso, sin duda le confiere una identidad bastante particular.
Es en el estilo de Mitten donde más echamos de menos a Dave Stewart, que sorprendentemente se ha perdido esta saga en favor de Michelle Madsen. Madsen cumple con las expectativas, pero sus colores carecen del peso visual y la rotundidad de los de Stewart. Adapta también su color en dos registros según la epoca, pero sorprende que elija un render más texturado para las formas rotundas de Stenbeck y un acabado profuso en degradados y parco en texturas tal vez muy ligero para un dibujante como Mitten, que con mucha menor carga de negro deja más sitio para unos colores más contundentes.
Tal vez esta suerte de Vengadores del hellboyverso decimonónico no justifique la vuelta de la cabecera de Hellboy a secas y, tal vez no tenga nada que la destaque especialmente por encima de las historias de Hellboy de los últimos años, pero tampoco nada que la sitúa por debajo y además se postula como una magnífica entrada al universo de Mike Mignola, ya que mantiene todos sus ingredientes, mientras que por su naturaleza episódica y su tono ligero, se convierte en una candidata perfecta para los recién llegados.