Lo he dicho en un buen puñado de ocasiones: la anticipación, el maldito hype, es mala compañera cuando te acercas a cualquier tipo de obra. No es inusual que una obra de calidad más que decente decepcione porque el lector (o espectador, u oyente, o lo que sea) tenía las expectativas demasiado altas. Y eso me hizo acercarme a El Fuego con un cierto miedo, porque la nueva obra de David Rubín era uno de los títulos que con más ganas esperaba este año. Y aún con las expectativas por las nubes, me acabo de quedar con la sensación de haber leído posiblemente el mejor cómic de todo 2022.
El Fuego nos cuenta la historia de Alexander Yorba, un exitoso arquitecto que recibe el encargo de su vida poco antes de cumplir los cincuenta. Un asteroide viene en rumbo de colisión a la Tierra y es necesario un plan B para salvar a la humanidad en caso de que fracase el intento de desviarlo de su trayectoria: Yorba tiene que diseñar y dirigir la construcción de una ciudadela en la Luna que pueda albergar a la cuarta parte de la población mundial y garantizar así la supervivencia de la especie humana. Pero durante este proceso le diagnostican un tumor cerebral incurable, y tendrá que elegir entre pasar sus últimos momentos completando su épico proyecto o junto a su mujer y su hija.
Empezamos la obra con la idea de que Yorba es el salvador de la humanidad. Pero poco después vemos que su moral tiene muy poco de ejemplar, aunque de alguna forma consigamos empatizar con él. No resulta ser ni un héroe ni un ser despreciable: es, simplemente, humano, y su comportamiento oscila entre ambos extremos. De la misma forma percibimos la sociedad en la que está ambientada esta obra. La humanidad ha llegado a crear avances tecnológicos increíbles, a construir ferrocarriles intercontinentales o a hacer rutas de transporte estables entre la Tierra y la Luna, pero también, al igual que ocurre en el mundo real, es una civilización en la que vales tanto como tienes. Supongo que a nadie se le pasa por la cabeza la posibilidad de que en ese 25% de la población que pueda salvarse vaya a haber habitantes del tercer mundo, ¿verdad?
Hay un buen puñado de ideas vertidas en esta obra que resonarán de forma diferente en cada lector. Como nos comentó Iratxe en su sección dominical, en El Fuego es de vital importancia de la subjetividad del lector en la interpretación de lo que nos cuenta el autor aquí.
Estamos ante una obra que te atrapa desde sus primeras páginas. Desde el primer momento, el arte de David Rubín es totalmente apabullante. El diseño de página es espectacular como es habitual en este autor, pero muestra además un trazo tremendamente cuidado. Podemos ver una narrativa fluida como pocas veces se le ha visto, con técnicas marca de la casa habituales, pero depuradas hasta alcanzar casi la perfección, apoyada por un color con cuya técnica y espectacularidad rápidamente identificamos al autor. Se nota, en definitiva, el esfuerzo vertido en este largo trabajo: Rubín anunció El Fuego en enero de 2020, casi tres años antes de que haya llegado a nuestras manos, pero llevaba trabajando en este título desde varios años atrás.
En el guion también nos encontramos a un autor en lo más alto de su carrera. No hay una palabra de más, no hay una sola escena que sobre. Estamos ante una obra de más de doscientas cincuenta páginas en la que cada viñeta y cada cuadro de texto son necesarios. Los tres años que ha tardado Rubín en terminar esta obra han sido bien empleados. El resultado final ha sido un álbum profundo pero de lectura absorbente, visualmente rozando la perfección si no alcanzándola, con una historia interesante plagada de reflexiones sobre el mundo real que nos deberían hacer recapacitar. Quizás el optimismo y el idealismo de los primeros tiempos del autor han dado paso a una visión del mundo más pesimista, pero sin duda más real.
Han pasado diecisiete años desde El circo del desaliento, la primera obra profesional de David Rubín. Desde entonces, nos ha traído obras a un altísimo nivel, como Beowulf, El Héroe o la reciente Cosmic Detective. Decir que la obra más reciente del autor gallego está a un nivel muy por encima de la media no es algo que sorprenda a nadie a día de hoy, pero en El Fuego se ha superado a sí mismo con creces. Es una obra sobresaliente en todos los campos que debería leer todo aficionado al medio, un título del que se seguirá hablando durante muchos años. Al tiempo.