Al escribir esta reseña de Hellblazer nº3 me llega la información del cierre de esta serie en los USA. Este tercer tomo será el penúltimo de esta encarnación del personaje y por el momento no hay noticias sobre una nueva.
En los dos tomos anteriores veíamos cómo pese a que la serie no terminaba de dar con el tono gráfico, Simon Oliver parecía haber captado muy bien la esencia del personaje, más allá de esas imposturas y afectaciones que habíamos visto entre el final de la serie de Vertigo y el nacimiento de esta etapa. Había sabido ver la idea tras Constantine y la había puesto al día sin perder fidelidad. Sin embargo, Simon Oliver ya no está con nosotros (en la serie, porque que yo sepa sigue con su vida) y en su lugar tenemos dos historias con dos equipos distintos.
La primera de ellas gira en torno a una mala noche de Constantine en un bar del viejo Londres que ya no es lo que solía ser. Las cosas se complicarán con muertos de por medio y el elemento sobrenatural cargado en el folclore. El equipo encargado para esta historia está formado por Tim Seeley y Jesús Merino.
A Seeley ya le conocemos de Revival o Grayson y se adapta sorprendentemente bien al tono marcado por Simon Oliver en los tomos anteriores. Constantine es un viejo gruñón que añora sus viejos antros en estos días de pubs salvados por realities y repletos de hipsters. El elemento sobrenatural además, pese a no tener que ver esta vez con ningún ser de los infiernos, recuerda en su tratamiento (quizá de un modo un tanto más trivial) a los planteamientos de Jamie Delano. El mayor problema de esta historia estaría en el dibujo. El gaditano ya ha demostrado de sobra su capacidad tanto como compinche de Carlos Pacheco, como por separado, pero este Hellblazer nº3 no es su mejor trabajo. Adaptado quizá a un registro más superheroico, el resultado es bastante rígido en una historia que debería ser sucia y desgarbada. Tanto el acting de los personajes como la propia narrativa funcionan de un modo un tanto acartonado que no permite que la saga despegue del todo.
En cualquier caso, para la siguiente historia de Hellblazer nº3 cambiamos de equipo, de tono y de ciudad. Constantine dará con sus huesos en San Francisco, donde una oleada de asesinatos sacude el ambiente New Age de la ciudad con algo llamado “el buda de la pistola” implicado en el asunto. La verdad es que todo esto podría haber dado juego con estos conceptos estrafalarios en un ambiente como el que nos es presentado, pero Richard Kadrey, novelista y conocido en estos lares por la última encarnación de Lucifer, lo resuelve sin demasiada elegancia, con unos diálogos forzados y tensos que nos muestran a un Constantine desafiante, casi como si estuviera deseoso de increpar con sus chistes en lugar de dominar la situación como suele tener por costumbre. Constantine vuelve en esta historia a ser ese tío que en cada frase intenta demostrar que es Constantine y la trama se resuelve de forma apresurada. Davide Fabbri continúa en la onda del tomo anterior solo que con un guión menos brillante, sus carencias quedan algo más expuestas.
Fabbri volverá en el tomo de cierre, esta vez junto a Tim Seeley, y esperamos que den un final digno a una etapa que si bien caminaba por buena senda se ha enfrentado de nuevo a ese demonio que ni Constantine es capaz de engañar: la falta de ventas.