Si buscas en el Diccionario de la RAE la palabra “maquiavelismo“, la primera acepción es “Doctrina política de Maquiavelo, escritor italiano del siglo XVI, fundada en la preeminencia de la razón de Estado sobre cualquier otra de carácter moral”. La ausencia de consideraciones morales en la clase política moderna es algo con lo que estamos acostumbrados a convivir en el mundo actual, y si fuera por razones de Estado podríamos llegar a aceptarlo, e incluso a celebrarlo en ocasiones. El problema es que políticos como Donald Trump y similares, que los hay repartidos por todo el mundo, tiran la moral por el retrete para conseguir beneficio personal y no colectivo. En este aspecto, parece que la política actual le debe más a Joseph Fouché que al propio Maquiavelo. Vamos a sumergirnos en la adaptación de su biografía que acaba de publicar Kim de la mano de Norma Editorial.
Si tuviéramos que definir con una palabra a Joseph Fouché, una de las primeras que nos vendría a la cabeza sería “chaquetero”. Su carrera política empieza como monárquico moderado, pero tres años más tarde estaba entre los jacobinos radicales y votó la ejecución de Luis XVI. Fue responsable de alguno de los momentos más sanguinarios del Terror de Robespierre… que acabaría guillotinado por influencia de Fouché. Tras una breve ausencia del mundo político, volvió como Ministro de la Policía durante el Consulado de Napoleón, estaría también en el entorno de Bonaparte durante su etapa como Emperador, al que ayudaría a deponer, participando en la restauración monárquica.
Fouché fue un animal político que consiguió medrar en prácicamente cualquier entorno de la convulsa Francia de finales del S.XVIII y principios del XIX. El que formó parte de la extrema izquierda republicana de la época -por llamarla de alguna manera- ayudó a la vuelta de los Borbones al poder en Francia, ostentando el título de Duque de Otranto. Podríamos decir que era un tipo sin principios más allá de conseguir beneficio personal a toda costa, y posiblemente a día de hoy sería diagnosticado con un trastorno antisocial de la personalidad. Un sociópata, vamos. No es de extrañar que alguien así fuera quien diseñó el espionaje y el uso de la información como herramienta de poder tal y como lo conocemos hoy en día.
Sumergirse en la vida de un tipo tan desprovisto de todo sentido de moralidad es fascinante. Uno no sabe si sentir admiración o la más absoluta repulsa por alguien de estas características. Es, para bien y para mal, uno de los actores responsables de que el entorno político del mundo contemporáneo sea como es. Quizás por ello, en 1929, en pleno Periodo de Entreguerras, el escritor austriaco Stefan Zweig decidiera escribir una biografía de este siniestro personaje. Biografía que, con el mismo título original, adapta a cómic el barcelonés Kim.
Según el autor ha comentado, para la elaboración de Fouché, el genio tenebroso, no ha hecho un guion al uso. Hizo una selección de textos y diálogos de la obra de Zweig, con la que entró en contacto recientemente, y sobre ellos ha ido haciendo los dibujos. Podemos señalar puntos a favor y en contra del resultado de este proceso. Por un lado, la estructura del relato le viene heredada de la biografía original, y los textos son francamente interesantes, y aunque a primera vista puedan resultar excesivos, no se hacen pesados en ningún momento. Lo fascinante del personaje protagonista hace que el lector tenga los ojos abiertos como platos en todo momento.
En cambio, la selección de textos de la obra original con una viñeta que les acompaña hace que la sensación de narrativa visual que encontramos de forma habitual en el medio no esté presente en este álbum. En una buena parte del resultado final, cada viñeta no tiene correlación con la anterior, y la sensación que tenemos no es de un cómic, sino de un libro ilustrado, de una colección de estampas gráficas puntuales que acompañan a un breve párrafo de texto. Estampas gráficas que, por otro lado, están plasmadas con un mimo espectacular y con una apreciable labor de documentación.
Fouché, el genio tenebroso es una obra fascinante para todo lector interesado en la política, y en la forma de pensar y de planificar de los que manejan las piezas en el tablero. Aunque quizás el resultado final no sea, en términos puramente técnicos, la obra más destacable de la carrera de Kim, nos pone delante de los ojos la obra de una de las personas más influyentes de la historia del mundo contemporáneo, cuyo nombre no nos resulta tan familiar como el de otros políticos con los que compartió momento histórico. Joseph Fouché fue listo hasta para saber cuándo tenía que dejar que el foco se pusiera sobre otros.
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