Los buenos amantes del cómic underground no serán ajenos al nombre de Julie Doucet. En la década de los 90 la editorial Drawn & Quarterly recopiló su trabajo en el fanzine autoeditado Diry Plotte en una edición de 12 números. En la misma revista apareció la que se considera, probablemente, su obra más conocida: Diario de Nueva York, que en España publicó la editorial Inrevés. Dos décadas después de su último trabajo, Doucet sorprende a todos con un nuevo trabajo, El río. La editorial Fulgencio Pimentel, que había hecho ya un trabajo de recuperación del material inédito de la autora en nuestro país, se encarga de traer esta nueva obra, que sorprenderá incluso a los que ya conocen a la canadiense.
¿Sabéis esa sensación de cuando estáis en un local con mucho ruido (música, griterío…) y alguien intenta contarte algo? El río es la traslación de esa sensación al cómic. Un relato autobiográfico, en el que la autora repasa su adolescencia y su salto a la independencia y primeros años de edad adulta de una manera abrumadora, excesiva e hiperbólica. Un trabajo cuyo primer vistazo ya produce una sensación asfixiante, al ver esas páginas repletas, sin apenas espacio libre, en el que se agolpan rostros, bocadillos de texto de una manera caótica y espontánea.
Por si el propio planteamiento no fuera confuso de por sí, la autora decidió dibujar las páginas de abajo hacia arriba, por lo que el sentido de lectura no resulta especialmente intuitivo… aunque tiene sentido que sea así. Doucet no es una persona sencilla, todo lo contrario: nos muestra su vida sin tapujos, sin autocomplacencia ni suavizado de su difícil personalidad. Se muestra inexperta en su juventud, y con la insolencia que solo consiguen quitarte los años y muchos palos metafóricos (y algo me dice que nada de esto ha servido con ella). En El río vemos sus inicios como autora, sus primeras relaciones personales y sus errores.
Para ello va plasmando en las páginas lo que impresiona como un dibujo espontáneo, rellenando las páginas de rostros, recuerdos, frases… sin orden ni concierto. La sensación que produce ese dibujo sobrecargado y excesivo es de confusión, de una selva a través de la cual hay que abrirse paso para intentar seleccionar la información útil para la obra, siendo el resto flashbacks, personas que pasaron por su vida, sin ningún atisbo de explicación ni justificación. Pero el caso es que tiene una intencionalidad narrativa… y funciona.
Los lectores de Fulgencio Pimentel ya estamos acostumbrados a un tipo de obra muy concreto: experimental, arriesgada. Nadie que haya leído a Simon Hanselmann u Olivier Schrauwen se va a sorprender de este trabajo de Doucet. Pero ojo, si no estás acostumbrado a leer este tipo de cómic… recomendaría echarle un ojo antes de dar el paso. Tal vez os abra los sentidos y os descubra un tipo de cómic diferente y vanguardista, pero si sois algo más conservadores en cuanto a tipo de lecturas, esta obra os puede superar, pasar por encima y arrollaros sin ningún atisbo de indulgencia.
En definitiva, El río es una autobiografía narrada como si te estuvieran gritando en medio de una discoteca, y con dos o tres copas encima. Doucet se vale de la confusión, del ruido y del desconcierto en cuanto al sentido de lectura para abrirse al lector y mostrar una etapa concreta de su vida. Cómic difícil, pero altamente satisfactorio si sabes encontrar la intencionalidad de su autora. El verdadero cómic underground siempre busca impactar al lector, ir en contra de las convenciones y las normas. En eso, esta obra es absolutamente fiel a sus principios y raramente dejará a nadie indiferente.
Lo mejor: Su arriesgada propuesta formal. El uso del ruido como elemento narrativo.
Lo peor: Si no estás familiarizado con este tipo de cómics, es fácil no conseguir conectar con él.