Ha habido un asesinato en Gotham City, y todas las pruebas apuntan al mismo sospechoso: ¡Harley Quinn! Implicada en un crimen que no cometió, Harley debe formar equipo con el Caballero Oscuro para demostrar su inocencia. Al día siguiente, la Princesa Payaso del Crimen se encontrará con una horrible sorpresa. ¡La metamorfosis de Harley!
Que Harley Quinn está perdiendo pegada a marchas forzadas es algo que ya dijimos en la anterior reseña de la última (literalmente) aventura del personaje, La Vieja Harley.Últimamente nuestra heroína es tan sólo una versión descafeinada de aquella asesina desquiciada que incitaba al Joker a que la cabalgara como a ese otro tipo de Harley. Poco queda del carismático personaje que casi se comía al Joker con patatas en cada aparición de la serie animada de televisión, y que le hizo merecedora de convertirse en personaje regular en las colecciones del hombre murciélago, e incluso tener colección propia (inolvidable la de 2001, con Karl Kesel y Terry Dodson a la cabeza), o compartir cabecera con otros personajes femeninos en Musas de Gotham. Si hasta es uno de los personajes principales de Escuadrón Suicida y de ese despropósito que es Héroes en Crisis. Por no hablar de las miniseries que ha protagonizado, como la mencionada La Vieja Harley, Harley Quinn y su banda de las Harleys o Una cita con Harley. Y, pese a todo, en su serie regular el personaje se va desdibujando hasta convertirse en una jovencita incomprendida y de buen corazón.Y, por favor, que nadie me hable de «evolución del personaje», porque en ese caso ha perdido todo lo que la hacía interesante, divertida e irreverente. Sigue rompiendo la cuarta pared y está como una regadera,pero ha dejado de ser transgresora, convirtiéndose apenas en una muchachita traviesa.
De ahí que cuando recibe la visita de Mirand’r, alienígena del planeta Tamaran (el mismo de Starfire), y que se presenta como Mensajera de las Pruebas, Harley ve estas pruebas como una oportunidad de redimirse y demostrar que ya no es una villana, sino una chica con corazón de oro, y que ya no resuelve sus problemas con un mazo gigante sino mediante el amor y la comprensión. Y dos huevos duros. Al mismo tiempo, Batman investiga un asesinato en Gotham, en el que todas las pistas apuntan a Harley como principal sospechosa. Pruebas tan obvias y tan bien colocadas que es de extrañar que el Mejor Detective del Mundo caiga en la trampa. Porque es evidente que Harley no es culpable, pero cuando a Batman se le mete algo entre ceja y ceja… Total, que tenemos a Batman y Harley investigando un asesinato al más puro estilo Límite 48 horas, mientras ésta tiene que demostrar a Mirand’r su valía, y que es digna de pasar la prueba. ¿Qué pasará cuando supere la prueba? Pues tendremos que esperar al siguiente tomo de ECC para saberlo.
El lavado de cara que el guionista Sam Humphries (Harley Quinn, Green Lanterns) le está haciendo a Harley Quinn debería indignar profundamente a la pareja formada por Amanda Conner y Jimmy Palmiotti, que elevaron al personaje a la categoría de lectura obligada con su descacharrante serie de hace unos años. Atrás queda la Harley gamberra y decidamente psicópata, en favor de una versión para todos los públicos, que Hollywood mueve mucho dinero, y si hay que vender tebeos, más vale que el personaje de los cómics se parezca al interpretado por la Robbie. Pero ay, ésta no es la Harley de la que se enamoraron los fans, y aunque los dibujantes John Timms (Harley Quinn, Una cita con Harley) y Sami Basri (Harley Quinn, Power Girl) hacen un buen trabajo, uno no puede evitar desear que la colección cierre definitivamente para ahorrarnos la agonía, o que se haga cargo un equipo con nuevas y desafiantes ideas.
Si sabemos a lo que nos atenemos al leer este tomo, este cuarto volumen de la nueva (y enésima) etapa de Harley Quinn, resulta una lectura entretenida, lo justo para pasar el rato y dejarlo a un lado sin tener una sensación demasiado fuerte de que nos están tomando el pelo. Cosas peores de esta editorial hemos leído, y aunque esta colección de Harley Quinn esté, como decimos, perdiendo fuelle, todavía mantiene un nivel que evita que la abandone por completo. Ayudan también las maravillosas portadas de Guillem March, un autor por el que siento fascinación, y al que sigo sobre todo en sus incursiones en el cómic europeo, en el que últimamente se prodiga más que en el americano, al menos en lo que son páginas interiores.