Dejar de lado lo personal a la hora de hablar de una obra artística es, digan lo que digan, imposible, pero obviamente hay niveles. Por eso quería comenzar la reseña de El día más largo con una pequeña advertencia. Mucho me temo que, hablando este tebeo, no voy a poder evitar echar al plato más ración de componente personal de lo que debería y sinceramente espero que eso no vaya en detrimento de la impresión de nadie sobre el trabajo de Mario Barrachina.
Es el primer trabajo de este joven autor murciano con experiencia previa en ilustración, pero novato en la lindes de la viñeta, con lo que apenas podía saber nada de él antes de acercarme a su obra. Así pues el motivo de mi aproximación a El día más largo fue su premisa. El día más largo es el particular homenaje de Mario Barrachina a su abuelo fallecido, rememorando fragmentos de su vida y usando el propio momento del velatorio como punto de partida.
Ahora bien, aquí viene la parte personal y es que me llamó la atención en una entrevista al autor cómo el principal calificativo con el que Barrachina definía a su abuelo era la palabra «bueno», justo el mismo por el que todo el mundo se refería mi propio abuelo y a veces es dificil controlar lo de las conexiones emocionales. Probablemente esto sea más información de lo que a un lector habitual de Es la hora de las tortas!!! pueda interesarle, pero debo decir que mi abuelo es en enorme medida el responsable de cada texto que habéis podido leer de mi puño y letra en esta web en los últimos 20 años, el responsable de cada podcast o vídeo en los que participado y es que mi abuelo fue la persona que alimentó mi afición por los cómics desde antes de saber leer hasta incluso mucho más tarde de la edad en la que se suponía que ya era demasiado mayor para esto.
Admito pues que me acerco a este tebeo con eso que jamás debería partir, que son los prejuicios basados en la experiencia personal, pero trataré de dar una idea no demasiado parcial de lo que nos vamos a encontrar en El día más largo.
Llama la atención que al principio del cómic entremos al tanatorio a la vez que el resto de personajes, casi como al patio de butacas de un teatro para presenciar una función. Será a partir de ahí donde, partiendo de los momentos que se dan en un velatorio entre familiares, amigos, conocidos y no tan conocidos, nos vaya haciendo retroceder a distintos momentos de la vida de su abuelo, principalmente, momentos concretos que compartió con el propio nieto autor de esta obra. Se trata de momentos aislados sin una continuidad temporal estricta, pero sí una cierta continuidad conceptual que trata de dibujar una semblanza de la persona, de la marca que dejó en sus allegados y también del vacío cuando se va.
Tal vez los momentos más certeros de El día más largo, no son los episodios de flashback, sino el eco que vemos en la familia en el momento del velatorio, que tal vez nos dan los instantes más sinceros y emotivos, no tanto de un modo explosivo, sino dejándonos al descubierto la sensación de pérdida.
Y es que no tengo ninguna duda de la sinceridad de Mario Barrachina y en muchos momentos se adivina lo que hay bajo lo que nos está contando. Sin embargo, tal vez la falta de veteranía del autor no le provee de todas la herramientas necesarias para transmitirlo.
Gráficamente, El día más largo se resuelve con una estética con ecos de la de Paco Roca. La carga, no obstante, de expresividad y elasticidad está sensiblemente menos conseguida. Casi todos los diálogos, además, están resueltos de un modo un tanto expositivo, dejando a veces al dibujo como un mero acompañante.
Abundan las escenas frontales en plano fijo, sin apenas uso del contraplano y eso, por un lado refuerza ese aire teatral que se intuía en el inicio y clava la sensación de incomodidad en el velatorio, pero resta esa sinceridad que debería llegarnos. No se trata, no obstante, de que exista algún tipo artificio engañoso por parte del autor, sino tal vez una falta de recursos para hacérnoslo llegar la emoción cruda. Hay que llegar casi al final del tebeo para tener algo parecido a un anclaje con algún personaje que no sea el propio abuelo. No se nos pone fácil entrar en la piel del autor o de los distintos miembros de su familia con cierta carga de protagonismo, que deberían ser nuestro punto de vista para abordar todo lo demás. Se dan diversos detalles de muchos de ellos pero actúan más como anécdotas que como factores caracterizadores que nos acerquen a ellos. Hay además un aire inexpresivo y frontalista en la planificación, que funciona muy bien en los momentos del velatorio pero resta calidez a los episodios más emotivos.
No está exenta, aun así, El día más largo de aciertos y tengo que reconocer que el final termina resultando conmovedor, pero casi da la sensación de terminar cuando el cómic empezaba a dar lo que prometía.
No quiero imaginar lo difícil que es llevar a cabo algo como El día más largo, tratándose de algo tan personal y es de aplaudir el homenaje que Mario Barrachina dedica aquí. Es muy complicado llevar a cabo este tipo de volcado emocional incluso para autores veteranos y tal vez para una primera obra, las herramientas de las que dispone Mario Barrachina no le terminan de hacer justicia a lo que realmente lleva dentro.