¿Quién no ha juzgado o se ha hecho una imagen previa a la lectura a causa de una portada llamativa? Cuando vi la cubierta de Estrellas Oscuras, el último intento de asustarnos por parte de Hidra Editorial, creí estar delante de una obra sobre magia negra y brujería; ya sabéis, un producto al estilo de las películas The VVitch o la más reciente Gretel y Hansel. Había algo en la estética que me empujaba a ir con esa idea preconcebida. Y lo que suelen tener casi todas las ideas preconcebidas en común, es que se las come el lobo a las primeras de cambio.
Pero como no quiero que esto se convierta en el diario de Robert Black —o Bloch—, iré al grano. Estrellas Oscuras, con guion de Lonnie Nadler, dibujo de Jenna Cha y color de Brad Simpson, está protagonizado por Eulalie Dubois, una joven que vive con su familia en una modesta casita de madera con raíces en coordenadas perdidas en mitad de tierras canadienses. Una familia de tramperos, cuya profesión y sustento es atropellado por el nuevo mundo y el progreso, llevándose consigo las esperanzas de Eulalie, con vocación de escritora, de conocer mundo y huir de la monotonía y una vida de obediencia a expensas de los deseos de otros. Por ello, cuando en la ciudad más cercana a su hogar, un extraño personaje le ofrece un buen dinero a cambio de transportar un paquete misterioso, la muchacha encuentra la excusa perfecta para burlar al destino. De este modo, Eulalie se embarca en una travesía que se enturbia y endurece a cada paso que da, donde el paisaje, las personas e inusuales criaturas parecen tener alguna clase de conexión con las estrellas negras que dominan el cielo.
Encuadrada a finales del siglo XIX, estamos ante una lectura heredera directa de la literatura de terror de la época en que está ambientada y principios del XX. De hecho, no es casualidad que veamos a Eulalie Dubois leer Las aventuras de Arthur Gordon Pym, que haya un cartel de un establecimiento con un Blackwood en letras grandes, o que aparezcan tentáculos. Sí, es cierto que últimamente, con el auge en popularidad de H. P. Lovecraft, en especial a partir de videojuegos y juegos de mesa, unos tentáculos o una criatura con branquias bastan para comenzar a oír el término «lovecraftiano» por doquier, pero en este caso no es para nada gratuito.
El guion de Lonnie Nadler deja de fondo, a mi parecer, un mensaje sobre la maduración y las transiciones, ya no sólo a nivel de la propia persona sino del paradigma de sociedad —de refilón—. Pero son las formas del tebeo lo que más me ha sorprendido: la narración en primera persona, información adicional a través de diarios, ignotos asentamientos humanos donde la aparente falta de desarrollo intelectual es imán para las fuerzas sobrenaturales, y un horror cósmico, venido de los cielos, insondable para el entendimiento humano; ese horror que anuncia por megafonía: «Próxima estación: Locura». «Lovecraftiano», aquí, está más que justificado.
Si bien suele ser el escepticismo y autoconvencimiento lo que evita que los personajes caigan en la paranoia a las primeras de cambio en este tipo de historias, en el caso de Eulalie es más bien el puro desconocimiento de la realidad más allá de las fronteras de las tierras donde se ha criado.
Buen debut de la dibujante Jenna Cha, con un trazo muy fino como de plumilla y con rayita a tutiplén, de la que destaco sobre todo lo bien que cumple la función de transmitir esa sensación malrollera constante sin la que la propuesta se vendría abajo. De hecho, aunque con una variedad en composición de página mayor, tiene partes muy a lo Jacen Burrows en Providence, haciendo que mientras la protagonista y narración principal están en un primer plano, lo desconcertante para el lector se desarrolla al fondo de la viñeta (dejo una página de muestra que creo ejemplifica muy bien lo que digo). En cuanto al color de Brad Simpson, se hacen notar ciertos elementos con tonos muy saturados y colores cálidos para que destaquen cuando conviene: un lazo, una caja, una copa de vino…
Pese a que tiene algún tramo hacia la mitad en el que ya no sé bien dónde me llevan las reflexiones embucladas de la muchacha en su periplo por la nieve, reconozco que me ha entusiasmado encontrar una propuesta que considero tan deudora de los tótems del terror que antes mencionaba. Porque si lo tuyo es el archiconocido Círculo de Lovecraft, el terror cósmico, y la narración densa y lisérgica que suelen traer asociados estos cuentos, puede que te interese echar un ojo a Estrellas Oscuras. Si por el contrario te saltaste los textos de Providence, o Machen y Lovecraft te saturan, no creo que sea lo tuyo. De hecho, gran parte de la gracia del tebeo reside en apreciar ese valor ¿literario? al trasladar unas viejas formas de hacer terror.
En una estantería ordenadita, diría que Estrellas Oscuras va junto al Neonomicón; no tanto a Rachel Rising, Revival o Las brujas de Westwood.
Dulces pesadillas a todos… y que no se os coma el lobo.