Hablemos claro: al lector medio del cómic de superhéroes le encanta leer historias del futuro de sus universos preferidos. Ya sea el Caballero Oscuro, ¿Qué le sucedió al Hombre del Mañana? o Kingdom Come, nos encanta leer sobre esas versiones envejecidas de nuestros personajes más queridos y preguntarnos sobre cómo han llegado a ese momento. Y eso es exactamente Estado Futuro: una colección de miniseries de dos números (al estilo de Convergencia) en las que se nos mostrará el futuro, más o menos próximo, del Universo DC. El origen de este evento es bastante confuso: dejémoslo en que es una secuela del final del Death Metal de Scott Snyder, aprovechando parte de las ideas del evento Generations y la iniciativa 5G, descartados tras el despido de Dan Didio, y que sirve de puente hacia Frontera Infinita. Pensemos que estamos ante historias de los posibles futuros del Universo DC y disfrutémoslas como tales. Si ya se acaban materializando o no es algo que ya se verá, que ya sabemos lo que acaba pasando con los futuros oficiales.
En este primer tomo dedicado a la figura de Wonder Woman (el otro es Wonder Woman Inmortal), se recogen dos series limitadas: Wonder Woman y Superman/Wonder Woman, de calidad notablemente desigual. Ambas series están protagonizadas por el mismo personaje, la nueva Wonder Girl de origen brasileño, Yara Flor, pero ambientadas en un futuro en el que Yara ha sustituido a Diana en el papel de Wonder Woman. En la primera, tenemos la presentación del personaje -salvo una fugaz aparición que se pudo ver en Death Metal nº7- escrita y dibujada por su creadora, la siempre bienvenida Joëlle Jones. Curiosamente, conocemos la versión futura del personaje (que debuta en Future State: Wonder Woman nº1, publicado en enero de este 2021) antes que la del presente en continuidad (aparecida por primera vez en Infinite Frontier nº0, publicado dos meses después).
¿Y quién es Yara Flor? Poca información tenemos a estas alturas del personaje. Sabemos que es una semidiosa procedente de la selva amzónica, que la acompaña un espíritu del bosque llamado Caipora (un personaje absurdamente adorable) y que cabalga un caballo alado blanco. El origen brasileño de Yara no es algo que esté traído por los pelos buscando una diversidad racial artificial: en 1984, en la serie pre-Crisis de Wonder Woman debutaron las Amazonas del Amazonas, una tribu que se separó de las de Themyscira y se asentaron en la ribera del río del mismo nombre. Sí, el concepto es muy similar al de las Amazonas de Bana Mighdall, pero las del Amazonas debutaron cinco años antes. Eso sí, la facción sudamericana de las Amazonas ha estado olvidada durante casi treinta y cinco años.
En estos dos números conocemos a Yara y rápidamente vemos que no es la Wonder Woman a la que estamos acostumbrados. Es un personaje mucho más visceral, más explosivo que Diana. No es una versión agresiva del personaje, al estilo de lo que fue la noventera Artemisa, sólo es… más impulsiva. En esta historia nos encontramos con el personaje en una corta historia que mezcla mitología brasileña con griega, con un tono de acción mitológica con toques de humor que resulta ser el cómic de Wonder Woman más disfrutable desde la etapa de Greg Rucka en Renacimiento. El espectacular dibujo de Joëlle Jones ayuda, desde luego. Lo de esta mujer es un regalo a la vista.
La segunda mitad del tomo la ocupa la miniserie Superman/Wonder Woman, en la que veremos a Yara interaccionando por primera vez con otros superhéroes, retomando la cabecera Superman/Wonder Woman, que Clark y Diana compartieron en los primeros tiempos de los Nuevos 52. Pero en este caso tenemos como protagonistas a las versiones legado de estos dos grandes iconos: a Yara la acompaña Jon Kent en su primera aparición como sucesor de su padre, tras un cameo en Death Metal nº7 igual que ocurrió con la Wonder Woman que conocemos en este tomo. En esta ocasión, tenemos a la pareja protagonista enfrentándose a Solaris, el sol artificial que Grant Morrison creó para DC 1000000 y que es apropiadamente usado en otra serie ambientada en el futuro de la editorial.
Esta segunda parte del tomo está escrita por Dan Watters, al que hemos visto hacer un trabajo bastante defendible en Lucifer, pero aquí presenta una historia bastante formulaica, con algunas ideas interesantes aquí y allá -en algunos momentos, Jon llega a recordar más al Samaritano de Astro City que a su propio padre- pero no especialmente memorable. No ayuda a hacerla más interesante el muy mediocre dibujo, tanto en narrativa como en estética, de Leila Del Duca.
Tenemos entre manos un tomo de calidad desigual, con una primera mitad memorable pero una segunda que nos deja la sensación de relleno, aunque esté justificada para tener en un solo volumen todas las apariciones como protagonista de Yara Flor. Y después de su lectura no podemos esperar a que llegue la serie de Wonder Girl en castellano, en la que Joëlle Jones recupera a su creación.