Aunque los Eternos son un grupo que nunca ha terminado de funcionar comercialmente, es innegable que ha tenido etapas creativamente muy interesantes, como la fundacional de Jack Kirby o el reboot de Neil Gaiman. Pero también es cierto que hacía doce años que no protagonizaban ninguna serie cuando vio le luz la actual etapa de Kieron Gillen. Una etapa que con su primer arco argumental, Sólo la muerte es eterna, nos dejó un muy buen sabor de boca, y con Salve, Thanos, el segundo y último -de momento- nos confirma que acabamos de leer una de las tres mejores historias de la última gran creación del Rey Kirby.
Los Eternos siempre han formado parte de un lote conceptual que comparten con Celestiales, Desviantes y la propia Humanidad. Kieron Gillen ha tenido muy claro desde el primer momento que una historia centrada en estos personajes se queda coja sin las otras tres patas, y así como en Sólo la muerte es eterna se centró en los aparentes protagonistas de la serie, en Salve, Thanos nos hace viajar hasta Lemuria para conocer un poco más a la sociedad Desviante, por qué algunos de sus miembros son seres inteligentes y otros monstruos descerebrados, y cuál es el papel de los Desviantes en el orden general que dejaron montado los Celestiales… y por qué los Desviantes son la especie más importante que puebla la Tierra en un inesperado giro borgiano.
Por supuesto, los Eternos también tienen su parte de importancia en este segundo arco argumental. Es momento de elegir un nuevo líder, y un inesperado candidato se presenta: el mismísimo Thanos, descendiente de esta raza por parte de padre, emprende una campaña electoral con Druig de asesor, la serpiente que hace de consejera cual Steve Bannon, llevando a un personaje moralmente reprobable a la presidencia tras el correspondiente paso por la Unimente. Evidentemente, Ikaris y compañía no aceptan al Titán como su líder, y para derrotarle necesitan información que sólo está en mano de los Celestiales. ¿Y dónde se puede encontrar un Celestial en la Tierra? Mmm. Sí. La base de los Vengadores.
Poco a poco, Kieron Gillen ha ido creando alrededor de estos personajes una historia que recoge lo más señalado de sus más de cuarenta años de historia. Tiene la épica Kirby de sus primeros tiempos, pero también hereda de Gaiman la mayor definición de personajes y el toque de whodunnit en algún momento, así como la importancia que ambos autores le dan a la fuerza de las historias en sí. De etapas menos inspiradas, Gillen recoge la voluntad de integrarlos en el Universo Marvel, llegando a una situación más que interesante, en la que se han convertido en uno de los pilares sobre los que se sostiene el próximo evento de la editorial, VXE, que enfrentará a los Eternos con los Vengadores y los Mutantes de Krakoa, que quedan implicados en esta historia en un sorprendente epílogo que ya fue insinuado años atrás.
Al dibujo tenemos al habitual Esad Ribić al mismo nivel espectacular al que nos tiene acostumbrados, pero con la ayuda puntual de Guiu Vilanova en los números en los que las fechas de entrega eran demasiado apuradas para el croata. Vilanova hace un trabajo más que correcto, pero hay que reconocer que puesto al lado de un autor tan personal como Ribić, desmerece un poco. Están también Ryan Bodenheim y Edgar Salazar en El hereje, un especial centrado en Urano, en la línea de El ascenso de Thanos y Celestia, de los que sirven para dar trasfondo a la historia principal y dar un descanso al dibujante principal.
A estas alturas, ya estoy bastante cansado de macroeventos y crossovers varios. Pero hay un dato que deja claro que este volumen de Eternos me ha parecido una auténtica joya, de lo mejorcito que ha editado Marvel en los últimos tiempos: tengo muchísimas ganas de que llegue la edición en castellano de VXE. Que lo escriba también Kieron Gillen, uno de los mejores guionistas de cómic que hay en activo, y sirva como tercer acto de esta magnífica serie ayuda, por supuesto.