Con motivo de la película del MCU protagonizada por los Eternos hemos visto editados en castellano más cómics protagonizados por estos personajes que en los cuarenta y cinco años previos. En la Colección Los Eternos se ha publicado prácticamente todo el material de la última gran creación de Jack Kirby -tan solo se ha dejado fuera The Eternal, la serie del sello Max-, y hemos tenido una serie en grapa de esta cabecera por primera vez desde 2007, que muy posiblemente vio la luz en este formato gracias al tirón comercial de su guionista, Neil Gaiman. El apoyo de la película ha sido un innegable factor para que la última serie regular de estos personajes se esté editando mensualmente, pero es que además viene firmada por un par de autores de primera línea, como son Kieron Gillen y Esad Ribic. Vamos a ver qué nos encontramos en el final de Sólo la muerte es eterna, el primer arco argumental que ha terminado en el sexto número.
Comentábamos hace unos meses que el planteamiento de esta historia tenía un claro tono de whodunnit. El gran misterio era quién había estropeado la función de la Tierra como máquina de resurrección de los Eternos, que posiblemente era la misma persona que había asesinado a su líder, el gran Zuras. A priori, hay dos grandes candidatos. Uno, por supuesto, es Thanos de Titán, uno de los grandes villanos de Marvel, creado por Jim Starlin a imagen y semejanza de Darkseid, una de las creaciones más recordadas de Jack Kirby. Thanos fue integrado en la mitología de sus familiares espirituales en el serial publicado en What If, como comentábamos hace unos días, con lo que su presencia aquí no resulta en absoluto forzada. El otro candidato a ser la mano oscura detrás del gran misterio de la serie es, por supuesto, Duende, un personaje que ya ha ocupado el lugar del malo de la historia en los últimos tiempos, en una versión que recuerda más al Pinocho de Fábulas que a la creación de Kirby.
Pero, por supuesto, una cosa que tenemos muy clara después de años leyendo a Kieron Gillen, es que nada es realmente lo que parece. Quizás esto nos puede dar una pista de que hay algo más, y el guionista nos va dosificando la información de una forma magistral. Y quizás jugando al despiste en algún momento.
Uno de los grandes problemas que han tenido Los Eternos a lo largo de su historia es que los autores previos se han limitado a repetir los esquemas planteados por Kirby hace casi medio siglo o han intentado hacer actualizaciones que no han terminado de funcionar, convirtiéndolos en superhéroes genéricos no especialmente interesantes. Lo que hace aquí Gillen, como uno de los grandes expertos en contar historias sobre la historia y las historias, es mirar al conjunto del pasado de los Eternos, y con ello hacer una historia innovadora con la que enfocarse hacia el futuro de los personajes. Así, además de al Thanos reconvertido en parte de la familia por Mark Gruenwald, tenemos también alguna de las creaciones de Peter Gillis y varias de las ideas introducidas por Neil Gaiman. No estamos ante el enésimo reboot de los personajes: podríamos decir que por primera vez tenemos un pasado coherente y unificado, a la vez que se les da un interesante nuevo propósito como parte del ecosistema de la Máquina.
Por poner un pero: me pregunto qué le pasaba por la cabeza al rotulista que pensó que era una buena idea poner cuadros de texto negro con letras azul oscuro.
En una palabra, podríamos decir que esta serie es memorable. Posiblemente, lo mejor que se ha hecho con los personajes desde su creación, y una de las series regulares más interesantes que está editando Marvel en la actualidad. A la espera quedamos del segundo arco argumental, y esperemos que dure.