Hace poco más de un año del anuncio de Penguin Random House del lanzamiento de su sello editorial Distrito Manga, con el que el gigante editorial se lanzaba a la edición de cómic japonés en el mercado español. Desde sus primeros lanzamientos en junio de 2022 han llegado ya más de un centenar de volúmenes diversificados en un buen puñado de géneros. Han lanzado seinen actuales como El incidente Darwin, shōnen como Ranger Reject, shōjo como No puedo decirte que te quiero, clásicos modernos como Old Boy o Beck, y ahora le toca el turno al josei con Don’t Call it Mystery.
Decimos que Don’t Call it Mystery es un josei porque fue publicado originalmente en la revista Monthly Flowers, pero no tiene las características habituales de esa demografía. El josei es un tipo de manga orientado a mujeres adultas, y gira habitualmente en torno a las vidas cotidianas de mujeres que han dejado su adolescencia atrás. Pero Don’t Call it Mystery está protagonizado por un chico universitario con una vida de todo menos cotidiana.
Totonô Kunô es un estudiante muy peculiar. No tiene amigos ni novia, y pasa su tiempo libre en actividades poco habituales entre la gente de su edad, como cocinar curry o ir a museos. Un día recibe la visita de un agente de policía que le comunica que es el principal sospechoso del asesinato de un compañero suyo de clase porque hay un testigo que le ha visto discutiendo con la víctima en un parque cercano. Y las elecciones estéticas de Totonô son suficientemente peculiares como para que sea difícil de confundir con otra persona. Una vez en comisaría, durante su interrogatorio, vemos que el protagonista de esta obra es un tipo tremendamente perceptivo. Se fija en detalles que pasan inadvertidos para casi todo el mundo, incluso para los investigadores de la policía. Así, se da cuenta de los problemas familiares de un agente, de los laborales de otro, e incluso acaba ayudando a la resolución del crimen del que le acusan.
En la segunda historia de este tomo, Totonô se sube en un autobús para ir a ver una exposición de pintores expresionistas, pero no llega a su destino porque el autobús es secuestrado. Al igual que en la primera, mediante la observación y el diálogo con los presentes se va haciendo una idea de lo que ocurre. De lo que motiva al secuestrador, de sus inquietudes intelectuales y de qué pretende. Pero no se llega a desvelar todo el misterio, esta historia continuará en el segundo volumen.
Hay varias peculiaridades que hacen a Don’t Call it Mystery una obra bastante inusual. El protagonista es un personaje minuciosamente observador, en la línea de los derivados de Sherlock Holmes, pudiendo recordarnos a los que hemos visto en series de televisión como El Mentalista o Psych. Pero a eso se une una pincelada de neurodivergencia: Totonô Kunô habla por los codos, incluso cuando no debería. No parece que sepa cuándo debe hablar o cuándo debe callar. Es uno de esos personajes que tanto nos fascinan, con una inteligencia que se sale por encima de la escala tanto como sus habilidades sociales se salen por debajo.
También resulta fascinante el entorno en el que se resuelven los enigmas planteados. En ambas historias, la mayor parte de la acción transcurre en un entorno cerrado. En la primera, en la sala de interrogatorios de la policía y en la segunda dentro del autobús. No nos encontraremos escenas en las que el investigador protagonista va a recoger pistas a la escena del crimen: Totonô tiene suficiente información con lo que le transmite la gente con la que habla.
Don’t Call it Mystery es la primera obra publicada en castellano de su autora, Yumi Tamura, que tiene en su haber varios premios y dos series adaptadas a anime, Basara y 7Seeds. Este manga que nos ocupa hoy ha sido adaptado a un dorama de imagen real, y lleva publicados en Japón un total de doce tomos a día de hoy. No es descartable que veamos en un futuro más o menos cercano más obras de esta mangaka. Por lo pronto, el primer tomo de Don’t Call it Mystery nos ha interesado lo suficiente como para esperar con ganas el segundo.
