Cuando Jim Shooter y David Lapham crearon Harbinger en 1992 no dejaba de ser una revisión del concepto de X-Men, gente con poderes con una facción que clama por la superioridad de los psiots y una facción opuesta. Es imposible no pensar en la lucha entre los seguidores de Xavier y Magneto, pero no dejaban de tener su propia (aunque muy tímida voz). La experiencia sólo duraría tres años y habría que esperar para tenerlos de vuelta hasta ese relanzamiento de Valiant de 2012, que tantas alegrías nos ha dado. Son justo los primeros números de este reboot los que nos trae Medusa en su formato de edición de lujo.
La historia comenzará con Peter Stanchek, un psiot fugitivo que podría resultar ser el más poderoso de los suyos. Toyo Harada es el magnate al frente de un imperio empresarial que esconde un centro de reclutamiento y entrenamiento para psiots y la presencia en él de Stanchek podría ser crucial.
Este primer tomo de Harbinger recoge dos arcos con historias profundamente diferenciadas, pero ambas volcadas en ese ambiente de superhéroes realistas con maneras cinematográficas que ya conocemos en Joshua Dysart. Dysart es el heredero del widescreen de los primeros años de este siglo. A medida que avance ese gran universo que son todos sus títulos de Valiant se irá haciendo más patente y el tono de blockbuster de cine estallará ya en series posteriores como Imperium, pero incluso en una historia más comedida como Harbinger podemos verlo. Incluso en las escenas de mayor calma se observa un estilo más cercano al thriller cinematográfico que a las convenciones más comunes del género de superhéroes.
Es cierto que desde hace cerca de una década se ha trascendido aquel widescreen y la tendencia actual en los cómics se orienta a un mayor aprovechamiento de los recursos únicos del cómic en lugar de jugar a ser cine. Sin embargo, lo que ahora puede parecer una moda, se impuso en su día porque como fórmula narrativa era completamente relevante en un tipo concreto de historia. Harbinger retoma el espíritu de cómo se contaban esas historias en los tiempos de The Authority o Supreme Power y lejos de parecer trasnochado nos envuelve en una historia en la que, pese a lo sobado de la premisa, se acaba por entrar de lleno gracias a un reparto sólido y carismático y un gran oficio al hilar la trama.
De este modo, el primer arco “El nacimiento de Omega” gira en torno a la persecución de Peter Stanchek y el descubrimiento de la Fundación Harbinger y parece querer mezclar todas las historias sobre superhumanos realistas y perseguidos que le vienen a la cabeza a Dysart. Tenemos retazos de los X-Men, del Nuevo Universo Marvel de Jim Shooter, algún aspecto cercano a Authority o incluso Akira.
El segundo arco cambia para centrarse en el grupo de jóvenes fugitivos que va a encabezar Stancheck, más próximo a unos Runaways o lo que podemos ver actualmente en la serie Gifted en TV. Pese al cambio de tercio y tono, ambos arcos son piezas de la misma gran trama que comenzó en 2012 y de la que aún seguimos recibiendo ondas en el agua. Valiant vuelve a jugar a eso tan difícil de conseguir que cada historia se pueda leer independientemente, sin dejar por ello que juntas puedan tejer un tapiz mucho más amplio.
Probablemente el punto más débil de este tomo de Harbinger sea el dibujo. Estamos en los primeros tiempos de una Valiant emergente que reclutaba dibujantes con un perfil asentado en lo medianamente cumplidor o muchos artistas aún por eclosionar, que afortunadamente han terminado por darnos grandes alegrías. Además el baile de dibujantes en este comic roza lo demencial y el resultado es una falta de identidad visual sin la que no termina de sobresalir como debería.
Tal vez Harbinger no te cuente nada nuevo ni sea especialmente memorable o puede incluso que gráficamente se quede un poco a medias, pero tienen eso que tienen las historias bien construidas, que pese a todo, consiguen darnos un buen rato de lectura e interesarnos por lo que está por llegar. Harbinger edición de lujo 1 no es más que el principio de algo que con el tiempo ha demostrado que sobre sus cimientos se podía edificar muy alto.
