Saludos desde mi mansión en la isla de Montecristo. Pasad a la terraza y tomad algo. Mientras, os hablaré de El Conde.

Obra de Ibrahim Moustafa, ayudado por Brad Simpson al color y por Hassan Otsmane-Elhaou en la rotulación.

Tenemos en este tomo que nos trae Cartem una adaptación futurista de El Conde de Montecristo. Que no os voy a poner un enlace porque todos deberíamos habérnoslo leído ya. O al menos, saber de que va. Porque citando a aquel crustáceo de Futurama, ¿Se puede vivir sin haber leído el Conde de Montecristo? Si tu a eso lo llamas vivir…

Pero centrémonos. tomad unas pastas, bebed esta delicada ambrosía digna de un rey que prepara para mi, muy pocas botellas cada año, un posadero del Valle del Po.

Resulta que un hombre ha sido calumniado y despojado de lo que tenía. Muerto para el mundo,  vuelve convertido en otra persona, un ángel vengador.

Aunque la historia está ahí, con el esqueleto de los detalles y los personajes, no acaba de cuajar como el Conde de Montecristo. Que tampoco creo que fuera lo que buscaba el autor.

Estamos ante una adaptación, no ante la obra original llevaba al futuro.

Tendremos la situación, tendremos la trama, tendremos la venganza…

Pero nos faltarán cosas tan importantes de la obra original como el dilema entre la compasión, el perdón y la venganza. La descripción de las relaciones entre el ÇConde (ya no es Edmundo) y los diferentes personajes. La ayuda a quién lo merece. El libre albedrío y la libertad de elección.

Pero es que ni tenemos las páginas de la novela original, ni el autor quiere ir por ahí.

La historia se centra casi desde el principio en la acción (tanto física como a nivel de política y conspiraciones) y busca ofrecer un ritmo rápido. Este tomo se lee de un tirón, no solamente por su longitud, sino porque la historia se ha escrito para no darnos pausa.

Si me permitís una comparación, la novela original es una serie de doce capítulos y esta  adaptación es una película de hora y media.