Si atendemos a lo que viene a ser un trilogía, esta llamada trilogía de los materiales, que comenzó con Plástico y continuó con Vinilo, debería terminar con Felpa. Pero he aquí que Doug Warner y Daniel Hillyard han hecho trampa y ya desde hace un par de meses se puede conseguir la primera entrega de Plastic: Death & Dolls en las librerías americanas. En cualquier caso, mientras continúen con el mismo nivel de diversión y casquería y Norma lo siga publicando por estos lares, no seré yo quien se queje.
Esta trilogía es más bien temática y no argumental, con lo que tranquilamente podría ser Felpa el primer acercamiento de un lector con esta trilogía, pero en general, poco se puede decir de Felpa que no se haya dicho antes de Plástico y Vinilo, porque, al fin y al cabo, la fórmula viene a ser la misma. Cambia el material y cambia de nuevo el colorista. Donde primero fue Laura Martin y después Dave Stewart, el encargado de la papeleta de mantener el listón igual de alto es Rico Renzi. Ahora bien, ya han pasado siete años desde que les dio por embarcarse en esta jovial y sangrienta marcianada a estos dos autores por aquel entonces primerizos, que se han ganado un hueco en nuestros corazones abriendo huecos en las cajas torácicas y tripas de sus personajes.
Con el paso del tiempo, además, así como con un mayor muestrario de obra publicado, se puede empezar a ver una serie de constantes en la obra de este peculiar equipo, más allá de las más evidentes, que enriquecen su trabajo más allá de la fiesta de los menudillos.
Pero yendo al caso concreto de Felpa, la escena de introducción no puede ser mayor declaración de intenciones. Devin Fulcher está desolado cuando descubre que el hijo que espera su prometida, hija del sheriff local, no es suyo. Toda su vida se va al carajo y el hombro sobre el que ha ido a llorar lleva un disfraz de perro fucsia. Lo más curioso es que acabará, sin saber muy bien cómo, solo en una fiesta de furros, puesto hasta las cejas de a saber qué y, por si eso fuera poco, acaba de toparse con tres furros que se están comiendo vivo a otro. Obviamente, la vida de Devin está a punto de dar un vuelco, pero tal vez no el que esperamos, porque si todo parece haberse ido a la mierda desde el principio, esto es un tebeo de Doug Warner y Daniel Hillyard y podemos estar seguros de que sólo están calentando.
Hay una diferencia en Felpa con respecto a sus dos predecesoras, que resulta bastante significativa. En las dos primeras el protagonista era un absoluto chiflado, un psicópata o tal vez un sociópata — tampoco les pidamos rigor científico, que estos tebeos van de pasárselo bien — mientras que Felpa nos presenta un tipo normal, tal vez algo pusilánime, pero más o menos normal… más o menos.
Warner y Hillyard conseguían en Plástico y Vinilo ponernos de parte de aquellos asesinos tan majos y aunque os aseguro que al final de Felpa os habréis aprendido los nombres de los tres encantadores caníbales, la visión a través Devin no es accesoria, ya que probablemente están buscando esta vez una mayor implicación del lector.
Y aquí llega un componente que sí es muy similar en las tres obras, ya que el antagonista en este caso es el sheriff local, que hace las veces del cacique de Plástico o los acaudalados líderes de la secta de Vinilo. De algún modo, a veces un tanto retorcido, el malo en esta trilogía es siempre el establishment, el poder dominante y los protagonistas completos outsiders.
Y por más que al final nos caigan de los más simpáticos estos tres caníbales, no es que Warner y Hillyard no estén diciendo que comerse a la gente esté bien, pero tampoco parece que tengan una visión muy conformista y complaciente de la vida «normal».
Pero tampoco le busquemos los tres pies al gato. No digo que no puede haber un subtexto que rebuscar, pero lo que sí está clarísimo es que se trata de pasar un buen rato y tomarse todo esto muy poco en serio. Y hacia aquí es donde nos lleva el dibujo caricaturesco de Daniel Hillyard, con registros de acting exagerados y desencajados, pero maravillosamente dotado para ese impacto sangriento que hereda (además de la estética) de Ryan Ottley. Y es que si, por ejemplo en Invencible, la violencia estaba exagerada y, por tanto, alejada del conflicto tal vez no muy agradable de un enfoque más realista, Hillyard le sube un punto en el terreno de la hipérbole burlesca, en una celebración del gore que al final resulta muy divertida y refrescante. Aún con el toque bufonesco, sin embargo, y tomando de nuevo el modelo de Ottley, el guantazo visual y el ritmo vertiginoso siguen siendo una constante en sus páginas.
Hay, no obstante, un poco de todo y a los autores les gusta jugar un poco a no terminar de definirse. Por eso, pese al predominio del tono cómico, hay en Felpa hueco para la acción, incluso para el amor y, por supuesto, para momentos absolutamente inquietantes. No poco que decir en esto tiene la paleta de Rico Renzi, que se aleja de la propuesta más austera de Plástico y ese extraño naturalismo kitsch de Vinilo. Renzi opta por una paleta de atmósfera neón, que nos introduce en otro mundo distinto del nuestro, tal y como le está sucediendo a Devin, nuestro protagonista. Sin embargo, y como dejándonos hervir subiendo la temperatura poco a poco y, pese a lo ajenos que puedan ser los tonos a lo que consideramos un uso realista, consigue hacérnoslo colar sin resultar estridente y dejándonos entrar en su juego sin apenas fricción.
Pero tal vez estoy dando demasiadas explicaciones a un tebeo donde al final se trata de dejarnos llevar por el festival gore y pasar un buen rato con ese tipo de disfrute tan peculiar que nos ofrece este tipo de ficción. Pero no olvidemos que por más ligero, divertido y poco ambicioso que pueda ser en apariencia un tebeo, hace falta la solidez y el saber hacer de un equipo como éste para para garantizar las altas dosis de goce cochinero que nos da Felpa.