Llega al formato Grandes Novelas Gráficas de Batman de ECC Ediciones la miniserie Gotham City: Año uno, escrita por Tom King, dibujada por Phil Hester y con el color de Jordie Bellaire. Estamos ante una obra que considero ha hecho demasiado poco ruido, pero que nos brinda una historia de género negro con guiños al lector de Batman de toda la vida. ¿Por qué? Pues porque nos retrotrae a una Gotham anterior a la que conocemos, cuando aún no era ese pozo de crimen y perdición dominada por pintorescos villanos y defendida por un tipo enorme disfrazado de murciélago.
Estamos en los años 60, cuando el detective privado Sam Bradley se ve envuelto en la resolución de un caso para los empresarios Richard y Constance Wayne, cuya hija recién nacida Helen ha sido secuestrada y solicitan un rescate para devolverla con vida. Bradley se verá inmerso en una vorágine de acción entre la propia familia Wayne, la misteriosa intermediaria que entrega las instrucciones al detective, y la propia policía de Gotham que no ve con buenos ojos al que un día fue su compañero de trabajo.
Lo más interesante de la obra es, precisamente, la ausencia de personajes conocidos, a excepción de Sam ´Slam´ Bradley, viejo conocido de los lectores de Batman y Superman y padre de Sam Bradley Jr, quien fuera el padre de la hija que tuvo Selina Kyle en su etapa a cargo de Ed Brubaker. Por lo demás, son personajes que llevan un apellido conocido o nos recuerdan a algún personaje, pero no los habíamos visto antes. De hecho, el propio guionista, muy aficionado a los juegos de este tipo, utiliza esto como continuos cebos para el lector, y vemos a esa niña que se llama Helen, a la intermediaria del secuestro, una joven de color con gran agilidad que nos puede hacer pensar en una vinculación con Selina Kyle, o incluso un detective con cierto parecido a Harvey Bullock. Sumado a la cronología de pensar que en los años 60 estos Wayne que protagonizan la obra, por nombre, no podrían ser más que abuelos del Bruce que conocemos (no son Martha y Thomas), nos hacen pensar que podríamos estar ante un Otros Mundos o en una Tierra paralela.
Si habéis leído mis reseñas de las últimas obras publicadas de Tom King sabréis que ando un poco desconcertado con su trabajo. Es capaz de hacer obras tan incisivas y satisfactorias como Rorschach o Strange Adventures, y otras excesivamente estiradas y bastante fallidas en su conjunto como Batman/Catwoman o Tiempo Muerto. Precisamente comentaba en esta última la necesidad urgente de cambiar una estructura que sus lectores ya conocemos al dedillo y, no solo no sorprende, sino que puede llegar a saturar. Pues bien, nada que ver con Gotham City: Año uno. Aquí el guionista se disfraza de Ed Brubaker para traernos una historia noir llena de giros, guiños y sorpresas, pero sin esos saltos adelante y atrás en el tiempo o esas elipsis. Aquí seguimos la investigación junto al propio protagonista de la obra, y vamos a ir descubriendo los avances al mismo tiempo que él. Incluso el desenlace, que en cierto momento se me antojó algo previsible, no me ha molestado lo más mínimo porque considero que está bien desarrollado y tampoco es de una obviedad grosera.
Aunque lo que más me ha enganchado de esta obra es el trabajo de la dupla artística. King no hace un mal trabajo, pero sin Phil Hester y Jordie Bellaire, esta historia podría haber sido bastante más olvidable de lo que me ha resultado. El dibujo acompaña a la perfección al tono de la historia y nos regala unas composiciones de página muy vistosas y sorprendentes, jugando mucho con los contraluces y la alternancia de viñetas con fondos más detallados con otras en las que desaparecen por completo para centrar la atención en la acción. Especialmente me ha gustado la única escena de amor que aparece en la obra, con un beso en primer plano sobre un fondo de viñetas en blanco y negro que narran cómo se ha llegado hasta ese punto. Pero la que hace un trabajo ESPECTACULAR es Jordie Bellaire. La colorista utiliza una base de colores planos con paletas muy apagadas que juegan a la perfección con ese tono lúgubre que tiene la historia, pero es capaz de ampliar la paleta en determinados momentos, como esas visitas a la ciudad con sus neones, o detalles tan sutiles como el uso de tramas policromáticas para escenas de reflejos de la lluvia o de cristales.
La edición de ECC incluye los seis números de la miniserie, con sus portadas al principio de cada número, y cuenta como único extra un recopilatorio de otras portadas alternativas al final de la obra, y unas biografías de los autores.
En definitiva, Gotham City: Año uno es una obra autocontenida y de lectura independiente que gustará mucho a los amantes del noir. Si eres fan del «Bru/Phillips-verso», esta historia podría haber formado parte perfectamente de una de sus historias paralelas. El apellido Wayne no tiene especial relevancia en la historia, más allá de los guiños y de quién está contando la historia, pero con otros nombres habría funcionado igualmente. Para el lector de Batman de largo recorrido, la obra guarda decenas de huevos de pascua que van desde los apellidos de las calles y edificios citados, hasta el origen del Callejón del crimen o de la fábrica de productos químicos ACE, o ese tono tan cercano al Joker de Todd Phillips, de cómo la ciudad fue sufriendo una decadencia originada por diferentes factores hasta llegar a lo que todos tenemos en mente sobre Gotham.
Lo mejor: El trabajo de Hester y Bellaire. Los huevos de pascua. Que King salga un poco de su zona de confort en cuanto a estructura.
Lo peor: Que se use a Batman como reclamo en una obra en la que apenas aparece, y cuando lo hace, no tiene ninguna relevancia.