Es la hora de las tortas!!!

Es la hora de las tortas!!!

Esos días que desaparecen

Esos días que desaparecen
Guion
Timothé Le Boucher
Dibujo
Timothé Le Boucher
Traducción
Fernando Ballesteros
Formato
Cartoné. 19 x 27 cm. 208 páginas. Color
Precio
30€
Editorial
Nuevo Nueve . Abril 2024
Edición original
Ces jours qui disparaissent (Glénat)

Fundamentalmente durante la pasada década, ha ido surgiendo toda una nueva generación de autores en el mercado francobelga con un tipo de energía muy peculiar que, recogiendo influencias de aquí y allá, aportan nueva voz y un tipo especial de frescura a un panorama de la bande dessinée, que parece abrirse a nuevos públicos. Hablamos de Neyef, de Mathieu Bablet, de Guillaume Singelin y, por supuesto, del autor de Esos días que desaparecen, Timothé Le Boucher.

Todos estos autores huyen o al menos sortean el canonicismo y la usanza más tradicional de la historieta francobelga para tomar estilizaciones del manga, sensibilidades del cine americano y toda una serie de influencias externas en estos tiempos de cultura globalizada en los que hace ya mucho tiempo que vivimos inmersos. Tal vez no suponga una revolución en la escena BD como la que trajo consigo la generación anterior, encabezada por los autores de L’Association, cuando estábamos cercanos al cambio de siglo, pero sin duda han supuesto un soplo de aire fresco.

Esos días que desaparecen

Sea como fuere, poco tiene que ver el Timothé Le Boucher de los tiempos en que un Ricardo Esteban al frente de Dibbuks publicó por primera vez en España Esos días que desaparecen con el que tenemos ahora que lo ha recuperado para Nuevo Nueve, su sello actual. Han pasado sólo 5 años, pero aquella era la primera vez que oíamos hablar de este joven autor y ahora le avala no sólo el éxito de esta obra, sino dos ediciones distintas de El paciente, el arranque de su última saga, 47 cuerdas, y toda un nuevo panorama movido en parte por Le Boucher y sus coetáneos.

Como viene a ser su especialidad, con Esos días que desaparecen caminamos por la senda del thriller. En este caso ponemos el foco en Lubin Marechal, un chaval veinteañero que vive volcado en su pasión por el espectáculo acrobático, que compagina con un trabajo precario para sobrevivir. Cierto día, al despertar, se percata de que no recuerda nada del día anterior, como si se lo hubieran arrebatado. Lo más inquietante es que este fenómeno comenzará a repetirse en días alternos, en los que es como si otra persona estuviera viviendo su vida. A partir de aquí comenzará esta historia que se va tornando más absorbente a cada paso de página.

Es curioso que cuando este fenómeno completamente fuera de lo normal tiene lugar las primeras veces, puede dar la sensación de que los distintos personajes del reparto lo asimilan demasiado rápido, con demasiada normalidad y como si tal cosa. Sin embargo nuestros posibles recelos van desapareciendo a medida que la historia avanza y va ganando peso el otro, esa especie de sombra jungiana que comienza en plena armonía comunicándose con el Lubin que hemos conocido al inicio, en busca de acuerdos mutuos y propósito de convivencia y conciliación, como si fueran dos compañeros de piso compartiendo su cuerpo. No obstante… bueno, los que habéis compartido piso alguna vez ya sabéis lo que sucede después.

Esos días que desaparecen

Aunque Esos días que desaparecen transcurre durante un largo periodo de tiempo, nada menos que toda una vida, es una obra que transpira juventud. Sus protagonistas son durante la mayor parte de la historia veinteañeros y su autor también lo era cuando la concibió. Es por eso que Esos días que desaparecen pone el acento en las relaciones afectivo-sexuales, en el grupo de amigos y en las aspiraciones vitales. Aporta esto un punto de vista muy concreto, una forma determinada de abordar esta premisa que habría sido completamente distinta en un cuarentón con hijos, por ejemplo. De hecho, para cuando llegamos a ese punto, el foco ya no está en este tipo de cuestiones. La historia da la vuelta, se acelera y la visión se transforma, casi como si fuera una metáfora de cómo cambia nuestra percepción de la vida cuando ya le hemos dado la vuelta al jamón, aunque eso sí, ayudada con ese toque de ciencia ficción que siempre le da algo de salsa a las historias.

No deja de ser curioso que el Lubin con el que arranca la historia sea una persona tendente al desorden y los pájaros en la cabeza, mientras que su otro es alguien con los pies mucho más pegados al suelo y los ojos en terrenos más materiales. Tal vez podría perecer, de algún modo, la forma que tenía Timothé Le Boucher de decirnos que se acercaba a los 30.

En cualquier caso, el modo en el que elige hacerlo es lo que hace esta historia completamente adictiva, llena de misterios e incógnitas y pequeños juegos simbólicos que, incluso si no llegamos a descifrar, intuimos que tienen algo detrás, como los disfraces de los solemnes y teatrales espectáculos acrobáticos, el papel de los perros o las escenas de videojuegos.

Esos días que desaparecen

Y hablábamos al principio de lo ecléctico de las influencias de toda esta nueva generación de autores franceses y, en el caso de Le Boucher y esta obra, en un primer vistazo tal vez la influencia más obvia es Bastien Vivés. El tipo de línea tenue y danzarina nos lleva inmediatamente al autor de Polina, que podría considerarse algo así como la avanzadilla y faro guía de todo este grupo y que aúna, como estos, influencias de índole dispar. Sin embargo, también podríamos ver en Timothé Le Boucher ecos de Naoki Urasawa, tanto gráficamente como en cuanto a planteamiento narrativo e incluso múltiples referentes fuera del mundo de las viñetas. No resulta extraño pensar en Memento o El club de la lucha al leer Esos días que desaparecen ni se puede evitar que nos venga a la cabeza Black Mirror o precursoras suyas como En los límites de la realidad o Más allá del límite.

Con todo esto y su sugerente premisa, con lo sugestivo de su estética y sobre todo por el grado de adicción que provoca, podemos considerarnos afortunados por esta segunda vida que le ha dado Nuevo Nueve a una obra a la que el boca a oreja terminará por convertir en una de esos longsellers a los que, pase el tiempo que pase, siguen llegando nuevos adeptos.