Recuerdo hace unos años, hablando con unos amigos sobre el Grunge en los años 90, que dije que nunca terminé de encajar con el rollo modernito de esa gente. Se hizo el silencio y uno me dijo «¿modernitos? tío, sabes que acaba de salir la edición 25 aniversario del Nevermind de Nirvana, ¿verdad?». Pues el tipo que le ha puesto el título a este tomo debe ser de los míos porque El integral de lo nuevo de Tank Girl incluye tres series limitadas publicadas en 1995, 1996 y 2007. Que vale, que sí, que más nuevo que el material publicado en el primer integral, que arranca con el origen del personaje de 1988 sí es, pero nuevo, lo que se dice nuevo, pues tampoco.
¿Y qué es lo nuevo que se recoge en este volumen? Doce números, tres series limitadas que supusieron el salto del charco de Rebecca «Tank Girl» Buck, uno de los personajes más punkis de la historia del cómic inglés, y por tanto, de la historia del cómic en general. A saber, La odisea, con guión de Peter Milligan y dibujos de Jamie Hewlett, Apocalipsis, con Alan Grant y Andy Pritchett, y El regalo, con Alan Martin y Ashley Wood.
Pero… ¿quién demonios es Tank Girl?
A ver, te diría que lo propio es que te hagas con el primer volumen de sus historias (que lo compres, lo cojas en la biblioteca o se lo mangues a tu primo, eso ya es cosa tuya) y que te tires de cabeza sin saber qué esperarte. Pero teniendo en cuenta que es un cómic bastante extremo, vamos a poner sobre aviso al potencial lector. Extremo no porque tenga gore, zoofilia y cosas así (que también), sino por una narrativa bastante poco convencional. Tank Girl, personaje creado por Alan Martin (guionista, conocido básicamente por Tank Girl) y Jamie Hewlett (dibujante, conocido o algo por el público generalista por ser el cocreador de la banda virtual Gorillaz) es una tipa ultraviolenta, borracha, drogadicta y que mantiene una relación de pareja con un canguro mutante llamado Booga, con el que vive en un tanque en una Australia futurista/postapocalíptica, y que tiene dos amigas, Jet Girl y Sub Girl, que pilotan un avión y un submarino respectivamente. Vale, a priori no parece algo demasiado raro. El jaleo viene en cómo nos cuentan las cosas: las historias del equipo creativo original son caóticas, ultraviolentas, surrealistas, sin ningún tipo de sentido ni intención en ocasiones… y sin embargo, tremendamente absorbentes. Si te va el rollo, claro está. Desde luego, en la subcultura británica de los 90, Tank Girl se convirtió en un icono, así que algo debe tener para cierto tipo de gente.
El caso es que allá por mediados de los 90, a alguien se le ocurrió que era una buena idea hacer una película de este personaje. El resultado fue una película que consiguió unir a público, crítica y creadores: todo el mundo pensó que era un mojón de proporciones cósmicas. Pero ante la idea de un cómic inglés que iba a ser adaptado al cine, en DC decidieron que lo del cómic independiente británico les había funcionado bien como base del sello Vertigo y que por qué no. Así que compraron los derechos para hacer tres series limitadas, de las que sólo salieron dos. Igual era demasiado raro hasta para Vertigo. La tercera serie de las incluidas en este tomo salió más de diez años después en IDW.
La odisea
Para el debut del personaje en el mercado americano, y dado que la relación entre los creadores se había agriado bastante con motivo de la película, hubo que contratar un nuevo guionista que le dijera qué dibujar a Hewlett. Y puestos a coger a alguien que no fuera su creador, qué mejor que otro de los ingleses raros que habían llegado años antes. Y como Alan Moore andaba perdido en sus años más oscuros haciendo tebeos de Spawn, Neil Gaiman estaba rematando Sandman, Jamie Delano era demasiado formal para esta macarrada y Grant Morrison acababa de empezar sus Invisibles, qué mejor que Peter Milligan, que estaba encaminándose hacia el final de Shade, el hombre cambiante. El caso es que Milligan es un tipo más formal que el par de bandarras de los creadores… y algo más cultureta también, para qué negarlo. Así que para esta primera serie americana decidió que por qué no mezclar mitos griegos con clásicos de la literatura británica, y embarcar a Tank Girl en un remake del Ulises de James Joyce que a su vez ya era, entre muchas otras cosas, un remake de la Odisea de Homero, de la que también tenemos bastante en esta historia en la que se nos narra la vuelta a casa de nuestra heroína, que se encontrará por el camino con un cíclope, con sirenas, con un tal Albert Einstein Olus (A.E. Olus, Aeolus, Eolo) y con un buen puñado más de referencias a las obras en las que se inspira, unas más obvias que otras.
¿El resultado? Desconcertante y provocador a partes iguales. Es una lectura interesante, pero en las puñeteras antípodas de la obra original. Si la Tank Girl de Alan Martin es un cómic punk, la de Peter Milligan es intelectual. Si la de Martin es una colección de historias cortas sin ningún tipo de cohesión ni coherencia, la de Milligan es una obra unificada con un propósito y una dirección. La odisea es, a la vez, más compleja que la original y más simple al tener un hilo narrativo más fácil de seguir.
Apocalipsis
Esta serie es una rareza. Es una de las escasas historias del personaje en la que no están implicados ninguno de sus creadores. Aquí, los responsables son Alan Grant, conocido por el público mayoritario por su etapa en Batman con Norm Breyfogle pero también con un venazo punki que desarrolló en 2000AD, y el ilustre desconocido Andy Pritchett a los lápices. Esta historia gira alrededor de las teorías sobre la llegada del fin del mundo, con sectas apocalípticas, conspiraciones para salvar a los dirigentes, el Nuevo Orden Mundial y la llegada de un mesías… que nacerá de la embarazada Tank Girl. What?
A ver, es una lectura divertida y tal, pero quizás sea la parte menos inspirada del tomo.
El regalo
Después de unos cuantos años en el dique seco y con el experimento Vertigo cancelado, ya en el nuevo siglo vuelve Tank Girl dentro de IDW. El encargado de esta nueva serie es Alan Martin, con lo que retomamos el estilo original de historias cortas como ráfagas de metralleta y el espíritu irreverente, desquiciado y ultraviolento de sus primeros tiempos, pero teniendo a los lápices al mucho más experimental y expresionista Ashley Wood, que hará las delicias de los que disfrutaron de rarezas como Popbot o Automatic Kafka. Es quizás la historia más cercana espiritualmente a las primeras historias de Tank Girl, pero a la vez, el aspecto gráfico la hace la más distante por el rollo experimental que se trae el autor y que no es plato de gusto para todo el mundo. Sí, en efecto, hay gente a la que no le gusta Ashley Wood. Hay gente que no tiene ni puta idea.
En resumen…
Quizás Tank Girl no sea un personaje tremendamente popular y de primera fila. Bueno, quizás no, no lo es y punto. Es un personaje minoritario y de culto, pero tiene sus seguidores, que se habían tenido que conformar hasta ahora con la edición de parte del material original de la mano de La Cúpula y de La Odisea como único representante de su aventura americana. Los dos integrales que ha publicado Norma vienen a darle una gran satisfacción a este grupo pequeño pero ruidoso de seguidores. Si lo que buscas es un cómic serio, intelectual y demás -como lo que se publicaba en Vertigo, vamos- esta obra no es para ti. Pero si la palabra «irreverente» te hace que mires con curiosidad, date un paseo por el Outback australiano porque aquí hay algo que puede interesarte.