Para cuando llegó el mítico Pressing Catch de Telecinco, que popularizó el wrestling en toda una generación en España, André el gigante, uno de los más míticos luchadores de los años 70 y 80, estaba muy cerca de su retiro y ya había perdido cierta popularidad, por lo que para muchos es más conocido, por ejemplo, por su papel en La princesa prometida. Sin embargo, algunos afortunados tuvimos antes la oportunidad de verlo en los canales autonómicos en su máximo apogeo durante su rivalidad con Hulk Hogan. Es probable que Daniel Piqueras Fisk fuese uno de esos chavales que quedaron impresionados por la imponente figura del que va a ser el protagonista de El pequeño de la manada.
El pequeño de la manada, no obstante, no es un documental biográfico como fue el caso de André el Gigante: Vida y Leyenda, la obra de Box Brown que trajo Astiberri hace unos años. Daniel Piqueras Fisk nos trae un relato lleno de optimismo que convierte la vida de André René Roussimoff en un cuento sobre ser diferente.
Inocente, entusiasta, emotivo y sin dobleces. Así es El pequeño de la manada tanto en lo literario como en lo gráfico. Con una caricatura que tiende a lo más básico, pero con un trazo bailarín, da la impresión a primera vista de ser un relato infantil, con lo que debo reconocer que me pillaron a contrapié los chistes sobre la multiorgasmia de la señora Agustina. Es entonces cuando nos damos cuenta que si tal vez no es para niños, sí lo es para que los adultos nos sintamos como tales, recuperemos el entusiasmo y veamos las cosas de nuevo con candidez y sin buscarle las vueltas. El pequeño de la manada es un tebeo para dejarse sentir más que para pensar.
Y con la palabra «tebeo» llego a otro de los puntos que dan para cierto debate. El pequeño de la manada no tiene diálogos directos, solo voz de narrador, con lo que hay quien argumenta que no se trata de un cómic, sino de un relato ilustrado, pero me temo que no puedo estar de acuerdo. Se trata de una dialéctica similar a la generada con El viaje de Shuna. Si cabe, aún con más razón porque este manga sí tenía diálogos en directo. Sin embargo, si bien vemos muchas escenas de una sola viñeta acompañada de texto, hay montones de otras formando secuencias, con distintos tamaños, uso narrativo de los bordes y los gutters, superposiciones de unas viñetas sobre otras creando jerarquías o dilataciones en el tiempo… en fin, mil y un recursos de la narrativa secuencial dibujada, esa cosa que solemos llamar tebeos.
Hay otro montón de pequeños aspectos que se podrían desglosar, como su uso puntual del color que tiñe ese mundo en blanco y negro, pero, como decía, por más trabajo o ideas no exentas de complejidad que pueda haber en El pequeño de la manada, no están ahí para ser analizadas, sino para generar sensaciones, para que seas feliz cuando André lo es y te entristezcas cuando él lo hace… para que, cuando termina la historia de este mito de la cultura popular, se nos llene el corazón y nos quede claro por qué incluso cuando encarnó en el ring a un villano, pasó a la historia como un gran gigante bonachón.