Menudo tanto se ha marcado Moztros haciéndose con los derechos de “El Palacio Infinito” de Shintaro Kago. La joven editorial catalana se está construyendo un catálogo de lo más interesante con los universos de Valiant, Power Rangers, Transformers o pequeñas joyas del mercado independiente como “Ice Cream Man”. Ahora también ha metido la zarpa en el cómic asiático con “Assassins Creed” o el manga que protagoniza nuestra reseña de hoy. Aunque en realidad se trate de un trabajo realizado para el mercado europeo.
Sí, amigos, “El Palacio Infinito” fue publicado originalmente en Italia por la editorial Hollow Press. De hecho, no es el único detalle que llama la atención de este manga, puesto que su sentido de lectura es occidental. Más allá de esto, las casi trescientas páginas de este tomo incluyen la historia principal más su spin off.
Shintaro Kago se pasa el mundo con “El Palacio Infinito”
Si estáis familiarizados con la obra de Shintaro Karo, máximo exponente del Ero-Guro japonés, seguramente más de una vez habréis pensado que no tenéis ni idea de lo que estáis leyendo o bien os preguntaréis qué se le pasa por la cabeza al mangaka para parir una historia así. Pues bien, con “El Palacio Infinito” el autor se supera una vez más para ofrecernos una obra tan fascinante como inclasificable, a la altura de sus mejores trabajos.
La premisa es sencilla. Tenemos a un señor feudal nipón de nombre Oda Nobunaga y a su vasallo Akechi Mitsuhide. Un buen día se enzarzan en un combate a muerte y el resultado del mismo sirve de catalizador para que el mundo se divida en dos. Cada uno de ellos usa como base uno de los dos posibles resultados del combate. Lejos de conformarse con esto, Kago representa estos mundos resultantes como gigantescas torres de infinita extensión. Cada piso de estas monumentales construcciones sirve a un propósito, habiendo plantas de cultivo, de tortura, de placer, de justicia…
Así sin comerlo ni beberlo, Kago nos ofrece su visión del concepto de multiversos divergentes nacidos a raíz de las posibilidades de un acontecimiento común, el combate, en este caso. Como lector de tebeos de superhéroes desde hace tres décadas, el concepto de los universos paralelos me resulta conocido… Pero nada, y digo nada, de lo que he leído me podía haber preparado para “El Palacio Infinito”. El autor simplifica décadas de estudios en materia de física cuántica para mostrarnos dos universos paralelos de manera eficaz, pero en ningún caso sencilla.
“El Palacio Infinito” tiene una estructura compleja, ambiciosa, pero también es un trabajo que engancha por la efectiva puesta de escena. Como viene siendo habitual en la carrera de Kago, este no se corta un pelo a la hora de mostrar violencia y sexo explícitos. Lo que pasa es que hasta ahora no le había leído un tebeo en que estos dos elementos se fusionaban, en muchas ocasiones dando como resultado una macabra armonía de la que no podemos despegar nuestros estupefactos ojos. Debo advertir que si sois impresionables o de estómagos débiles es posible que haya algunas escenas que os revuelvan las tripas. Con decir que el Body Horror cinematográfico de John Carpenter o la Nueva Carne literaria de Clive Barker parecen programas infantiles en comparación… Pues eso, ya os podéis hacer una idea.
Kago pasa una vez más de formalismos y rompe los esquemas uniendo en esta obra el surrealismo más artístico con sus habituales perversiones. Y es que creo que aquí está la clave de “El Palacio Infinito”: en unir dos cosas para crear algo nuevo o en sorprender al lector dando forma algo que no nos esperamos como si fuera una metáfora de la propia premisa de este manga.
De todas formas, solamente por el acabado gráfico, “El Palacio Infinito” ya es un manga sobresaliente. La línea fina del estilo de Kago y su obsesión por el detalle y la precisión gráfica son claves para mostrar los dos edificios/universos paralelos. Hay algunas planchas en las que la combinación de texto, imágenes y repetición de las mismas (a veces de manera literal y otras con pequeñas variaciones) pueden llegar a sobrecargar sensorialmente al lector. Esto, lejos de ser un problema invita a revisitar la obra cada cierto tiempo para volver a pillar nuevos detalles aquí y allá.
Habrá quien diga que es una genialidad. Otros, optarán por calificar su trabajo como fumada de las gordas. Posiblemente ambas partes tengan razón. Lo que sí que creo que puedo afirmar de manera rotunda es que Shintaro Kago nunca defrauda.
Recomiendo su lectura para todos aquellos que busquen disfrutar de una experiencia diferente. Además, es un tebeo cojonudo, desde luego que lo es.
La edición de Moztros viene presentada en rústica con solapas, con papel poroso y una muy buena reproducción del material original.