Vivimos un momento agridulce en el sector del cómic. Por un lado, parece que la Administración pública nos está haciendo algo de casito, en Angoulême se sirvió pulpo y jamón del bueno, tendencias como la del manhwa se asientan y hacen números para sustituir a otras que ya no podían exprimirse más, y la comunidad de los tebeos está encontrando espacios en los que intercambiar opiniones sin que los nazis vengan a mearse encima; por el otro, nuestro tejido autoral es pobre como una tonelada de ratas, las librerías están chapando o las están largando del centro de las ciudades por aquello de la subida de los alquileres (y por muchas otras cosas, no vamos a ser reduccionistas), la segunda editorial (o cuarta, o sexta, según a quién le preguntes) que publicaba más tebeos en el mercado español ha cerrado dejando mucho dinero a deber a todo quisqui, y la Inteligencia Artificial quiere matarte, a ti personalmente.
Como llevaba tiempo sin escribir columnas de forma regular (salvo las que hacía para Otaku Bunka, pero ahora que la revista ha terminado su andadura ni eso: recordadme como el tipo que iba cerrando medios especializados a su paso) se me han ido quedando muchos, pero MUCHOS temas en la palestra. Tomaos estas líneas como mi discurso del Estado de la Nación del Tebeo en este preciso instante. Cinco párrafos indexados. Go.
- Que ECC haya cesado su actividad y presentado concurso de acreedores no ha sorprendido a nadie, porque la tostada olía a muerte desde hace tiempo: crowdfundings trucados para publicar títulos de DC, puntos de venta forzados a unas condiciones durillas (y que han seguido encontrándose en su buzón recibos por un material que nunca va a existir), una inversión exagerada en acciones promocionales (si montas un stand de 80 metros cuadrados en un Japan Weekend Madrid es que no sabes qué es Japan Weekend Madrid) y un descontento generalizado por parte de la afición, que parece que es lo que menos pese pero si antes vendías 500 tebeos y ahora vendes 50 a lo mejor sí que importa un poquito tener contenta a la clientela. Qué sabré yo. No manejo tanta guita. Bueno, quizá ahora sí: diez euros es más que cero, ¿no? Sobre este tema ha hablado de forma mucho más extensa y documentada Pablo Fluiters en ADLO!, y en sus notas encontraréis muchos más detalles de cómo se ha producido esta situación.
- Que el hueco que ha dejado ECC en el mercado va a ser cubierto rápidamente por Panini con la publicación de todo el DC que te pueda caber por el culo en tiempo recórd, lo que nos deja poco espacio al resto para maniobrar y la situación va a seguir siendo la misma pero con otro nombre. Las editoriales grandes se están ajustando ligeramente hacia un mercado real y no al mercado invent de las redes sociales, y por eso 2024 terminó con casi 300 publicaciones menos que en 2023 (lo dice Tebeosfera), mientras las medianas y pequeñas han seguido a su rollo porque juegan en otra división, la división de “o saco al menos un tebeo al mes o nadie se va a acordar de mí”. El mercado del tebeo español es y será fundamentalmente cuatro empresas (bueno, ahora tres empresas, véase el punto 1) haciendo sus cosas de empresa. Podemos decidir que calificar a los tebeos como “productos culturales” es una mierda que limita su potencial artístico y nos mete de lleno en el ultracapitalismo de las pelotas y del corre-corre-que-te-lo-pierdes, pero también es verdad que cualquier editorial que no piense en los tebeos como cosas que se venden, y que deben ser rentables por sí mismas, está condenada a irse al garete o a convertirse en una ONG. Aquí hay mucho amor por el medio, pero o te plantas con un plan de negocio o puedes publicar en los ratos libres que te deje tu otro trabajo, el trabajo de verdad, lo que nos lleva al punto 3.
- La profesionalización del sector es de puta risa. Empecemos por la Sectorial, que aunque adolece de una falta de comunicación importante (porque las informaciones que maneja están más clasificadas que el Área 51, ya que es evidente que el público no debe saber con antelación asuntos tan delicados como qué autores han sido oficialmente invitados a Angoulême, porque habría disturbios en las calles) y de una imperiosa necesidad de convocar Asamblea Ordinaria y gritarse muy fuerte unos a otros, a la chita callando ha conseguido interesantes logros (de los cuales unos cuantos todavía han de salir a la luz, por aquello de mantener el necesario secretismo). La mayoría estamos de acuerdo en que el Libro Blanco necesitaría un repaso, pero también en que nadie se va a leer el Libro Blanco de verdad: reconoced de una vez que tan solo hemos ido a buscar si salía nuestro nombre y llorar luego bajo la ducha. Lo que NO ha conseguido la Sectorial es el reconocimiento absoluto por parte de la Dirección General del Libro, el Cómic, la Cultura y todo lo demás, que sigue contando con voces expertas que susurran mensajes alternativos a sus oídos. “I hear voices in my head, they come to me, they understand, they talk to me… THEY TALK TO ME!”. Así que la Sectorial es una suerte de Vengadores del Tebeo Español, pero unos Vengadores que no tienen a varios de los titulares en primera fila, no está Lobezno, ni Spider-man, ni Iron Man, porque precisamente esos van a su bola como lobos solitarios del cómic: editoriales tochas, representantes relevantes en sus respectivos campos, en fin, Gente Que Hace Cosas Y Cuyos Nombres Suenan Todo El Rato, que también debieron pensar que para qué meterse en rollos de Sectoriales si ellos ya estaban allí antes. O montando otro parque en paralelo, exactamente por la misma época. Estas trifulcas de patio de colegio me aburren, pero así es España: necesitamos odiarnos los unos a los otros y que sobreviva el más pillastre. Al margen de esto, es problemático el escaso porcentaje de profesionales y empresas del sector del cómic que están agremiadas o trabajan de forma colectiva. No tiene sentido. Hacedme el favor e inscribíos en las entidades de gestión de derechos colectivos. Meteos en la asociación profesional más cercana. ¡Sindicaos! Si no luego salen los informes de Comercio Interior del Libro en España y las cifras de los tebeos son un sinsentido porque la administración no sabe a quién tiene que preguntar (y a quienes pregunta no rellenan las encuestas, que también pasa).
- Que la Inteligencia Artificial es un debate candente que yo percibo como una grandísima y chillona línea roja que nos separa del caos. Y mira que me gusta el caos, pero un caos que pueda verme venir hasta cierto punto. Estamos a la espera de lo que CEDRO, la agencia de gestión de derechos reprográficos, tenga que decir al respecto para saber si sacamos las antorchas o las guillotinas (no hay opción buena), aunque el verdadero peligro lo representa el Ministerio de Cultura, ese mismo que nos va a conceder ayudas a tutiplén y apoyar al Sector, que por un lado nos dice eso de “lo de la IA tenemos que verlo todos juntos” y por otro nos intentó colar un Decreto Ley para regularizar el robo sistemático de propiedad intelectual por parte de las grandes multinacionales a cambio de migajas. De hecho, desde hace años a las editoriales nos solicitan que enviemos los archivos digitales de todos nuestros cómics al Depósito Legal, “en calidad de imprenta y con alta resolución”. Puedes pensar que el motivo es legítimo, que tiene sentido archivar la cultura de esta forma para que les llegue con certeza a las próximas generaciones, pero la cosa es que hace ya tiempo que saltó la noticia de que hay una Inteligencia Artificial made in Spain entrenándose con los datos de la Biblioteca Nacional. Y a mí nadie me ha pedido permiso, fíjate. Por lo que a mí respecta, no van a oler ni un 0 ni un 1 de nuestros archivos. Hasta que aclaren esta situación, todo cuanto digan es disco duro mojado.
- Y que la última película buena de superhéroes que jamás haya existido va a ser la de Lobezno/Deadpool. A partir de ahora, es todo cuesta abajo sin frenos. Es lo que hay.
Con este panorama y 2025 acercándose a toda pastilla a la temporada de convenciones comiqueras, solo me queda añadir:
AGARRAOS QUE VIENEN RÚSTICAS