Hoy me voy a poner intensito, lo advierto de antemano. Es uno de esos días en los que cruzas ideas que te llegan con otras que ya tenías, y a lo mejor te queda un galimatías gordísimo pero con un ALGO al fondo que intenta salir a la luz, no sé si me explico. Veréis, leí hace nada a Pablo Ríos en lo-que-antes-era-Twitter comentando una noticia que a su vez había leído a Gerardo Vilches sobre Yoichi Takahashi, el autor de Captain Tsubasa (el Oliver y Benji de toda la vida). Resulta que, tras 43 años de publicación en revistas cumpliendo tiempos de entrega como un campeón, ha decidido que ya está bien la cosa y que se va a poner a publicar sus tebeos en su propia página web. Pero aquí viene la bomba, y es que los va a dibujar como le salga de ahí, abocetados, con todo el lápiz caravista, centrándose en lo que considera importante: LA HISTORIA Y LA EMOCIÓN en lugar de menudencias como ponerse a entintar, hacer fondos con personajes de relleno vitoreando cada gol o poner tramitas al balón Nike. Centrarse en la composición de página y, como mucho, cascarle una rotulación mecánica para que se lea todo bien.
Ojo, porque en las páginas que está subiendo hay maestría. Parece que no se ha cansado de narrar, sino de cumplir con los estándares de la industria. Y yo a eso digo: OLE TUS NIPONES.
Ocurre de paso que leo bastante manga y no me avergüenzo en reconocer que, ahora mismo, gran parte son series que llevo al día por la app esta de la Shonen Jump. Tengo todos los tomos de One Piece comprados con devoción desde que iba a la Secundaria y hasta el tomo noventa y algo, pero como ahora me los puedo leer al día y legalmente por el móvil pues a lo mejor prefiero invertir esos euros que me ahorro en otra cosa (como, por ejemplo, en pagar la tarifa de datos del móvil). Y como hay muchas series disponibles, pues le voy dando a los ratos muertos. Ahí descubrí Chainsaw Man, Jujutsu Kaisen o mi amadísima Roboco, ojito. Y también descubrí los comentarios airados de parte del fandom cuando la calidad de algún capítulo no está a la altura de los anteriores. Las dos Españas son, en realidad, aquellos aficionados que piden al sensei de turno que se ponga bueno y se cuide cuando anuncian que tal o cual cabecera se pondrá en hiatus un par de semanas, y aquellos que se cagan en sus ancestros hasta la Era Meiji cuando una escena de acción está menos detallada de lo habitual.
Porque más allá del buenismo de una parte del fandom, lo de Japón sigue siendo un esquema de explotación autoral devastadora, un poco el equivalente artístico a ser jugador profesional de la NFL en Estados Unidos, que tienes suerte si llegas a pensionista. Pero el otro modelo asiático, el de tipo webtoon, no es mucho mejor: consiste en tener a un millón de personas dibujando un millón de series, exigiéndoles capítulos semanales con un mínimo “aceptable” de viñeta, con la esperanza de que alguno de ellos consiga una adaptación transmedia, un dorama, un light novel, lo que sea que haga que por fin tanta inversión en servidores informáticos haya valido la pena. Esa exigencia de mantener al nivel me resulta todavía más absurda en productos de consumo rápido: si las revistas de manga tenían ese concepto de “leer y tirar”, lo de ahora es “swipe y leer si acaso por encima”. Las compañías de webtoons son granjas de tebeos al por mayor, que exigen cantidad y calidad para rascar algún huevo dorado de vez en cuando. Aunque hay que reconocerles que, cuando llega, es MUY MUY dorado.
Nuestro modelo español no es tan exagerado en cuanto a periodicidad. En general, diría que tratamos de imitar el francobelga, solo que con una base lectora y una cultura del tebeo que no nos llega ni a la sombra de la suela de los zapatos gabachos. Así que tenemos un tejido autoral infrapagado, que se tira sus buenos meses o años para completar un trabajo y obtener dos semanas de escasa visibilidad en estanterías. Los 620 lanzamientos nacionales del año pasado fueron 678 en 2022, y 737 en 2021, una tendencia que no va precisamente al alza. Y los títulos que más suenan, generalmente de artistas que se han ganado a pulso una carrera y llevan el alias VETERANÍA entre nombre y apellido, no van precisamente abocetados. Representan NUESTRO noveno arte. Esenciales, imprescindibles. El academicismo y los premios no dan opciones: cómo vamos a rebajar el ESTATUS de nuestra GLORIOSA PRODUCCIÓN. Esto no son chistes, esto no son dibujitos, esto es ARTE. Ok.
Pero desde aquí os digo, guionistas, dibujantes, como cada vez que tengo ocasión (y aquí se me hincha la vena): ¡ESCRIBID RÁPIDO! ¡DIBUJAD PEOR! ¡TODOS! ¡INVERTID VUESTRO TIEMPO Y ENERGÍA EN FUNCIÓN DE LO QUE OS PAGUEN! ¡SIN MÁS! ¡COMPLETAD PÁGINAS Y AL TORO! ¡CONTAD VUESTRAS HISTORIAS! ¡Queremos leer y que no os quedéis por el camino! ¡Y a toda la crítica que encumbra las bondades de la exquisitez en la ilustración y el acabado, mandadlos AL PEDO! ¡VIVAN LOS PUTÍSIMOS TEBEOS HECHOS DE CUALQUIER FORMA! ¡ABAJO EL CAPITAL!
Perdonad el arrebato, pero es que os quiero leer sin tener que pensar en todas esas horas y horas y horas que echáis sobre la mesa. Porque, como sector, no nos las merecemos.