Zidrou es sin duda uno de los autores con más tirón del panorama europeo actual. Nos acompaña en nuestras librerías desde hace ya más de una década y, por lo general, suele ser cosa de Norma publicar sus obras, pero de vez en cuando, se les escapa algún que otro título y tenemos así casos como el de La Adopción, de SaludArte, o este Emma G. Wildford que nos llega de la mano de Dolmen.
Tal vez es algo menos conocida por estos lares la marsellesa Édith Grattery, pese que hablamos de una veterana, que lleva dibujando cómics la friolera de 35 años, por más que en España apenas nos haya llegado un puñado de sus obras, entre las que podría destacar Basil & Victoria.
Ambos se unen para darnos la historia de Emma G. Wildford , la mujer que da título a este vplumen que nos lleva a la Inglaterra de los años 20. Emma es una joven poetisa de buena familia, prometida con Roald Hodges Jr., hijo de una estirpe de exploradores, que se encuentra de expedición en Laponia. Hace ya catorce meses que partió sin una sola noticia desde entonces y dejando tras de sí solamente una carta que Emma sólo debe abrir si le sucede algo. Contra el consejo de su familia y lo que la sociedad de la época dicta como supuestamente correcto para una señorita, Emma decidirá partir en su busca rumbo al lago Inari.
Es evidente y no creo caer en ningún spoiler si adelanto que el recurso de la carta cerrada terminará trayendo un giro en la trama. Está por algo y queda claro que es importante ya sólo en el hecho de que esta edición de Dolmen contiene una reproducción de la carta en un sobre al final del tomo. Obviamente, leerla antes de tiempo revela una importante vuelta argumental, pero hay mucho más allá de eso en Emma G. Wildford.
No sería un tebeo de Zidrou si no apelara a las emociones, pero en esta ocasión no se trata quizá tanto de enternecer como con Lydie, Los buenos veranos o ¿Quién le zurcía los calcetines al rey de Prusia…? Sino que nos sobrecoge de otro modo al hacernos empatizar con esta joven, inusualmente empoderada y resuelta para su época, y hacernos partícipes de su pasión y de su búsqueda del amor con mayúsculas, que termina por ser una búsqueda personal, como no podría ser de otro modo en una historia de viaje.
Dada la premisa, podría haber optado Zidrou por el cómic de aventuras, pero en su lugar nos muestra un viaje, que sin duda estaba repleto de dificultades, de una forma mundana y natural. Olvidaos de avalanchas, ataques de animales salvajes o ese tipo de lugares comunes de las historias de expediciones en el ártico, aquí la verdadera aventura se vive en su interior. Emma no se enfrenta a la naturaleza, sino que se hermana con ella y el frío lapón no apaga su fuego, sino que lo transforma.
Todo esto es posible tanto por la particular habilidad de Zidrou para la caracterización, como por el trabajo narrativo de Édith. Ya no es sólo su acierto para con el diseño de personajes y acting, sino que destacaría especialmente su trabajo con los fondos. Édith decide con precisión milimétrica cuándo detallar y cuándo omitir, cuándo envolver de atmósfera y cuándo quedarse tan sólo con lo más básico, eliminar todo lo accesorio y sacarle todo el jugo a lo más mínimo. Tal vez sea un tanto rancio decir aquello de que los escenarios son un personaje más, pero en el caso de Emma G. Wildford, tanto el Londres de entreguerras como los parajes abiertos lapones nos hablan de la protagonista, de quién es y qué siente.
Tal vez el único pequeño tirón de orejas venga para la rotulación, ya que cuando se reproducen fragmentos de poemas de la protagonista en cartuchos de texto, la tipografía elegida para imitar la rotulación — probablemente manual — del original de Soleil no resulta la más adecuada para una lectura fluida y puede dar algún quebradero de cabeza a los ojos menos agudos. Pero más allá de ese detalle, Emma G. Wildford vuelve a darnos una muestra del sello Zidrou, que, no lo olvidemos, se fundamenta en dos pilares: la propuesta de una experiencia emocional y la puntería infalible para rodearse de dibujantes portentosos que saben llevar sus propuestas directas a la víscera precisa.