Tras la obra Círculo Cerrado, de Alex Ross, la línea Marvel Arts acoge el trabajo de otro gran nombre de la industria del cómic: Patrick McDonnell. El creador de la multipremiada tira Mutts nos cuenta en El viaje del superhéroe su propia experiencia lectora cuando, como muchos de nosotros, descubrió en su infancia los cómics de Marvel. Una obra que se vale de la nostalgia y recurre a la complicidad con ese lector que se vio abrumado al descubrir un universo lleno de personajes con superpoderes, pero que a su vez tenían que lidiar con problemas cotidianos como los de cualquier persona normal. Panini publica esta obra en el mismo formato que la citada obra de Ross, es decir, en un formato ampliado, con encuadernación cartoné y sobrecubiertas.
La obra comienza con un peculiar formato en el que McDonnell nos cuenta su propia experiencia de infancia, cuando después de ir a misa pasaban a un bar en el que tenían un montón de cómics, donde descubrió el Universo Marvel. Con esa premisa, y mezclando viñetas reales de esos primeros cómics de series como Spiderman, Los Vengadores, Hulk o Los 4 Fantásticos, nos plantea una historia en la que el Vigilante observa cómo el Doctor Muerte planea traspasar la negatividad de la zona más famosa de la serie de los 4F por toda la Tierra. Para ello envía a Reed Richards en un viaje que traspasa las páginas de los cómics, y que se verá impregnado de autodescubrimiento y de loa al amor.
La propuesta de McDonnell es muy curiosa y diferente. Con un estilo premeditadamente sencillo y fallido, que imita al trazo de un niño, utiliza el dibujo como continuo vínculo de conexión con el niño que hay en cada lector. Porque, que nadie se equivoque, esta obra está dirigida a lectores veteranos que entienden, recuerdan y todavía contactan con su niño interior. McDonnell dibujó toda la obra sin boceto previo, directamente al dibujo final, sin modificar ni corregir nada, para imitar ese estilo del niño que comienza a dibujar a sus personajes favoritos. Pero además de ese estilo tan reconocible, encontramos viñetas originales de los cómics Marvel y otras obras que están realizadas con técnicas más pictóricas en lienzos de gran tamaño, con acuarelas, pintura acrílica, óleos o lápices.
El resultado es un collage enorme que representa la propia evolución del lector a lo largo de los años, pasando de esos tiempos en los que no nos deteníamos a mirar los nombres de los autores, o en los que nos costaba comprender por qué nos fascinaban los cómics de ese señor que dibujaba esos rostros «tan feos». Igual pasamos de ese estilo más infantiloide a páginas de Jack Kirby o Steve Ditko, que saltamos a una pintura que evoca momento emblemáticos de Marvel, o incluso a un collage con fotos reales sacados de un libro sobre «el rey». Pero el autor no solo toma referencias externas en cuanto al dibujo, sino que siembra toda la obra, pone en boca del Vigilante, citas motivacionales de todo tipo de autores: desde el alemán Eckhart Tolle, el indio Nisargadatta Maharaj, o el poeta tibetano Milarepa, pasando por escritores y teóricos más populares como el propio Kirby, Dickens, Blake o Carl Jung.
Con todos esos elementos descritos, la experiencia hace honor al título de la obra, pues la lectura resulta todo un viaje y una experiencia diferente a lo que ya hemos leído antes. Os reconozco que en las primeras páginas pensaba que toda la obra iba a utilizar una mezcla de viñetas con recuerdos, y me costó bastante entrar porque, pasada la presentación, pensaba que iba a agotar el recurso, por lo que cuando vi que la obra iba cambiando constantemente, moviéndose en el terreno del metalenguaje y pretendiendo en todo momento provocar sensaciones que te transportan en ese tren en el que algunos llevamos décadas viajando, acabó consiguiendo ganarme como lector.
En definitiva, El viaje del superhéroe es una escapada por nuestros recuerdos, que consigue evocar cómo esas historias aparentemente infantiloides y cándidas han conseguido calar en nuestras vidas y cambiar nuestra visión del mundo que nos rodea. Todo un canto de amor por el medio, homenajeando a los grandes y creando paralelamente una historia con moraleja y sublectura bastante bien integrada. Canto de amor y al amor, al autodescubrimiento, de reflexión, lo que convierte esta lectura en una experiencia diferente. Podrás entrar o no en ella, pero todo lo que sea experimentar y buscar nuevas vías de llegar al lector me parecen de obligatorio reconocimiento.
Lo mejor: La mezcla de técnicas planificada y con una búsqueda concreta de efecto sobre el lector. La moraleja final de la obra.
Lo peor: Si haces una lectura muy superficial, puede parecer una obra más frívola de lo que es.