Hola niños y niñas. Tras unos meses copados por superhéroes cinematográficos como Watchmen y X-Men Orígenes: Lobezno, realizamos un necesario giro de 180 grados, dejando los mandos a José (a.k.a. Abe Sapiens), uno de nuestros más fieles lectores, para que nos cuente cuál es su Tebeo Favorito.
¿Un par de líneas que me describan? Prometo no decir nada de mi increíble atractivo físico. Pues así a bote pronto, en abril cumpliré 25 años terrestres, lector de todo cuanto cae en mis manos, en cuanto al cómic, prefiero los tomos antes que las grapas; licenciado en paro, profesor amateur, coleccionista de Ibáñez, Vázquez, Jan, Ramis, Cera y el resto de la parentela, coleccionista de Marvel Legends, no me gusta Spiderman… ni idea, todo más o menos normal supongo, no tengo demasiado que me defina exactamente.
¿Qué cuál es mi tebeo favorito? Al creer que la pregunta tendría fácil solución, abrí la boca inmediatamente para responder, pero enseguida arqueé las cejas y no pude articular una respuesta coherente.
Así que me sumergí en mi biblioteca particular para repasar todos los títulos que se encontraban en nuestro haber. Ummmm… veamos… ¿qué tenemos por aquí? ¿Daredevil? ¿Victoria Oscura? ¿Inuyasha? ¿Hellboy? ¿Xxxholic?¿El número de FHM con Pilar Rubio y sus despegables? ¿Tom Strong? ¿Crisis en Tierras Infinitas? ¿Fábulas? ¿Los Ultimates?, ¿Calvin y Hobbes? ¿Todo Mafalda? ¡Nada qué no hay manera!
Pensemos en otra cosa; demos la vuelta a la pregunta. ¿Cuál sería el comic que te encantaría que te acompañara al más allá? Ummmm….no, no creo que les haga mucha gracia ni a Dios, ni al diablo, el especial del Santo de los Asesinos.
¿Qué cómic te llevarías a una isla desierta? Ninguno, lo acabaría usando de combustible en una precaria hoguera o algo peor (para limpiarme el “Un día más” para más señas, ohh sí Mefisto, como el culito de un bebé).
Si se desencadenara un incendio ¿Qué tomo abrazarías y correrías escaleras abajo?
Si se inundara el piso ¿Qué título llevaría el conjunto de viñetas que sostienes sobre tu cabeza?
¿Y si se derrumbara el edificio?
¿Y si los bichos del zoo se volvieran majaretas?
¿Y si viene un inspector de Hacienda y hay que huir por el canalón de la fachada?
¿Y si me hago un chichón de la talla 3?
¿Y si me tocara probar el último cachivache de la empresa?
¿Y si el jefe me pillara durmiendo en el archivo en horas de oficina?
¿Qué me llevaría para leer si tuviera que largarme pitando del país y esconderme en el fondo de una cueva mientras la gente me persigue con objetos contundentes?… creo que ya lo tengo.
Aunque suene poco original, lo cierto es que es no me explico como he podido dudar tanto, mi tebeo favorito de todos los tiempos ha sido, es y será «Mortadelo y Filemón» (con la ampliación consecuente con todo el mundo Ibañesco: Rompetechos, 13 Rue del Percebe, la Familia Trapisonda…).
Las aventuras y desventuras, los disfraces, los golpes, los chichones, los kilómetros y kilómetros de vendas, los chistes “Menos mal que ha caído en la calle del colchón ¿eh? Que sí llega a caer en la del granito”, “Ay que daño, el ombligo me hace una jorobita en la espalda”, “Uyhhh que tonta, mira que darles la caquita del gato en vez de los bombones”, “Rayos, mil rayos”… y así podría estar hasta el infinito.
Aunque a día de hoy estén de capa caída por agotamiento del gag fijo de los personajes (que no del autor, mirad las nuevas aventuras de Rompetechos y prepararos para tener agujetas de la risa), siempre han formado parte de mi vida. Han estado allí en mis momentos más íntimos, cuando leía antes de dormir, cuando las aguas mayores en el baño se prolongaban demasiado o simplemente cuando no tenía nada que hacer.
Aún recuerdo las tácticas ingeniosas que discurría para conseguir “robar” el nuevo Olé! de la mesilla de mi fantástico padre (gran aficionado también, por cierto) y leerlo aparentando estar estudiando para el examen del día siguiente o cuando mis padres llegaban tardísimo de trabajar y colocaba al lado de la cama una torre de Olé!, Guai!, Gente Menuda para esperarlos y que no me venciera el sueño.
Podría estar aquí hablando horas y horas sobre el tema, contando miles de anécdotas pero solo diré que Ibáñez y su obra forma parte inherente a mi humor, a mi forma de dibujar, a mi visión del mundo y sobre todo, a mi vida. ¡Larga vida, MAESTRO!