Pues a lo tonto la revista Giallo de Leviathan Labs ha llegado a su quinta entrega. El primer número salió, según marca en sus páginas, en abril de 2022. Desde entonces supuestamente ha ido llegando a los puestos de venta cada tres meses, pero sospecho que la fecha de publicación que se anuncia en la última página a modo de teaser es la del lanzamiento de la revista en Italia, su país de origen. Sea como fuere, estamos de enhorabuena, Giallo ha superado su primer año de vida y parece (esperemos) que tiene cuerda para rato.
Tal y como reza en la publicidad de la fastuosa Biblioteca Marvel de Panini, Giallo, además de un cómic, es una máquina del tiempo. Leyendo sus páginas nos trasladamos unas décadas al pasado, a los años en los que los magazines de terror campaban a sus anchas en los quioscos de toda España: Creepy, Vampus, Vampirella y, en menor medida (debido a su amplitud de géneros), Víbora, Cimoc o Zona 84. Ahora mismo solo queda, como reducto de aquella maravillosa avalancha, la sensacional Cthulhu de Diábolo Ediciones, y la protagonista de esta reseña.
Con Giallo 5, comienza la segunda etapa de la revista. Como es de costumbre, contiene cinco relatos cortos de terror. Lo curioso es que ahora son todos autoconclusivos, no tenemos ninguna historia de “continuará”, lo que es una pena, porque hay un par relatos que dejan con ganas de saber más.
Giallo nació con la intención de trasladar al papel el personalísimo estilo de las cintas de terror italianas de un género que fue cultivado por maestros como Lucio Fulci o Dario Argento. Esto fue especialmente palpable en las primeras historias. No obstante, poco a poco la revista se ha ido abriendo a otro tipo de aproximaciones y/o sensibilidades.
Giallo 5. Historias para todos los gustos
Comenzamos con “El Rey Buey” del jefazo Massimo Rosi y dibujos de Francesco Puliga. En unas pocas páginas veremos cómo las vacaciones idílicas de una panda de mochileros se ven truncadas al meterse de lleno en una monster movie en toda regla. Me ha gustado mucho la manera de incorporar leyendas y folclore a un relato que se resuelve de forma cafre y gore. A destacar el gran diseño de la criatura por parte de Puliga.
La fiesta continúa con “El matadero”. Con textos de Federico Mele y Valerio Forconi (con un estilo influenciado por el manga de lo más interesante), nos topamos con una fantasía veganista con moraleja nada sútil. Una broma simpática que puede que ofenda a alguien.
Particularmente interesante me ha resultado “Tapones”, con su reformulación de un clásico relato de los Hermanos Grimm. Escribe y dibuja, con un toque cartoon, Daniele Presicce. Muy molona es la penúltima “La sed del mal” con guion de Christoff Rdgz y dibujo de Jorge Esteban dando una vuelta de tuerca al manido género de los psychokillers.
Finaliza la quinta entrega de Giallo con “Xenofobia”. Jacopo Pasqualini guioniza una historia dibujada por Fabio Maiolo que es pura adrenalina. Un home invasion zombi que deja con ganas de más. Espero seguir leyendo más historias de este equipo creativo en los próximos números.
No os voy a engañar. Los relatos tienen una calidad desigual pese a que en esta ocasión la media es bastante alta. Creo que es muy meritorio lograr condensar un inicio, un nudo y un desenlace en una extensión que va de las ocho a las doce páginas. El formato puede no ser plato de buen gusto para todo el mundo, aunque es el ideal para el género. De lo contrario, que se lo digan a la mencionada anteriormente editorial Diábolo que lleva unos años recuperando material de este tipo en su fastuosa colección Biblioteca de cómics de terror de los años 50 o en sus clásicos de la EC.
Como es habitual, Giallo se completa con artículos de la más diversa índole, pero siempre relacionados con el terror. En esta ocasión, Miguel Gutiérrez Villarubia firma el mejor texto de este tipo que ha salido en cualquiera de los Giallos dedicando cuatro páginas a analizar el orígen del terror como tal en el folclore japonés y en algunos de sus mangas más representativos. Una maravilla, en serio.
Lo malo que tiene Giallo es que te la bebes en un suspiro por lo que la espera hasta el siguiente número se suele hacer eterna.
